Lado B
Salir del clóset
Me llevo poco más de 4 años declararme feminista, había escuchado decir cosas feas de ellas, que odiaban a las hombres, que eran mal humaradas, envidiosas, descuidadas y que su radicalidad las llevaba al “lesbianismo”.
Por Patricia Chandomí @patriachandomi
08 de julio, 2015
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Patricia Chandomí

@patriachandomi

[dropcap]M[/dropcap]e llevo poco más de 4 años declararme feminista, había escuchado decir cosas feas de ellas, que odiaban a las hombres, que eran mal humaradas, envidiosas, descuidadas y que su radicalidad las llevaba al “lesbianismo”.

La ola de malas palabras sobre las feministas las había escuchado en su mayoría de varones, las mujeres nada más nos sumábamos a sus creencias y odio hacia la lucha feminista.

En la maestría que realicé en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica, en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas tuve contacto con las primeras feministas militantes, que salían a las calles, que gestionaban recursos, leyes, que hacían investigaciones a favor de las mujeres.

Las contradicciones entre las feministas no son pocas, algunas son bastante autoritarias, celosas y hasta caciquiles, pero eso, se replica en todos los gremios de lucha, pero parece que cualquier error que tengan las feministas en lo individual, pesa sobre toda la colectividad.

En fin, que hasta este punto no me consideraba feminista, pero empezaba a razonar como ellas, porque la primera herramienta que te da el feminismo, es darte la razón; decir, esa discriminación que por pertenencia de género he sufrido desde pequeña en los más variopintos espacios, no es normal.

Uno de los placeres de ser feminista, es justo eso, darnos la razón, escuchar nuestra voz y contradecir la razón patriarcal, esos hombres que han construido un mundo sin nosotras y que cuando opinamos nos dicen que opinamos con el hígado, porque estamos enojadas, sentidas, enamoradas, con la menstruación, menopáusicas, cualquier pretexto es bueno, para despojarnos de la razón, de ahí, que el feminismo sea un refugio y un arma.

En el doloroso proceso de ser feminista, supe que no podía ser feminista exprés, ¿en qué sentido lo digo? En realidad hay muchos y elaborados argumentos contra la lucha feminista. Enunciarse feminista sin tener una noción histórica es bastante complejo, porque las feministas de entrada debaten, cuestionan, pero no sólo con otros y otras, sino con ellas mismas, derriban sus creencias milenarias, luchan contra sus propias certezas y construcciones, de ahí que Marta Lamas insista en mandar a leer a todas las mujeres.

[pull_quote_right]Uno de los placeres de ser feminista, es justo eso, darnos la razón, escuchar nuestra voz y contradecir la razón patriarcal, esos hombres que han construido un mundo sin nosotras y que cuando opinamos nos dicen que opinamos con el hígado[/pull_quote_right]

Y claro, que el feminismo es bastante clasista, porque quienes pueden leer, son mujeres de la clase alta y media, las pobres tienen pocas posibilidades de leer, no sólo lo digo por los altos índices de analfabetismo en mujeres pobres y marginadas, sino también porque las mujeres en esta situación ven en leer una perdedera de tiempo, un lujo, un privilegio.

Pero las feministas no sólo podemos aprovecharnos de este recurso de leer, sino del intercambio con otras feministas, de la escucha constante.

Les decía que a pesar de cumplir con el ritual de lecturas, no me consideraba feminista, una a veces piensa, que debe ser ungida por las maestras más reconocidas, que va a llegar un punto en que te van a decir, estás lista, ya eres feminista. Pero no, pasa que un día ya estás actuando como feminista, y pasa que no te sientes mal, por el contrario emana una seguridad y hermandad femenina.

También pasa que cuestionas los feminismos y aunque en un principio tratas de identificarte con una corriente, de hacer tu manada feminista, caes en la cuenta, que el feminismo no sólo se trata de eso, sino de tener convergencias cuando es posible, no tenemos porque andar de la mano en todo y para todo.

Es sano, tomar distancia, tener diferencias entre la manada, lo que no podemos es expropiar la voz de todas las mujeres, ni obligarlas a enunciarse feministas, ni a juzgar sus prácticas, con la jugada de, tu si eres auténtica feminista, vos no, y así. ¿Quiénes somos para certificar las prácticas feministas?

Lo que quizá si podemos y está a nuestro alcance es tratar de tener una práctica personal lo más coherente que nos permita este sistema económico, compartir nuestra experiencia en la búsqueda de nuestra libertad y si en esa búsqueda inspiramos a más mujeres, bien retribuidas estaremos.

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Autor Lado B
Patricia Chandomí
Periodista, activista, defensora de derechos humanos. Dra. En ciencias sociales y humanísticas con especialidad en cultura, género e identidad por el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica.
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