Lado B
Rajamadrex y la guerra sonorica
Dentro de cada uno de nosotros hay una guerra sonórica donde la música es el bastión más importante que se pueda imaginar, incluso hasta el más temido
Por Juan Daniel Flores @
30 de octubre, 2018
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Juan Daniel Flores

Hay grandes entrevistas, estupendos entrevistados, profesionales del oído, la mirada y la edición, memorables frases y respuestas en toda la historia del periodismo.

También grandes accidentes, tropiezos, pausas y daños que afectan el trabajo de quien publica para el mundo lector.

Éste es el caso de la entrevista a Mauro Alax, el alma de Rajamadrex. Lo entreviste hace casi ya dos años.

Ésta es la entrevista que sobrevivió a un virus, a meses y meses y a tres madrugadas.

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Ahora que todo es feria, Rajamadrex es un reto.

Rajamadrex no empezó como algo de voluntad propia. En un lugar como Puebla, la llamada banda, siempre fue de retos.

Desde que empecé a tocar, iba a todos los conciertos de esos grupos que se sienten poderosos. Nos miraban como bichos raros a mí y a mi gente. Me subía al escenario y decía: “Vengo a decirles un mensaje y quiero que me escuchen por favor para que tengamos comunicación”. La banda respondía de inmediato: «Tú te vas a chingar a tu madre cabrón. Toca y cállate”. Les respondía: «Espérense, se trata de hacer comunicación, no toco para muertos, ni me gustan los muertos». Ellos repetían: «¡Que chingues a tu madre y a tu madre y a tu madre!». Entonces no me quedaba otra que decir: «Bueno, entonces ¡a rajar madres! ¡A ver quién grita más rápido o más alto el chinga su madre!  ¡A ver quién se cansa!».

Al comenzar a tocar mi guitarra se salían del concierto, me dejaban solo. Me decían: «Es que no encajas güey, además no nos vas venir a decir lo que hay que hacer, nosotros estamos en el desmadre, aquí venimos a divertirnos a las misas dominicales de rock que se presentan en este Estado. No nos saques de la burbuja».

En el año de 1982 comencé a trabajar públicamente en Puebla. Cuando digo trabajar, no me refiero al gran escenario, grupo o equipamiento que el rock y la música requieren. Simplemente subía a los camiones, ya sea que cantara con guitarra o a capela pero siempre con un mensaje de conciencia, para sacar a la gente de la dormilona y el sopor en el que vive por culpa de los gobiernos; de ellos mismos; de la cobardía; o simplemente por el cansancio que los está matando, como obreros o seres oprimidos que tienen que cumplir con sus familias.

Sin embargo, cuando un mensaje era importante, de volada abrían el ojito y decían: “Hey, cámara, chido”, ése era mi estímulo.

Escribí una canción que se llama Yo soy un ser humano.

“Yo soy un ser humano que digo lo que siento, yo soy un ser humano, no te quiero impresionar, yo soy un ser humano que ríe, que ama, que sueña, que busca, yo amo y soy un ser humano que busca la paz, sin embargo tampoco soy del producto popular, no soy una computadora que tampoco puedas programar, no soy una Coca Cola que te puedas tomar, en fin no soy pez de producto común”.

El producto común va con la moda, sigue la moda; baila con la moda al ritmo que les pongan. Al ritmo que el sistema les escoge para que se desarrollen como seres emocionales.

La sobrevivencia es básica, si estas en un lugar en donde de plano se te cierran las puertas, te queda ser honesto y decir no voy a matar, no voy a robar, voy a demostrar mi sufrimiento y dolor con arte, con algo que anime a la gente. Que no te duermas en tus laureles, no te sientas más poderoso que los otros jóvenes del mundo. He visto juventudes aplastadas por la guerra, aplastadas por gente sin arte.

El cerdo no sabe de amor porque nunca lo han besado.

