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“Es tan grave la pobreza endémica que se vive en los distintos campos agroindustriales en el municipio de León, Guanajuato, que los niños jornaleros son las principales víctimas de enfermedades que los llevan muchas veces a la muerte” dijo Giovanna Battaglia del Centro de Desarrollo Indígena de León (CDLI) en conferencia de prensa junto con representantes de varias organizaciones defensoras de los derechos humanos de los jornaleros agrícolas en Baja California, Guanajuato, Chiapas, Sinaloa y 15 estados más de la República Mexicana en los que se les contrata en condiciones de esclavitud.

En León, Guanajuato, dice la defensora de DH, se realizó una encuesta entre 100 niños de distintos campos jornaleros de las localidades de Barreto, Tres Marías, La Soledad y El Carrey y los resultados fueron que, el 42 por ciento de ellos tienen una desnutrición aguda, acorde a la relación peso-talla fijado por las autoridades de salud.

“Durante la cosecha de chile jalapeño o serrano, continúa diciendo Giovanna Battaglia, hombres, mujeres, niñas y niños mayores de 6 años trabajan jornadas de 10 horas aproximadamente, sin días de descanso en la semana, con un pago promedio de 100 a 140 pesos diarios. Las niñas y los niños que no realizan la actividad de corte del chile, se dedican a cuidar a sus hermanos menores dentro de los surcos de tierra o en las orillas del terreno de cultivo, sentados en hules durante 10 o 12 horas bajo los rayos del sol, sin posibilidades de tomar agua ya que no cuentan con ella”.

El CDLI ha detectado que desde 2011, las personas que llegan a trabajar en los campos de Guanajuato son cientos de familias originarias de la Montaña de Guerrero, principalmente de la zona Na Savi Mixteca que, al llegar a las zonas agroindustriales, habitan en situaciones lamentables ya que les rentan construcciones en obra negra o bodegas donde pernoctan en condiciones de hacinamiento. 
En estas edificaciones dormitorio no cuentan con servicios, ya que no hay agua potable a su alcance, ni baños sanitarios y están expuestos directamente a toda clase de pesticidas y químicos, con lo cual las posibilidades de cualquier enfermedad se elevan potencialmente.

Los salarios que perciben los jornaleros agrícolas, incluyendo a los niños, no son libres, ya que tienen que dar la correspondiente “cuota” al caporal, al transportista y a quienes comercializan los productos. El consumo de sus alimentos lo hacen en las denominadas “tiendas especiales” que pueden considerarse la nueva versión de lo que era una tienda de raya.

Battaglia finaliza diciendo que “por supuesto no existe ni postura, ni apoyo gubernamental al respecto”.