Lado B
No tengo dinero, ni nada que dar
Zona MACO se difunde como el “magno evento del arte contemporáneo nacional” pero las galerías poblanas brillan por su ausencia: ¿será que imaginamos de una vez otras formas para la economía del arte local?
Por Klastos @
28 de febrero, 2019
Comparte
Alma Cardoso

El pasado mes de febrero, y desde hace 16 años, la Feria de Arte Contemporáneo Zona MACO se realizó en la Ciudad de México, congregando a cientos de personas involucradas en el sistema de  compra-venta de obras de arte. En este nivel del circuito, galeristas, coleccionistas, artistas y chismosos, en general, se reúnen en celebraciones chic donde se hace notorio que se necesita mucho dinero y mucho alcohol para sostener que existe un “discurso elevado” en alguna parte de este escenario. Basta atender a las pretenciosas cifras que circularon en la feria: una obra de Keith Haring en 7 mdd, otra de Jean Michel Basquiat en 15 mdd, o una pieza de Rufino Tamayo en millón y medio.

Mientras tanto, Puebla vive un supuesto boom del mercado de bienes raíces de lujo. De acuerdo con una publicación de El Economista, la zona de Angelópolis cerró las ventas de 2018 con un incremento del 30% respecto al año anterior. Por lo que, deberían existir miles de metros cuadrados ávidos de ostentación y adorno, de alguna pintura, fotografía o grabado. Aún más, en una ciudad rebosante de estudiantes de arte, diseño y arquitectura, que provienen en su mayoría de costosas universidades privadas con un obsesivo discurso emprendedor y empresarial, estaríamos presumiblemente ante la ecuación perfecta para el florecimiento del mercado local del arte.

Sin embargo, si Zona MACO es un termómetro del sistema de compra-venta de arte en México, Puebla tiene poco que decir. Al considerar que lo relevante para estas ferias es la presencia de las galerías de arte y los índices de venta y exposición que logran, la evidencia es que Puebla tiene una presencia casi nula. De las más de 180 galerías que participaron en el evento, apenas se contaba una: Talavera de la Reyna en la sección de diseño. Algo un poquito alejado de lo que los entusiastas del negocio del arte en la región quisieran.

Una cuestión interesante es que en diversas ediciones de Zona MACO han estado presentes artistas que se desarrollan en Puebla, aunque no mediante intermediarios poblanos. Tal es el caso de Alberto Ibáñez Cerda, cuyo trabajo se ha ofertado en la feria mediante la representación del Espace d’Art Yvonamor Palix; Dulce Pinzón, con la galería Patricia Conde; y Carlos Arias con la Galería Marso, en distintas ediciones de la feria.

La “galería” poblana fuerte de Zona MACO, Talavera de la Reyna, en el 2016 declaró representar a media docena de artistas que trabajan en Puebla (Adrián White, Alberto Ibáñez, Carlos Arias, José Lazcarro, Raymundo Sesma y José Manuel Bayro), aunque en esa ocasión sólo presentó a Carlos Arias, evidentemente bajo la lógica de producción de una galería de talavera. Un último caso, excepcional para nuestro contexto, fue la galería 570C, una iniciativa de Volkswagen Bank que permitió en 2011 que diversos artistas de la región tuvieran presencia en la feria, como el Colectivo Oso y María Eugenia Jiménez Melo, por mencionar algunos. De esta iniciativa no volvió a haber presencia en la feria. Estos ejemplos evidencian que los artistas que producen en Puebla no han conseguido generar una conexión fructífera con los intermediarios locales o con los coleccionistas, lo que los conduce a seguir el camino del sistema del arte en otras localidades que los aproxime a intermediarios y compradores relevantes.

Catálogo de Zona MACO 2016. Galería Talavera de la Reyna. Tomado de https://zsonamaco.com/content/3-february/3-diseno/0-2016/3-catalog/2016.pdf

Todo esto no deja de ser llamativo. Según el portal del Sistema de Información Cultural del gobierno, en la ciudad de Puebla y sus territorios vecinos se tiene registro de unas 30 galerías que presuntamente trabajan con arte actual. El hecho de que ninguno de estos negocios estuviera presente en el magno evento del arte contemporáneo nacional da pie, al menos, a dos especulaciones. Una, que las galerías no alcanzan los requerimientos curriculares ni financieros para solicitar la renta de un espacio dentro de la feria: MACO requiere que las galerías se acrediten como tales mediante la comprobación de cierto número de exposiciones, de catálogos, de artistas representados con currículo competitivo y presencia internacional. Otra, que las galerías no están interesadas en participar en la feria porque tienen un carácter alternativo al comercial o marcadamente experimental o, bien, porque no necesitan participar en el sistema del arte nacional para subsistir financieramente.