Como decía Rockdrigo: «Lo rupestre sigue siendo la base de hacer música». Puedo decir que fui pionero en el asunto de cantar en camiones, bares y otros espacios urbanos. Ahora ya hay muchos que se dedican a eso. Pero se trata de tener un objetivo, no sólo de subirse a estafar, de cantar una rola unos segundos, sacar bono y decir: “nos ayudas, nos ayudas”; muchas veces sólo lo quieren para un pomo o para su toque de ley. Entonces no hay respeto ni por la gente ni por nadie, pero uno tiene un compromiso: “Si tú me das un centavo y lo voy a hacer valer para poder compartirte algo que valga la pena escuchar”.

Aquí en Puebla por el 82, conocí a unos tipos llamados Los Monstruos del Carolino: Héctor González y Chucho Badillo. Eran jovencitos, tenían tendencias musicales progresivas e ideológicamente estaban en el ambiente pro hippie. Aunque ya habían pasado esas épocas, ellos luchaban por mantener esa atmósfera.

Con ellos me gustó congeniar, lo importante es que hacían música. También apreciaban lo original, de base quisieron algunas rolas mías. Ellos eran pisoteados, burlados, eran la lacra del Carolo, entre el devaneo les decía: «jóvenes, hacemos algo en serio o préstenme el micrófono y yo canto mi mensaje». Hice un primer intento de grupo con ellos, se llamó La Elevación. En ese grupo participó gente como David Calderón, músico requintista que con nosotros tocaba el bajo. También participó Josué Arroyo, quién posteriormente se dedicó a ser maestro universitario. Hicimos una presentación en la preparatoria Calderón; la respuesta de la comunidad estudiantil fue muy buena, les pareció algo inédito, original. A partir de allí todo comenzó a jalar muy bien.

*Pero luego también resulta que la misma banda se encarga de elevar y de enfriar diciendo:  “Oye, ¿ese vato quién es? ¿Por qué nos viene a decir lo que tenemos que hacer?»; «Oye si tú eres el cantante que conocemos ¿por qué él va a cantar? ¿Qué onda? Ahora va querer que hagamos lo que él quiere».

Yo les dije: “No señor, yo no convenzo convencidos. No me gusta jalar muertos a mi velorio, por lo menos que no sea yo cabrones». Decir eso te manda de patitas a la calle.

Así me quedé otra vez sólo y nuevamente en los camiones. Pero seguí produciendo; la música no viene sola, viene de esos dolores, de esos sufrimientos. A partir de estas experiencias, con el tiempo, hice una canción que se llama Nubes color marrón; me sentía adolorido.

Mi vida se fue volviendo un ir y venir de personas. A veces compartía mi casa con amigos y estaba llena, luego estaba vacía. Los únicos que  estaban a la par conmigo, en mi casa, era una tribu de perros que me acompañaron muchos años. Ya me había acostumbrado a la amistad de los perros*.  Ellos no me fallaban.

Me preguntaba si esto pasa con seres desprotegidos como los animales ¿Por qué entre humanos no nos entendemos? Ahí te vas dando cuenta que el asunto musical tiene que tener su lucha, que existe el mal y la mala voluntad. Hacer un grupo conlleva siempre: celos, envidias, odios y terminas otra vez donde empezaste. Pero tienes que continuar.

En todo lugar hay gente de calidad, hay personas que no te dejan morir solo. En los mismos camiones he visto que por muy jodida que ande la gente, las personas te apoyan y siempre sale la moneda para el desayuno o juntar para tus hijos. La música siempre nos abrió puertas, ya sea en pequeñas casas o en pequeñas fiestas.

En lo que se refiere a instituciones y personajes, actualmente, por mucho que la ciudad presuma de sus supuestos adelantos, no hace mucho era una ciudad en pañales. Apenas iniciados los 80, Puebla era un mesón enorme, un pueblón sin música. Había que luchar por eso, por darle identidad. Pero hay que preguntarnos qué tipo de identidad queremos.

