Lado B
El mal
El mal, de Patricia Suárez, cuenta una de las muchas historias que pueden ser contadas sobre la Segunda Guerra Mundial, el nazismo y sus efectos.
Por Josué Cantorán @josuedcv
26 de septiembre, 2014
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Josué Cantorán

@josuedcv

El mal, de Patricia Suárez, cuenta una de las muchas historias que pueden ser contadas sobre la Segunda Guerra Mundial, el nazismo y sus efectos.

Gershon y Blau, dos agentes del ejército israelí, resguardan a un criminal nazi en una casa de seguridad en Buenos Aires, a donde éste llegó después de la guerra haciéndose pasar por sacerdote, en espera de que se den las condiciones para poder trasladarlo a Israel de forma clandestina, y ahí enjuiciarlo.

El criminal nazi, sin embargo, nunca sale a escena, apenas se escuchan sus gritos salir de vez en cuando de las piernas del teatro, lo que se adivina como un cuarto contiguo a la sala de la casa de seguridad donde ocurre toda la acción escénica.

De hecho, El mal se inscribe en una forma de hacer teatro muy recurrida en América Latina desde los setenta: textos escritos para dos actores o actrices cuya acción se desarrolla siempre en el mismo espacio –un cuarto, un bosque, la cubierta de un barco, lo que sea– y en ocasiones en un solo tiempo.

Este formato ha respondido a las condiciones específicas de ciertos movimientos teatrales independientes en América Latina, pues se trata de obras que pueden ser montadas por compañías de pocos integrantes, con presupuestos limitados, en foros pequeños y con escenografías austeras.

Esto, además, implica siempre un reto enorme en el trabajo de dramaturgia. ¿Cómo transmitir toda una historia sólo a través de los diálogos de dos personajes? ¿Cómo lograr que se entienda todo su pasado sin que sus parlamentos suenen acartonados o inverosímiles?

[quote_left]Y es de reconocer cuando los directores apuestan por dramaturgia nueva de escritores vivos que siguen produciendo, y no sólo por fórmulas probadas, entendiendo que el teatro, como toda forma de arte, es esencialmente un ejercicio permanente de ensayo y error.[/quote_left]

El trabajo de este tipo que recuerdo mejor logrado es Orinoco, de Emilio Carballido, pero ejemplos hay para dar y regalar.

El mal, hay que decirlo, también es un buen texto. A través de sus escenas se van generando las tensiones necesarias que hacen que el lector o auditor se mantenga interesado en la historia.

Las personalidades discordantes de los dos personajes (uno más joven e ingenuo, otro adulto y escéptico), que mantienen sin embargo un objetivo común, van destapando de a poco las cuestiones esenciales de la obra, sus sustratos: ¿se es primero un criminal o un ser humano? ¿Han hecho bien a la humanidad los sentidos de pertenencia a un pueblo, a un dios?

En lo que El mal falla, también hay que decirlo, es en su dirección. Los cincuenta minutos que dura la obra parecen muchos más, pues el montaje no atiende del todo a las tensiones y distensiones que ofrece el texto original y, en cambio, sigue casi todo el tiempo un mismo ritmo y un mismo tono actoral que aletarga las escenas que tendrían que resultar, en teoría, las más climáticas.

Además, el entendimiento global de la obra no se lograría si no fuera por elementos metatextuales, como grabaciones de una voz en off, lo que hace pensar que hizo falta algo más.

El que ofrece el Teatro Melpómene, en Puebla, es el primer montaje que se hace de El Mal, una obra de la argentina Patricia Suárez, es decir, es su estreno mundial.

Y es de reconocer cuando los directores apuestan por dramaturgia nueva de escritores vivos que siguen produciendo, y no sólo por fórmulas probadas, entendiendo que el teatro, como toda forma de arte, es esencialmente un ejercicio permanente de ensayo y error.

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El mal

Dirección: Luis Manuel Cabrera.

Producción: Teatro Melpómene.

Reparto: Alejandro Cossío y Aldo César Hidalgo.

Se presenta todos los viernes a las 20:30 horas hasta el 28 de noviembre en el Teatro Melpómene (17 Sur #310 Col. Volcanes).

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Con la reseña de El mal inicio esta columna, La cuarta pared, en la que semana a semana ofreceré un comentario personal sobre una obra de teatro de la cartelera de esta ciudad, un poco con la intención de promover que en Puebla se hace teatro todo el año, no sólo en la semana del festival estatal.

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Josué Cantorán
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