Lado B
El nido de la serpiente. Memorias del hijo del heladero, de Pedro Juan Gutiérrez
Por Alejandro Badillo @alebadilloc
22 de agosto, 2014
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Alejandro Badillo

@alebadilloc

[dropcap]A[/dropcap] menudo al escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez se le relaciona con Charles Bukowski, aquel viejo indecente, autor de culto para algunos, que en sus libros reflejaba episodios de su vida caótica, dedicada al alcohol, a las relaciones destructivas y sin esperanza. Cada vez que le mencionan al cubano la supuesta similitud entre las dos obras de inmediato marca su distancia y afirma que Bukowski no es su principal referencia aunque respeta su trabajo. Después de leer El nido de la serpiente. Memorias del hijo del heladero, libro que funciona como un prólogo a la famosa Trilogía sucia de La Habana, queda claro que hay bastantes diferencias entre los dos autores. Bukowski, es cierto, retrata con crudeza la vida de Los Ángeles y sus desheredados. Pedro Juan Gutiérrez hace lo propio con los vivales y marginados de Cuba. Sin embargo hay una diferencia perceptible: en el escritor norteamericano hay parsimonia al narrar. Su álter ego Henry Chinaski cuenta su vida como una crónica de la devastación de su vida. Su lenguaje, a pesar de la temática de su obra, rara vez es llevado al extremo. Desechado por el sueño americano, el antihéroe bukowskiano se limita a transcurrir, acepta su vida mientras haya suficiente alcohol y una mujer de vez en cuando. El álter ego de Pedro Juan Gutiérrez no está disfrazado con un seudónimo o con un personaje ficticio; es él mismo, identificado con su nombre. Quizás por eso su narrativa tiene menos contemplaciones y el protagonista funciona como un “yo potenciado” del autor, una especie de demiurgo que tiene poderes para realizar casi cualquier deseo.

Anagrama, 1era edición 2006

Anagrama, 1era edición 2006

El nido de la serpiente. Memorias del hijo del heladero se mueve, de inicio, en la línea de los libros autobiográficos: un adolescente sin futuro deambula por las calles de Matanzas, su ciudad natal. En algún momento el lector podría percibir que está ante una obra de iniciación, una historia en la que el personaje busca un modelo a seguir y se enfrasca en madurar y aprender lecciones. Sin embargo, al avanzar en las páginas, nos damos cuenta que las aventuras del Pedro Juan Gutiérrez son más un delirio rabelesiano que una puntual crónica de hechos. Teniendo como escenario la cuba comunista de finales de los sesenta y principio de los setenta, El nido de la serpiente es un retrato de la clase cubana desheredada, pobre, sometida a una clase política y gubernamental que está siempre al acecho. Pedro Juan Gutiérrez tiene como único escape el ocio, la lectura y, sobre todo, el sexo. Como en la obra autobiográfica de otro cubano, Reinaldo Arenas, Antes de que anochezca, el sexo se presenta como una fuerza de la naturaleza, un modo de rebelión ante un sistema que permite pocas esperanzas. En Pedro Juan Gutiérrez el sexo es un poder difícil de controlar y que busca, a toda costa, desahogarse. El adolescente se hace amante de una vieja prostituta, después es llamado al servicio militar y trabaja cortando caña en días interminables. En cada uno de los episodios está presente el deseo de huir, de asesinar a alguien, de poner una bomba y acabar con todo. Construido con un lenguaje engañosamente fácil, divagador y, al mismo tiempo, estricto y definido, el protagonista se plantea en todo momento un futuro idealizado y, por eso, su inconformidad con la realidad con la que constantemente se enfrenta. Muchas de las escenas, abiertamente inverosímiles, juegan con lo carnavalesco y la caricatura. La narrativa de Pedro Juan Gutiérrez apela más a la imaginación que a los devaneos realistas de Charles Bukowski. Por eso, según mi punto de vista, es más atractiva y perdurará.

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