De los municipios de Huejotzingo, Cholula, San Martín, Tepeaca, Puebla, Chignahuapan, Zacatlán, Tehuacán, Oriental y Libres son originarias la mayoría de quienes son explotadas en el famoso mercado de la ciudad de México
La zona alrededor del mercado de La Merced, en la capital del país, es conocida como el prostíbulo más grande de América Latina. Ahí, la mayor parte de las mujeres explotadas sexualmente (el 25.6 por ciento) son originarias del estado de Puebla, específicamente de los municipios de Huejotzingo, Cholula, San Martín, Tepeaca, Puebla, Chignahuapan, Zacatlán, Tehuacán, Oriental y Libres.
El dato es resultado del análisis de 170 casos documentados por el Centro Madre Antonia, ubicado a unas calles del mercado, en el corazón de la ciudad de México, y que desde hace 25 años acompaña a mujeres en situación de prostitución y trata, en la defensa de sus derechos.
–Nuestra tarea fundamental es caminar con ellas, dignificar y fortalecer su vida dándoles herramientas para elegir nuevos caminos y que sean ellas mismas las agentes de su propio cambio, que asuman su ciudadanía y la conciencia de sus derechos –explica Carmen Ugarte García, de la Congregación de las Hermana Oblatas del Santísimo Redentor y coordinadora del Centro, durante su participación el pasado jueves en el XI Foro de Derechos Humanos y Acceso a la Justicia, organizado por la Universidad Iberoamericana.
Puebla fue calificado “foco rojo” en el 2011 por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) por su alta incidencia en casos de trata de personas con fines de explotación sexual. Se trata de un estado en donde se “captan” a las víctimas; que “exporta” víctimas, es decir que muchas de las personas explotadas en otros estados de la República y en algunas ciudades de Estados Unidos son poblanas; y es también un estado de “tránsito” para la explotación sexual.
De hecho el reciente Diagnóstico Nacional sobre la Situación de Trata de Personas en México, realizado con recursos de la Secretaría de Gobernación y a cargo de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC por sus siglas en inglés), consigna que el 41.1 por ciento de las personas mexicanas víctimas de trata en el extranjero, especialmente en Estados Unidos, es originario de Puebla, lo que pone al estado en el nada honroso primer lugar nacional en ese rubro.
Y aunque es un problema que ha destacado en los últimos años, el Diagnóstico de trata de personas realizado por Coespo en el 2013 revela que desde los años noventa del siglo pasado “existían indicios de que en la entidad se ‘captaban’ a varias personas para luego explotarlas sexualmente”.
El estudio del Centro Madre Antonia da cuenta de la violencia, la soledad y la discriminación que viven las mujeres en situación de prostitución y trata en la zona de La Merced y arroja algunas cifras:
El 26.2 por ciento mantiene una relación sentimental con alguien, regularmente su “padrote”, pero su estado civil es soltera o en unión libre (concubinato).
En promedio tienen 2 hijos, aunque otras tienen 3 o 4 y alguna hasta 9 hijos.
En casi todos los casos su grado escolar es de primaria o algún grado de primaria, una que otra tiene la secundaria. Y una es licenciada en Derecho.
Muchas de ellas viven preocupadas por su situación de salud, pues suelen padecer infecciones, VIH, o incluso sífilis.
El modo de enganche más común es la seducción y el enamoramiento de parte de los “padrotes”, la mayoría del estado de Tlaxcala; una vez dentro, los hijos se convierten en uno de los principales medios de manipulación y explotación, por parte de sus tratantes.
Al respecto, el Diagnóstico de trata de personas realizado por Coespo explica que:
“Para que el proxeneta, principalmente varón, adquiera poderes de dominio sobre la mujer que prostituirá necesita de un marco cultural ‘tradicional’ a manera de ritual de paso para lograr el cambio de la identidad de la mujer prostituida. Es aquí en donde podemos superponer a la trata de personas con los rituales de paso, cuando el proxeneta aplica su sentido práctico de la explotación por medio de estrategias de dominio sobre las mujeres a las que quiere someter. Lo hace en tres fases fundamentales:
•Reclutar-enganchar/separación: cuando recluta, por medio de la seducción y engaños, construye un “futuro promisorio” para la mujer.
[quote_box_right]–Lo viven con culpa, vergüenza, temor, lo hacen por falta de oportunidades de trabajo, y aunque algunas expresan que han entrado libremente a esta actividad, al poco tiempo nos damos cuenta de que no es así.[/quote_box_right]
•Trasladar/liminidad: traslada a la mujer para alejarla del medio que conoce y de los grupos de apoyo con los que cuenta para engañarla e iniciarla en la explotación sexual.