Yo no soy de la identidad del 5 de mayo, de lo que los slogan políticos quieren presumir. Hablando del pueblo en general, incluyendo a los llamados “intelectualillos”, he visto al poblano luchador, humilde; lo veo en sus molestias naturales de no concordar con sus gobiernos. Sin embargo, si con tu música les despiertas un poco la conciencia de lo que sucede se sienten agradecidos.

Aquí en Puebla vine a enseñarles que se tiene que dar respuesta. Por supuesto, no me refiero a respuestas burocráticas venidas de la mercadotecnia; que en lo que uno hace hay ideología, contenido, incluso pedagogía.

Mucha gente me llegaba a escuchar en algunos cafetines, también se me abrían puertas extrañas como La Peña del Grillo. Aquel espacio se me entregaba, pero  también les criticaba las cosas que se escuchaban ahí. Les decía a algunos de los cantantes: “Primero vive lo que estas cantando”; “Aprende a diferenciar gloria de glamour”. Esas críticas eran porque trataba de dignificar el arte en su totalidad, creo.

En concreto, para muchos, la Puebla tradicional tenía gran valor histórico o antropológico, pero para los que hacíamos música, esta ciudad estaba verde y en pañales. Yo diría que había más rock y más producción musical en los pueblos vecinos: San Felipe Hueyotlipan, San Jerónimo Caleras, San Pablo Xochimihuacan, La Libertad, que en el centro de Puebla.

Este naciente movimiento diferente a lo tradicional se desarrollaba en las placitas, en los kioskos, en los parques. En ese entonces, aparecía el Tri Soul acompañado de un grupo local, por ejemplo El Cebra. Ese grupo tuvo sus amores y sus odios con la banda, pero también hizo cosas originales. Recuerdo con cariño a Miguel y a sus hermanos, ellos me dieron chance de tocar en alguna de sus presentaciones, decían: “Rajamadrex debe estar y sonar, nos gusta su sonido acústico-eléctrico”.

Alguna vez Miguel me invitó a una presentación en Tlaxcala con Artes Poéticas. Llegué a ver alguno de los espectáculos que armaban con personalidades y agrupaciones del rock como Toncho Pilatos, grupos poblanos como Six, Cover, Trebol y El trío que suma 7.

Después me di cuenta que las cosas comenzaban a girar en torno a la universidad. De la universidad salió el supuesto rock universitario y varios grupos como Tierra Baldía, que también hicieron cosas originales, más pensadas. Por ahí andaba Olinto Montiel, Chucho Romero; comenzó a darse otro nivel en la música.

Sin embargo, también comienzan a surgir otros “grupitos” de seudo universitarios y seudo rockeros, quienes creen que por ser prepos son superiores a los demás.  Ahí me doy cuenta que se comienza a formar una pequeña élite que compite con los llamados músicos callejeros. Comenzaba un rollo de hacerse la vida imposible, uno decía: “Yo canto mejor que tú, cabrón”, y el otro respondía: “Dame chance de grabar como tú grabas y te mostrare chingonerías, no pendejadas como las que ustedes presentan”. Había de todo en ese ambiente. Debo reconocer entre ellos a seres y maestros extraordinarios que aportan grandes conocimientos.

Había otros cuantos que en las peñas decían: “Me gusta lo que dice Rajamadrex», pero también decían: “… No esperes que te hablemos en la calle cabrón”. De hecho, hice una canción llamada Reputación.

He grabado más de 50 o 60 canciones, pero es muy difícil producirlas y promoverlas. Uno es el que graba, edita y promueve; prácticamente es imposible hacerlo todo. Además, no hay equipo de trabajo y también hay pobreza. A veces uno sólo lucha para que ciertas cosas no mueran.

Yo llegue de “palomero” a Puebla, pedía permiso a otros para tocar, no traía la mentalidad de hacer un grupo sólo quería dar un mensaje. Hubo gente muy fina, por ejemplo el maestro Furia del grupo Trebol, quien te veía con dificultades técnicas y de volada ayudaba a resolverlas.

