Lado B
Los chinos juegan en la Bolsa y el mundo tiembla
Tras crecer más del 160% durante un año la Bolsa de Shanghai se desplomó y arrastró a los mercados bursátiles del mundo
Por Lado B @ladobemx
27 de agosto, 2015
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Tras crecer más del 160% durante un año la Bolsa de Shanghai se desplomó y arrastró a los mercados bursátiles del mundo. Los medios especializados culparon a los 90 millones de inversores individuales: como no tienen educación financiera madura, dijeron, corren a vender acciones ante el menor dato económico negativo. Desde Shanghai, una cronista y un sociólogo fueron en busca de los pequeños ahorristas chinos que juegan en la bolsa en una economía de mercado con planificación estatal.

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Sonia Budassi | Revista Anfibia

@revistaanfibia

En febrero de 1992 el estudiante secundario Bu-Wei vio por televisión al líder de la República Popular China Deng Xiaoping. Desde la casa de sus padres campesinos, al sureste del país, el joven fijó la vista en el tubo que proyectaba al veterano dirigente hablando desde un terreno pantanoso en la orilla opuesta al Bund, el enclave económico que se construyó en Shanghai en la década del ’30, decenas de edificios de estilo arquitectónico europeo que alojaban a las casas matrices de compañías financieras y comerciales. Desde la otra orilla, Deng hizo una promesa que entusiasmó al joven Bu-Wei y a su familia.

—Las finanzas son muy importantes, porque son el corazón de la economía moderna. Cuando funcionan, son como una buena movida en el ajedrez, pueden salvar el juego completo. Debemos desarrollar el Pundog con ideas frescas y a una velocidad más rápida.

Aquel lugar llano y verde habitado por granjas y depósitos se transformó en menos de 20 años.  Bu-Wei jamás hubiera imaginado un paisaje como el de Pudong, ni un país como el de hoy.

Como París con su torre Eiffel, o Nueva York con su estatua de la libertad, la imagen de “Pudong skyline” de Shanghai se multiplica en fotos, llaveros, souvenirs de todo tipo y, en estos días, en las imágenes de los medios de todo el mundo. El edificio “destapador de cerveza” o el Pearl Tower son los íconos recientes de la histórica capital económica y financiera de China.

—Antes, la gente era más idealista, ahora es pragmática —dice Bu-Wei, hoy convertido en doctor en historia.

***

Tras crecer más del 160% durante un año la Bolsa de Shanghai, con sede en el Pudong, se desplomó el 40% en julio y agosto de 2015. Con su caída, arrastró a la baja a casi todas las plazas financieras del mundo. El gobierno chino respondió utilizando sus cuantiosas reservas y devaluó la moneda en el nivel más grande en veinte años. Luego, coordinó la capitalización con fondos de empresas estatales y permitió a los bancos tomar más dinero del Banco Central. La situación generó preocupación por el impacto que podría tener una desaceleración del crecimiento de esta economía, principal compradora de los porotos de soja norteamericanos, brasileros y argentinos, del petróleo venezolano, de las maquinarias alemanas y del cobre chileno. El miedo al gigante oriental y a las consecuencias de los vaivenes económicos no es nuevo, aunque sus manifestaciones, en la actual etapa de globalización, se debate en la prensa y en la calle como nunca antes. Y afecta la vida cotidiana de cientos de millones de ciudadanos chinos. Lejos del antiguo imaginario comunista, Shanghai fue uno de los centros de vanguardia en el comercio bursátil en pleno Siglo XIX y sus habitantes, hoy, se adaptan de distintas formas al escenario de socialismo con mercado. El resto de los países también.

A contraluz, el Pudong parece el centro operativo de gigantes robots transformers detenidos, a punto de avanzar sobre la otra orilla. El Bund, restaurado, aún goza de su antiguo glamour mientras flamean, desde lo alto de varios edificios, banderas chinas sobre el Shanghai Pudong Development Bank, el Bank of China, y el Shanghai Custom House.

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Los turistas cruzan para ver uno y otro lado, pero el mirador hacia Pudong es más ancho; permite la circulación de, por lo menos, el triple de personas que su vecino de enfrente, cuyo corredor suele inundarse con la crecida del río: los voluntariosos deben mirar el Bund trepando por el borde de los canteros para no mojarse. Marcas internacionales de nicho como Cartier, Dolce Gabbana, Louis Vuitton –entre muchísimas otras- y populares como Mc Donalds o Kentucky Fried Chicken se instalan en ambos lados; en las dos orillas, sobre las paredes exteriores cerca de People´s Square y sobre el shopping junto a Pearl Tower, carteles de led móvil informan la cotización de la bolsa.

Tras la muerte de Mao en 1976, el Partido Comunista de China (PCCh), liderado por Deng Xioping -del ala “aperturista” del partido- introdujo reformas para abrir algunas actividades económicas al mercado. Se permitió la creación de empresas privadas para chinos, la inversión extranjera, supervisada y asociada al Estado, y la transformación de la economía rural, desarmando la colectivización. Entre fines de los años ochenta y los noventa redujo la incidencia estatal en la economía, con privatizaciones parciales y modificó algunos monopolios. Desde ese entonces, con un modelo basado en la planificación e intervención estatal y el desarrollo de las relaciones de mercado, la economía creció a tasas cercanas a 9%. Este año se prevé será del 5, 6 o 7%.

Según los cálculos más conservadores, China había logrado sacar a 500 millones de personas de la pobreza: la movilidad social ascendente más grande de la historia de la humanidad. Mientras tanto, la expansión del consumo y los nuevos estilos de vida conviven con las consecuencias de la industrialización y urbanización acelerada sobre la ecología. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda una concentración de PM2,5 no superior a los 25 microgramos por metro cuadrado. En la semana de la caída, en Shanghai dicha sustancia llegó a 116 microgramos; el sol, por momentos se veía apenas, bajo un filtro gris.

[quote_box_left]Extracto del texto originalmente publicado en Revista Anfibia. Click aquí para seguir leyendo. [/quote_box_left]

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