Lado B
Jaramar experimenta el jazz en Caída Libre
La cantante, acompañada de dos cómplices, se aventura a cambiar su estética musical
Por Lado B @ladobemx
09 de diciembre, 2013
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“Soy quien soy gracias a la música que he hecho, (…) a lo que ha sucedido en los escenarios que he pisado”, dice Jaramar Soto a Lado B, durante una entrevista en la que habla también de Caída Libre, un nuevo proyecto en el que junto a Eliud Ernandes  y Alejandro Alfaro, explora y experimenta con uno de los géneros más exigentes: el jazz

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Foto: Marlene Martínez

Josué Cantorán Viramontes

@josuedcv

Jaramar Soto había publicado sus primeros discos hacía años, su carrera como cantante de música antigua estaba ya consolidada, y su repertorio incluía desde canciones sefardíes hasta poemas de Nezahualcóyotl musicalizados. Pero faltaba algo aún. Ese algo era el jazz.

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–Empezó por una curiosidad, una inquietud mía –cuenta Jaramar a Lado B al respecto de su trío Caída Libre–. Yo tenía la curiosidad desde hacía años de ver qué pasaba si cantaba jazz porque considero que es una escuela fabulosa como género, y era un reto. A mí me atraen mucho los retos de los que no sé cómo voy a salir parada. Llevaba ya años tratando de conseguir cómplices para un proyecto así. Primero lo platicaba con los músicos de mi banda y decían: “ay no, es demasiado complicado”.

Así se abrió un nuevo camino para la intérprete, o más bien un camino paralelo a los proyectos que venía desarrollando como solista, e inició la búsqueda de otros músicos que, como ella, estuviesen dispuestos a dejar a un lado la comodidad de sus géneros para incursionar en otro, el jazz, que demanda a sus ejecutantes aptitudes muy elevadas.

La búsqueda fue tomando forma hasta que apareció un trío: bajo, guitarra y voz. Primero se uniría el bajista Eliud Ernandes y después de tocar con varios guitarristas hallaron al que integra actualmente el tercer elemento del trío: Alejandro Alfaro.

–Lo preferimos por encima de otros guitarristas que sí venían del jazz, sentimos que su musicalidad y su experiencia en otros géneros podía darle un giro –explica Jaramar.

Foto: Marlene Martínez

Foto: Marlene Martínez

Caída Libre ha significado para estos músicos un reto. Formados en otros géneros, como el rock o la música brasileña, su objetivo es experimentar, tomar distancia del estilo que han desarrollado en otros de sus proyectos musicales y empezar desde cero, cambiar no sólo el repertorio sino la estética de su sonido: salir de su zona de confort.

–El medio jazzístico –dice Jaramar–, además de ser una gran escuela, es muy exigente, entonces era como elevar la vara de la exigencia musical y plantearme qué pasaría con mi voz y qué podía aportar la experiencia de cantar jazz a los otros proyectos míos en cuanto a adquirir flexibilidad, libertad, etcétera.

–En la semblanza de Caída Libre dice que este proyecto los saca a ustedes de su zona de confort. ¿Por qué?

–Por lo mismo que acaba de decir Jaramar –responde Eliud–. El hecho de que no sea particularmente un trío de jazz y que exploremos otras rutas dentro del género, no nos permite manejar el lenguaje típico de un trío de jazz, sino que nos obliga a buscar otra forma de acompañar, de entender la música, de entender las canciones. Y, por el otro lado, no tenemos un respaldo de un pianista o un baterista que de repente están llevando el pulso, encargándose de cubrir la armonía, cosas así. Aquí es estar expuestos todo el tiempo.

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Eliud, Alejandro y Jaramar no sólo están formados en géneros distintos, sus influencias musicales son tan diversas que abarcan un amplio panorama. El primero cita nombres como Dave Brubeck, Miles Davis, Pat Metheny, Jaco Pastorius, los Beatles, Led Zeppelín, King Crimson, Marillion, Maria Rita, el contrabajista Avishai Cohen y, especialmente, el compositor Carlos Chávez.

Para Alejandro Alfaro, por su parte, una de las mayores figuras musicales es Wayne Shorter, de quien le gusta “su forma de relacionar las melodías con los acordes que acompañan a estas melodías, que es algo que me mueve mucho cuando lo analizo y lo escucho”.

Y Jaramar nombra sobre todo cantantes, como Elis Regina, de quien admira “su luminosidad, su fraseo, su timing perfecto, su alma saliéndole ahí, impresionante”, pero también Cassandra Wilson, Patricia Barber, Mike Patton, Toña la Negra, Ofra Haza, Montserrat Figueras y Björk.

Conjugar esas influencias en un repertorio de canciones no parece sencillo, pero Caída Libre parte de una lista que se basa en los temas clásicos del jazz pero escapa también sobre sus bordes hacia composiciones de músicos como Leonard Cohen, Jacques Brel y Agustín Lara.

–Todo lo que uno hace en la música tiene que partir de una apropiación, tienes que hacerla tuya, tiene que pasar por toda tu naturaleza, por todas esas capas, es como si fueran muchas coladeras o más bien muchas telas y cada una le aporta una gama, un color, un tono, un matiz a esta música, que es tu experiencia de vida en la música y en la vida. Tienen que ser canciones que nos gusten, con las que nos podamos identificar –dice Jaramar ante la pregunta sobre el proceso que siguen para elegir los standards de jazz que tocarán.