Fue muy importante para mí el apoyo de Don Jaime Arroyo en la formación del Rock and Roll poblano. En la praxis, con hechos y sus propios recursos, él nos apoyaba y dejaba ensayar en su casa; cientos de grupitos pasamos por ahí. Unos le pagaron bien y otros mal, al hombre nunca le dieron crédito.

Un día me dijo: “No sé cómo le haga pero yo te voy a grabar”.

Agarró su guitarra de lujo y la puso en mis manos diciendo: “Toca, es un honor que un callejero la toque”. A Jaime Arroyo lo llevo en mi frente.

En 1986, él llego a mi casa por primera vez, se sentó y me preguntó: «¿Usted qué hace? Contesté: “Toco”. “Pues toque algo”, me dijo. Le canté algo que se llama No me repriman. Le gustó. Le dije: «Se la regalo, es para usted».

Así me empezó a jalar y formamos un grupo que se llamó La mina de oro. Era el 86. En ese año ya había un montón de grupos ponkos, grupos de toda élite. Tocamos en el Carolino, pero fue mi debut y despedida. El lugar estaba lleno cuando les dije, claramente: «Ustedes son esclavos, sátrapas del sistema. Los alucines que según ustedes tienen con la música, no les están dando el desarrollo mental que necesitan».

También recuerdo cuando toqué a la par con El Haragán, les gustó; bajo su requintista, el gran Paco Yescas. Me dijo: “Me gusta lo que haces, me gusta lo que tocas. No te salgas del centro porque si no vas a valer madres”.

Hablando de mi rola El señor limusina, hay que decir que siempre hay temas que señalar en el blues. Si escuchas mi canción te darás cuenta que seguimos igual. El presidente sigue como señor limusina y no sólo él, ahora hasta los grandes rockeros, para lucirse, son el señor limusina.

Cómo no va a ser vigente esa rola si tenemos el mundo de la globalización. La letra es muy clara:

 

Oiga señor limusina

usted es el personaje más famoso de la historia,

le están llamando de Japón,

sus negocios aumentaron,

sangre sudor y malaria

y usted sólo prefiere andar con su harem de putas.

 

Chingue su madre,

algún día los pobres de la tierra

lo van a bajar del pedestal.

 

Por otro lado, si voy caminando por “x” calle y me resbalo con una cascara de plátano, ni modos que haga el blues de la cascara de plátano; si más adelante me tiran un café en la cabeza, no voy a hacer el blues de Ay, me tiraron la taza de café, porque si uno va componiendo ese tipo de cosas, que algunos llaman la realidad urbana, más bien te vuelves únicamente un chismoso de mierda.

Hay que decir que los medios evitan difundir cosas. Si tú eres halagüeño, todos vamos a cantar como esos grupitos niñeros que existen. Hay canciones para todo: que el niño qué ojete; que el niño que le gusta el bombón, etc. Sólo mensajes colorete, muy tutti frutti. Según de conciencia infantil, pero no les enseñan: “Oye niño, tendrás que resolver tus problemas”, porque si te dejas ensartar en tanta mentirita  cómo le vas a hacer en la vida.

Rajamadrex tiene mucho que ofrecer. Aparte de música, se han trabajado colectivos familiares, obras en el Teatro Principal, en el Teatro de la Ciudad, en Casa de la Cultura y en Tlaxcala, donde parte el elenco son niños.

En esos tiempos tuve un amigo pequeño, un niño que se llama Aarón. Ese niño hacía temblar hasta a la gente de la IBERO. Una vez nos estaba yendo mal, se estaban sacando de onda porque no estábamos complacientes. En esa ocasión, también se presentó el papá de Aarón y lo estaban humillando, le decían que no tenía nada que ofrecer; entonces llegó Aarón diciendo un poema de frente:

“Alguien extiende la fixia, alguien planea la descomunal mordedura que dejan los rayos escarlata y que quema la comisura izquierda de los labios. Porque los pobres son muchos y por eso es imposible olvidarlos”.

Lo dijo mirándolos a los ojos y con tal convicción que todos los presentes bajaron la cabeza. Aplaudieron y pidieron el material.

