Historias Cienciacionales

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Leslie Vosshal no se sentía conforme con el número que un estimado realizado en el siglo pasado daba sobre los diferentes olores que percibimos los humanos: diez mil. Por supuesto que, comparada con otros animales, nuestra especie no se puede jactar de tener el mejor olfato del mundo. Pero a Leslie, investigadora de la Universidad Rockefeller, Estados Unidos, no le hacía sentido que pudiéramos percibir menos olores que colores.

El ojo humano tiene tres tipos receptores que trabajan en conjunto para que podamos percibir 10 millones de colores. En contraste, la nariz humana tiene 400 receptores olfativos. Mientas que se ha estudiado el rango de frecuencia de sonido que captamos los humanos y la manera en que percibimos la luz, no hay estudios importantes relacionados con la capacidad olfativa humana. Así que Leslie y sus colegas pusieron manos a la obra. 

El equipo de trabajo generó una estrategia para poner a oler mezclas complejas de diferentes olores a varias personas, y así saber si podrían separarlos. Utilizaron 128 moléculas odorantes para confeccionar sus mezclas. La colección incluía moléculas que, de manera individual, evocaban al pasto o a cítricos, entre otros. Pero cuando fueron combinados de manera azarosa, se volvían extraños, irreconocibles, e incluso asquerosos.

Los científicos les presentaron a sus 26 voluntarios tres frascos a la vez: dos emparejados y uno diferente. Las personas tuvieron que identificar la esencia distinta a las demás. Leslie y su equipo calificó con qué frecuencia las personas reconocían exitosamente el olor aislado. A partir de esto, extrapolaron cuántos olores distintos una persona promedio es capaz de discriminar si se le presentan todas las posibles mezclas que podrían ser hechas con 128 odorantes.

Entonces, obtuvieron el número ganador: al menos un billón de olores diferentes. Leslie dice estar sorprendida por el número tan grande, pero como en la naturaleza hay más de 128 odorantes, el número real es mucho más grande. También duda que una persona esté expuesta a tantos olores diariamente, pero le gusta pensar que, como el perfume del mundo está en cambio constante, nuestra nariz y cerebro siempre estarán listos para él.

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Fuentes:

Artículo original. Nota fuente de ScienceDaily.

Imagen tomada de este sitio.

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