Hace algunos años nunca hubiera imaginado ver a dos hombres tomados de la mano en la Ciudad de México. Pensaba que eso nunca sucedería, o que quizá no estaría vivo para constatarlo. Tampoco creía que podría ver a dos hombres o dos mujeres manifestar su afecto, su amor, su cariño en público. Nunca pensé que acciones tan simples y cotidianas como darse un beso en la calle, podrían reivindicar toda una lucha que empezó hace muchos años. Nunca pensé tampoco que los matrimonios entre personas del mismo género, pudieran tener una condición legal, y la verdad es que tampoco pensaba que en el país se pudiera reconocer a la homofobia, como una realidad que todos los días lastima y lesiona silenciosamente a muchas personas sólo por el hecho de ser (o aparentar ser) homosexual, lesbiana, bisexual o transgénero.
Y es que en esta ocasión, por primera vez en la historia de México, se ha instituido el 17 de Mayo como el “Día Nacional de la lucha contra la Homofobia“, publicado por decreto oficial el pasado 21 de Marzo; de esta manera se sustituye el “Día de la Tolerancia y el Respeto a las Preferencias” (que en realidad no decía mucho) y que se conmemoraba desde el 2010.
¿Por qué es importante este cambio?
Porque la sustitución del nombre coloca a México a la par del marco de derechos humanos que rige a la comunidad internacional. Esta modificación refuerza el desarrollo de políticas contra la homofobia, la xenofobia, la misoginia y la discriminación relacionadas con la apariencia, contempladas en la recién aprobada Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación.
Pero también es importante porque desde hace tiempo sabemos que la homofobia está profundamente vinculada con la salud. Particularmente la homofobia (y utilizo el término en su concepto más amplio que incluye también la transfobia, lesbofobia, bifobia, etc.) interrumpe y obstaculiza el acceso a los servicios de salud más básicos para las personas en mayor vulnerabilidad a la infección por el virus de inmunodeficiencia humana, pero también para aquellas que debido a su condición, su elección o el ejercicio de su trabajo, tienen mayores posibilidades de adquirir la infección.
Si bien sabemos que desde hace algún tiempo la epidemia del VIH sida en México se encuentra en un periodo de estabilización (entre la población general), sí se ha recrudecido en los grupos de población más vulnerables como hombres gay y hombres que tienen sexo con hombres (HSH), usuarios de drogas inyectables, mujeres y de manera muy remarcable en personas transgénero, particularmente aquellas que realizan trabajo sexual. Sin duda este recrudecimiento está muy relacionado con la homofobia, la transfobia, el estigma y la discriminación que lamentablemente aún son cosa de todos los días.
La homofobia en realidad tiene varias aristas y no quisiera olvidar la fobia que también existe hacia las personas que viven con VIH, y mientras en otros países están discutiendo si las personas no indetectables son los nuevos negativos, muchos de mis amigos que viven con VIH saben que pueden vivir una vida larga y saludable, saben que pueden tener hijos, pero continúan teniendo terror de hablar de la infección con sus nuevos novios (o ligues) serodiscordantes, hartos de la misma respuesta: “cuentas con todo mi apoyo, mi respaldo… y mi amistad (sólo mi amistad)”. ¿No deberían las nuevas tecnologías (como grindr o manhunt) incluir la frase: indetectable desde…”.
Este fenómeno es muy complejo cuando sabemos que el VIH es tratable y prevenible, pero cuando al mismo tiempo existe una “serofobia” social, que polariza a las personas que viven con VIH en víctimas inocentes o en perversos promiscuos sexuales, en realidad las personas que viven con VIH no son ni uno, ni lo otro, son simplemente personas expuestas a una infección, eso es todo. El principio MIPA (Mayor involucramiento de personas afectadas) justamente plantea la importante contribución de las personas afectadas por el virus en la respuesta y en la prevención, pero al mismo tiempo busca darle un rostro más humano y cercano.
En un clima de estigma y discriminación resulta muy difícil que prosperen iniciativas a favor de la equidad y el desarrollo humano, y específicamente en materia del VIH sida es difícil que prosperen los programas de prevención y atención. Esa podría ser una respuesta parcial a la pregunta de ¿por qué no han disminuido las tasas de infección entre estos grupos? Y es cierto que aún queda camino por recorrer, si queremos abatir las infecciones por VIH y tener por primera vez una generación libre de sida, tenemos que trabajar a la par en combatir el estigma, la discriminación y por supuesto la homofobia.
Tenemos evidencia de que las nuevas estrategias de prevención, apuntaladas en los recursos científicos más recientes han surtido efecto en inhibir nuevas infecciones, como muestran los estudios iPrEx y “Compañeros (Partners PrEP Study)”. Estas investigaciones realizadas en los Estados Unidos en cohortes de parejas serodiscordantes han mostrado su eficacia. Por supuesto también puede implicar efectos no deseados en la modificación de cambios de conducta que podrían decrementar el uso –de por sí ya bajo y cada vez menos de moda- de condones, o de otros mecanismos para evitar la infección, sin mencionar los costos que estas nuevas tecnologías tienen en los sistemas de salud, lo cual plantea nuevos desafíos en la prevención, en la que estrategias novedosas como el enfoque del continuo de la detección y atención del VIH y la prevención combinada marcarán nuevas pautas. En el caso de México y con respecto a la cascada del tratamiento algunos estudios estiman que del total de personas que actualmente viven con el VIH, 52% está diagnosticada, 44% requiere tratamiento, 40% está en tratamiento y 26% está en tratamiento con el virus indetectable. Lo que equivale a que siete de cada diez personas que viven con VIH (y que presumiblemente pertenecen a las poblaciones en mayor vulnerabilidad antes descritas) no tienen el beneficio completo del tratamiento, que es imprescindible para mantener la supresión viral 1.
Quisiera concluir con algunas reflexiones derivadas de algunos artículos y estudios interesantes y originales que he mencionado a lo largo de este texto, que por un lado hablan de las personas (que viven con VIH) indetectables como los nuevos negativos. Otro, en contraste, habla de que en efecto hemos logrado notables avances con respecto al VIH pero este sigue y seguirá con nosotros mucho más tiempo. Posiblemente ambos tengan razón.
Tenemos que reconocer los cambios que sí se han podido realizar, el “Día Nacional de la lucha contra la Homofobia“es uno de ellos, pero esta conmemoración también debe ser una invitación al debate y a la generación de nuevas ideas acerca de la prevención del VIH en el país. Como decía un viejo pero vigente lema de ACT UP, “silencio es igual a la muerte”, lo que me hace pensar también en un viejo ejemplo atribuido originalmente a Jonathan Mann y que está relacionado con el recrudecimiento de las tasas de infección de VIH y otras ITS en las poblaciones más vulnerables (hombres gay y HSH, mujeres transgénero, usuarios de drogas inyectables). Mann decía que si no realizamos acciones de prevención dirigidas específicamente a estos grupos, es como tener un incendio y dirigir los extintores hacia donde no se encuentra el fuego, quizá es hora de volver a estos viejos mantras y dirigir nuestros extinguidores, nuestros esfuerzos, a aquellas poblaciones que están prácticamente en medio del fuego, antes de que sea demasiado tarde.
* Equipo Conjunto del ONUSIDA en México
Referencias bibliográficas:
1) Magis-Rodríguez, C. et al. The spectrum of Engagement in HIV Care: Cascade of Mexico. Abstract propuesto para el International HIV Treatment as Prevention Workshop 2014, del 1 al 4 de abril de 2014, Vancouver B.C, Canadá.
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