Eso es Rajamadrex, no violencia enferma, sino golpear el corazón de piedra. Hay que golpear todo aquello que está insensible.

A veces uno quisiera pensar que todo está dicho, pero siempre queda ese mal sabor de boca  y uno se ve en apuros. Más cuando ya tienes la enfermedad del blues, el blues del tiempo, de la vejez, de todo encima, ahí es donde concluyes que no ha terminado.

Actualmente a los chavitos se les bombardea con mucha información, pero no se les explica nada, no les dicen las verdades históricas. Entonces, ¿cómo los ubicas dentro del tiempo? ¿cómo les dices que tienen que tener conciencia crítica, ser autocríticos? Como decía Paulo Freire: “Aprendan a discernir entre lo que es dogmático y lo que es libertad”. Aprendan a ser de praxis, al menos aprendan a ver los problemas y no hacerse pendejos con ellos, si no obsérvalos y pensar. Si de ellos aprendes algo es para que te conviertas en agente de cambio, si no eres parte de ese gran problema.

Yo tengo hijos, tal vez ellos sigan contando sus propios blues; siempre existe la necesidad de decir cosas. El blues se mira como un lamento, pero puede ser un lamento de guerra. A mí no me gusta considerarlo como un lamento de “hay pobre de mí sufro porque la chava me dejó”. Si así fuera, mejor me voy con las rancheras, con ese montón de ritmos legalizados por el sistema.

El sistema te legaliza todo y te dice lo que tienes que ver, bailar, tus sentimientos, etcétera. Crea toda una idiosincrasia nacional y eso no es justo. Si uno no viene a liberar con la música, tampoco vengas a esclavizar. Hay unos tipos que sólo tocan, tocan y tocan. Después nos dicen que hay camisetas y de todo para comprar; se ve sólo el aspecto mercantil.

Alguna vez hice un escrito que me publicaron en Sintesis de Tlaxcala, quedó como Rajamadrex, obertura para sordos. Me gustó. Sé que esto que hago es como estar en el desierto picando piedra y hablando solo. Pero pienso que, dentro de cada uno de nosotros, hay una guerra sonórica donde la música es el bastión más importante que se pueda imaginar, incluso hasta el más temido. Pasa hasta con las patrullas, emiten colores que te marean  y ponen sus sirenas a tantos decibeles que aplacan tu cuerpo y queda a un nivel indefendible. Ahora ponlo en miles de aparatos y verás cómo aplastan a miles de cuerpos igual que las bombas lo hacen.

Por lo tanto, mientras exista injusticia, jóvenes muertos, gente en desgracia, tanto ser tocado por la maldad, mientras exista el señor que aplasta al indio tomajok, no puedo tener paz. Porque ya no es cuestión de que somos malos por error, ahora la maldad es profesión. Ese es un  problema,  no puedo fumar la pipa de la paz con nadie porque aún no hay paz. Aunque también hay gente de buena voluntad.

No creo en el discurso de la paz porque sé que en las personas hay un infierno. De qué sirve que tú estés bien si los demás andan mal, están turbados, agobiados; con sólo darle la mano se te pasa lo que el otro trae. La gente te deja la vibra de nervios, de angustia, de todo lo que realmente tiene. Sólo hay elementos superiores que nos pueden dar paz.

Creo en Dios, ese es uno de mis defectos, pero me vale madres, tampoco soy un cristiano barato. No me gustan los hombres endiosados y tampoco ser adora-hombres.

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Autor Lado B
Juan Daniel Flores
Egresado de la BUAP-ITESM, estudiante de sociología, produzco las cápsulas radiofónicas "Espiral Urbana" para Radio BUAP, colaboro con LADO B con entrevistas socioculturales "¿De que lado masca la Iguana?", colaboro con la columna de opinión "Espiral Urbana" para Los Periodistas y soy creador de "Criticas Vitales" Cine, Literacidad y Sociología para espacios culturales y escolares.
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