•Explotación/Reincorporación: es la aplicación de mecanismos de poder sobre ellas.
Puede ser por medio de violencia física, mediante golpes, amenazas contra su vida, la de su familia o quitarle a sus hijos, y; por medio de estrategias de sometimiento verbal y psicológico para engañarla y construir aspiraciones sobre falsos futuros. Ellas se someten por el ideal de futuro por compartir los deseos- aspiraciones que son construidos por su pareja –proxeneta”.
Para efectos de la documentación de los casos, el Centro Madre Antonia ha hecho una división en el área alrededor de La Merced.
Zona 1 (calles Zapata, Margil, Jesús María, De La Santísima, Guatemala, Mixcalco y Loreto):
De mujeres “independientes”, la mayoría de 50 años, que fueron explotadas desde su juventud por padrotes que terminaron abandonándolas a su suerte.
Presentan serios problemas de salud, de vivienda, algunas se siguen prostituyendo para aportar en el gasto diario y que sus hijos/as, nietos/as, nueros/yernos les permitan vivir u ocupar un rincón de sus casa. Algunas viven en Casa Xochiquetzal, un albergue para trabajadoras sexuales en retiro. Muchas sufren el abandono de su propia familia, hijos/as por quienes trabajaron toda la vida.
Algunas mujeres involucraron a sus hijas o nueras en esta actividad.
Responsabilizan a las jóvenes por su falta de clientes: “no hay nada, está bien jodido todo”.
En algunos casos prevalece la extorsión, por “madrotas” sobre todo, que cobran derecho de piso o comerciantes que piden pago por pararse afuera de sus negocios.
Zona 2 (calles Soledad, Limón, Corregidora, Santa Escuela, Rosario y parte de Circunvalación):
Son mujeres de edad mediana, entre 20 y 40 años, se hacen llamar también “independientes”, permanecen en prostitución para la manutención de hijos/as, son jefas de familia, a veces son responsables también de sus padres o de los nietos/as.
Conformen pasan los años se van fortaleciendo, ya no sienten la presión tan fuerte por parte del padrote, en darle la cuota fija o diaria, le van perdiendo el miedo, y si bien muchas siguen con ellos, se van dando cuenta de la relación desigual, de esa lógica de dominación y poder.
Empiezan a cuestionarse un cambio de vida “ya no es como el principio”, “el dinero alcanza menos”. Algunas quieren salir de la prostitución con una idea poco realista por lo que implica: una reorganización de la vida.
Zona 3 (Calles Manzanares, Zavala, San P hablo y parte de Circunvalación):
Esta zona es la de más difícil acceso. Son mujeres jóvenes, entre 18 y 35 años, que se mantienen en una relación con su padrote, viven la explotación sexual de parte de ellos.
Ellas no están a cargo de sus hijos, sólo de su manutención. Son mujeres que trabajan más de 10 horas todos los días. Viven una realidad ficticia que es la que las alienta, como “enamoradas”, se sienten queridas por su pareja o “padrote”, que su futuro está asegurado en bienes y amor, y también es común que digan “sólo es un tiempo mientras salimos de apuraciones”; que es una forma de enganche cuando estos hombres las enamoran, las seducen y les dicen: “nomás un rato, mientras salimos de apuraciones”.
Están en edad límite para ser consideradas buenas mercancías, pasados los 29 años las revenden a otros “padrotes” o son dejadas por su pareja porque ya rinden menos económicamente, viven mucha violencia por parte de proxenetas y clientes. Suele haber adicciones, alguna droga, pastilla o alcohol para no sentir, ahí vemos claramente que si tuvieran opción dejarían esa vida.
Hay prostitución forzada, hay trata, es una zona a la que tenemos poco acceso, son mujeres muy vigiladas.
Para Carmen Ugarte, después de 25 años de trabajo del Centro Madre Antonia, la prostitución obedece a muchas causas pero definitivamente ninguna la ejerce por elección o por gusto.
–Lo viven con culpa, vergüenza, temor, lo hacen por falta de oportunidades de trabajo, y aunque algunas expresan que han entrado libremente a esta actividad, al poco tiempo nos damos cuenta de que no es así.
Y su bien se trata de una zona donde por décadas ha habido comercio y explotación sexual, desde su percepción cada vez hay más mujeres, siempre mujeres más jóvenes, y ninguna política pública que atienda la situación en conjunto.