Lado B
Sánchez, el agente gente
El teatro infantil suele ser una de dos cosas: o un espectáculo irrelevante que considera a los niños y niñas como sujetos inacabados de capacidad mental media, o un producto mercantil y de contenido casi siempre moralista que algunas compañías producen sólo para vender en escuelas primarias y fiestas infantiles.
Por Josué Cantorán @josuedcv
05 de diciembre, 2014
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Josué Cantorán

@josuedcv

[dropcap]E[/dropcap]l teatro infantil suele ser una de dos cosas: o un espectáculo irrelevante que considera a los niños y niñas como sujetos inacabados de capacidad mental media, o un producto mercantil y de contenido casi siempre moralista que algunas compañías producen sólo para vender en escuelas primarias y fiestas infantiles.

La discusión sobre si la literatura dedicada a los niños puede alcanzar rangos artísticos elevados es en realidad obsoleta, pero eso no nos salva de que, aún hoy, el teatro infantil que se muestra con más frecuencia sea el que menosprecia a su público y lo ve como alguien a quien hay que recalcarle las cosas, reiterarle la trama a través de diálogos inverosímiles o explicitarle la moraleja al final de la obra.

Por eso es reconfortante ver que en esta ciudad haya varias compañías haciendo justamente lo contrario, trabajando con los niños desde una posición de horizontalidad y buscando estrategias que en verdad les motiven un gusto por la lectura y por el teatro. Una de ellas es Pipuppets, cuyo trabajo se centra, pero no restringe, al teatro guiñol.

Sánchez, el agente gente es una de sus obras actualmente en cartelera y que cuenta la historia de un detective privado a quien se le ha asignado la tarea de resolver el misterio de por qué los jóvenes de hoy ya no utilizan la ortografía adecuadamente. En su camino, se encontrará con personajes que le irán dando pistas del asunto, como Cortázar, Saramago o Elena Poniatowska, presentados en títeres que en verdad se parecen a los personajes que evocan.

A mi parecer, el aspecto más sobresaliente de la obra es que logra parodiar con sutileza e ironía a otro género: el film noir. Aquí vemos a un detective como el de las películas tempranas de John Huston, que se interna en los bajos mundos para detectar pistas de su búsqueda investigativa. Por ello que no le sorprenda que, aunque se trate de una obra para niños y niñas, en algún momento el agente Sánchez vaya a un cabaret mientras una actriz canta a ritmo de blues versos de Sor Juana.

Es verdad que el texto que da origen a Sánchez, el agente gente no es el más pulcro, y que prueba de ello es la abundancia de chistes fáciles, sobre todo aquellos que hacen referencia a la galanura del personaje central, por el que todas las personajes femeninas que aparecen en la obra –tanto títeres como de carne y hueso– se derriten, pero sí es de reconocerse que posee otras cualidades, como su capacidad de intertextualidad y su gran entusiasmo de reírse con los pequeños y no de supuestamente adiestrar su inteligencia.

La obra no redefine al género ni descubre el hilo negro pero sí logra su cometido de atraer a los niños de forma inteligente, de enseñarles sin menospreciarlos ni darles lecciones de moral, y eso no es poca cosa.

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Sánchez, el agente gente

De: Pipputets Títeres.

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Josué Cantorán
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