Más allá de las denominaciones autoasignadas por los propietarios o arrendatarios de las supuestas galerías poblanas, difícilmente es posible entenderlas así, en el sentido en el que Zona MACO exige. La galería Mercado Negro, por ejemplo, que se define como especializada en arte contemporáneo, ha declarado en varias ocasiones la complejidad de intentar abrir un mercado de arte en Puebla. Por otro lado, espacios como la Galería Lazcarro, que funciona como una galería de autor que lleva más de una década promoviendo el trabajo de su artista central (y socio mayoritario, José Lazcarro) y aprendices allegados, con piezas que muchas veces alcanzan los cientos de miles de pesos, se desarrollan en mercados específicos sin necesidad de ampliar su rango de visibilidad en lo nacional. Desde su vínculo con instituciones y privados locales consigue los fondos necesarios para existir. Como ejemplo, destaca la venta de 3 millones de pesos en obras que Lazcarro concretó para el proyecto escultórico del Parque Metropolitano del Estado de Puebla de acuerdo con la nota de Jorge Castillo, hecha en el 2015, para el diario Intolerancia.

Un último caso serían los espacios independientes o experimentales, que aún desinteresados del mercado del arte top nacional, continúan replicando −con poca formalidad− los vocabularios y las dinámicas propias de las galerías convencionales. Es decir, mantienen las dinámicas expositivas desarraigadas desarrollando hojas de sala con ejercicios curatoriales retóricos y perpetuando relaciones opacas para la fijación de los precios de las piezas, por mencionar algunas de sus dudosas cualidades. Ante la manera en que se perfila el panorama, una se pregunta para qué continuar con el imaginario extendido de la galería de arte que en Puebla constantemente termina en fracaso, especialmente por un asunto de escasez en la demanda de un mercado regional y en la competitividad de los creadores regionales, según se desprende del conversatorio “Los motivos para la iniciativa cultural privada en Puebla” llevado a cabo en el Museo Amparo a inicios de 2017.

Screenshot de https://galeriamercadonegro.com/


La intención no es de ninguna manera buscar que los espacios poblanos trabajen eficientemente para integrarse al sistema que el mercado del arte tipo Zona MACO, Salón ACME o Material Art Fair proponen, sino señalar que la situación periférica en la que las economías del arte poblano se encuentran recaen sobre todo en que, tanto los vocabularios como las prácticas, emulan precariamente ese sistema que pocos logran monetizar.

Cualquiera que sea el motivo, sucede que los agentes del arte de Puebla no participan de los eventos que el sistema ha diseñado para construir eso que entendemos como el terreno donde se trabaja y negocia con el valor simbólico del arte para decantarlo en valor financiero. En pocas palabras, las galerías en Puebla venden muy poco o no venden. Interesante resulta que, aunque su participación en el sistema del arte no es activa, sus modos de operar y negociar con los artistas emulan y dan perpetuidad a las estructuras del sistema mainstream desde una periferia a la que ellos mismos se han enviado y a la que se llevan también a aquellos que “representan”. En este sentido, pareciera que los intermediarios del arte de Puebla trabajan para otros, alienados en un imaginario al que no acceden pero mantienen mediante estructuras galerísticas donde, entre otras cosas, cobran exacerbadas comisiones, exigen currículums a los artistas sin ayudar a desarrollarlos, y generan pseudo-exposiciones que van y vienen sin pena ni gloria. Se erige, como Gregory Sholette lo llamaría: “materia oscura”, un telón de fondo, una mano de obra lumpen y desclasada, que trabaja para que las estrellas del mundo del arte brillen.

El problema del mercado, que no es exclusivo de Puebla, ha servido en otros lados para pensar en formas de generar variaciones en las relaciones económicas y simbólicas de intercambio. Prueba de ello son espacios como los centros de residencias para la investigación artística de Cal Gras, en Cataluña, o el modelo instituyente de kunsthalle que se replica en diferentes ciudades de Alemania o Suiza. En América Latina, por ejemplo, los casos de nuevos institucionalismos, como el que se llevó a cabo en Perú a través del proyecto museotopías, también ha dado cuenta de las posibilidades de generar formas diferentes de asociación y financiamiento para el trabajo artístico sin necesidad de someterse a la dinámica convencional del mercado mainstream. Es tiempo, desde hace rato, de poner en práctica nuevas formas de activar las economías del trabajo artístico a partir de la realidad poblana y no mediante la emulación de actividades hipotéticas del éxito del mercado metropolitano o internacional. Mientras tanto, tal como se nos presenta ahora, el sistema local no tiene mucho más para ofrecer.

Quizás ahora quieras leer: «Puebla está embarrocada» (anterior) | «De la ciudad de los cerdos y las excentricidades» (siguiente)

Comparte
Autor Lado B
Klastos
Klastos es un suplemento de investigación y crítica cultural en Puebla publicado en colaboración con Lado B. CONSEJO EDITORIAL: Mely Arellano | Ernesto Aroche | Emilia Ismael | Alberto López Cuenca | Gabriela Méndez Cota | Leandro Rodríguez | Gabriel Wolfson. COMITÉ DE REDACCIÓN Renato Bermúdez | Alma Cardoso | Alberto López Cuenca | Tania Valdovinos. Email: revistaklastos@gmail.com
Suscripcion