Lado B
Los Muertos: Réquiem para una generación
Un grupo de jóvenes mexicanos se dirige a un reventón. Algunos integrantes de dicho grupo manejan sus vehículos. Otros son transportados por su chofer privado.
Por Jaime López Blanco @
14 de junio, 2016
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Jaime López Blanco

@JaimeComunidad3

[dropcap]U[/dropcap]n grupo de jóvenes mexicanos se dirige a un reventón. Algunos integrantes de dicho grupo manejan sus vehículos. Otros son transportados por su chofer privado. Una pelirroja que también pertenece a esa “manada” urbana, se queja del intenso tráfico de la capital de la República mexicana. Jura y perjura que le gustaría largarse a vivir a otro país. Sus amigos le hacen burla, diciéndole que no aguantaría estar en otro lado y que, de inmediato, comenzaría a extrañar los tacos.

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Es así como Santiago Mohar Volkow nos introduce en su segundo largometraje, Los Muertos, el cual recientemente fue exhibido en algunos circuitos culturales del país (como la Cineteca Nacional, en Ciudad de México, o Casa Nueve, en el municipio de San Andrés Cholula, en Puebla) y que, próximamente, tendrá su estreno en la plataforma digital de Filmin Latino. Pero, ¿quiénes son aquellos muertos de los que habla Mohar? A pesar de su intro con tonos de road movie juvenil, el director termina retratando el clasismo nacional, mediante una especie de sátira social acerca del vacío de una generación.

También nos encontramos constantemente, en primer plano, con la música de Diego Lozano, quien a través de marcados rasgados de violín y tonos característicos de las bandas comunitarias nos envuelve en un profundo y fúnebre sentimiento de soledad, decadencia y esterilidad. Esa es la clase de música que acompaña a Los Muertos, este grupo de jóvenes sin identidad y conocimiento, que muestran el desprecio hacia su lugar de origen al destrozar las artesanías que tienen como adorno en sus casas; grupo que pasa su existencia en una eterna burbuja de apatía y frivolidad.

Y los asaltos están ahi. Y los ejecutados también. Y los “plantones” de maestros en el zócalo se perciben a lo lejos. Pero ese otro México sólo lo capta y exhibe la lente de Luis Sols, porque para aquellos seres nihilistas -cuya máxima religión son las parties y los afters– solamente existe o se menciona en forma de anécdotas chistosas o “debrayes” mentales.

Mohar nos presenta parte del modus vivendi de algunos de los privilegiados de una nación sumida en la constante crisis y la evidente polarización, sacrificando en el recorrido a ciertos personajes que bien pudieron inyectarle mejores matices, variedad, a las dinámicas repetitivas de un clan de seres carentes de carisma y dignidad. Si el resultado final produce en el espectador ciertas sensaciones de molestia o desprecio, la cinta habrá logrado su objetivo, pero si conlleva a cierta celebración o apología de los colegas de “Acapulco shore”, entonces urgentemente tendremos que replantear nuestro rumbo como sociedad, para que logremos una en la que pueden convivir con equidad, inclusión y decoro, varios mundos.

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Autor Lado B
Jaime López Blanco
Reportero comunitario. Junkie del séptimo arte. Documentalista de guerrilla; dos veces finalista del Festival Internacional de la Imagen (FINI) de Pachuca, Hidalgo; en una de ellas, primer lugar en la categoría de Cortometraje Estudiantil. Constante aprendiz de periodista cultural. Sueña con que algún día las notas bonsai sean sustituidas por los textos de raíces profundas, amenos y reflexivos. Comunicólogo que aspira a no ser un escritor fugaz dentro del sobrepoblado firmamento de las letras.
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