Foto: Marlene Martínez

Foto: Marlene Martínez

–Y que representen algo –añade Eliud–, porque muchas veces empezamos por la letra, que la letra de una canción signifique algo para nosotros, que no sea sólo una melodía bonita pero que la letra de ese standard nos pueda identificar en algo. Creo que sí empieza un poco por ahí, a lo mejor desde que está Alex ha sido una forma de trabajo distinta porque él tiene una forma de concebir la música muy diferente a otros guitarristas de jazz. A lo mejor Jaramar y yo entendemos una pieza, un standard, sí desde su melodía o desde su letra, pero Alex entiende un concepto muy grande de ese tema. Él lo empieza a abordar desde muchos puntos de vista diferentes, nos da muchas perspectivas y propone muchas alternativas a ese mismo standard y en esa búsqueda es donde empezamos, cómo nos identificamos con el tema.

–Además –continúa la vocalista–, ese momento de identificación no termina en el momento en que montas una canción, es un proceso permanente. Me parece que uno tiene que ver la música como algo que está permanentemente en transformación, en movimiento. La música, las canciones, es como plastilina y se va transformando. Una canción que llevamos tocando un año es ahorita muy diferente de cuando la montamos, y va a ser diferente dentro de seis meses y le encuentras distintas lecturas que te aporta a ti como persona.

–O incluso hemos dejado de tocar temas cuando ya no significan nada.

–Cuando ya paró esa transformación, ya no le podemos hacer nada, ya no es emocionante.

–Y lo dejamos de tocar.

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Otro de los puntos importantes que se plantearon los integrantes de Caída Libre tras el proceso de elección de un repertorio que a los tres convenciera fue que iban a tocar sus resultados en foros especializados en jazz, como una manera más de salir de su zona de confort y enfrentarse de manera directa a la escena del jazz mexicano. Así llegaron al festival Ejazz en Puebla, enfocado a intérpretes mujeres del género.

–¿Cómo ven la escena de jazz en México actualmente en cuestión de foros, espacios para tocar? ¿Hay suficientes?

–Nunca va a haber suficientes, deja tú en el jazz, en nada –responde Jaramar, entre risas.

–Sí, en nada –coincide Eliud–. Nosotros venimos de Guadalajara y particularmente ahí en cuanto a foros es muy difícil, muy muy complicado. No es nada más que los foros no sean suficientes, cuesta trabajo encontrarlos.

–Y que sobrevivan como foros interesantes, pero eso pasa también en la ciudad de México. Es una lástima porque de entre los músicos mexicanos, los músicos de jazz son de los mejores, de los músicos que realmente el país debe de cuidar, las instituciones y todo. Pero es un problema de la cultura en general, los espacios para la música, para el arte, son insuficientes permanentemente, y luego se cierran los que existen.

–Parece mentira pero los espacios tradicionales se cierran –interviene Eliud–. Eso es muy complicado.

–Y además otra cosa que es triste y por la que hay que estar trabajando es que muchos de esos espacios son iniciativas independientes, que están ahí precisamente para proporcionarnos foros pero que a esas personas les cuesta muchísimo trabajo mantener. Y si se trata de elevar la calidad de la música tienes que partir de la premisa de que esa música tiene que ser profesional, tienes que elevar la profesionalización de todos los que viven en el mundo de la música: de los espacios, de los ejecutantes, de los promotores, de todos. Si quieres ser profesional tienes que vivir de eso y eso es lo que cuesta mucho trabajo. Puede haber espacios pero que no tienen alto nivel de calidad, de audio o del espacio físico, entonces como que hay que trabajar constantemente. De pronto cuando te encuentras un lugar que hay aunque no sea muy grande, tenga la infraestructura, veas que es como El Convite o Foro 81, que eran los importantes.

–O aquí –dice Eliud, refiriéndose a Jazzatlán, en pleno centro de San Pedro Cholula.

–O Salón Púrpura.

–Que también quedó cerrado –lamenta el bajista.

***

En Jazzatlán Cholula hay espacio para unas cincuenta personas. El concierto de Caída Libre generó tal demanda que será una de esas noches en que las personas que vayan solas o en pareja deberán compartir mesa con desconocidos. Será otra ocasión para que el trío demuestre, en un foro de jazz, con público de jazz, qué ha aprendido del jazz. O de la música, del escenario.

–Ustedes que se suben al escenario, ¿qué sienten cuando están ahí? –se les pregunta en la entrevista, mucho antes del concierto pero después de su prueba de sonido, en Jazzatlán.

–Pues sientes que estás vivo, realmente –dice Eliud–. Yo sí siento que estoy vivo, más bien abajo del escenario es donde siento que no estoy completo. En el momento de estar ahí arriba es mi vida, es lo que me gusta hacer, donde me gusta respirar, donde me gusta moverme, y me siento muy tranquilo en el escenario. Me siento mucho más incómodo abajo.

–Cierto, sí, pues yo también –interviene Alejandro–. Claro que en el escenario se crea una magia y es un momento muy especial, pero también al estar haciendo música. El estar en el escenario es de cierta forma la culminación de un trabajo, pero un ensayo también se disfruta mucho, cuando estás estudiando en tu casa, haciendo música, siempre que estés haciendo música estás feliz, en el escenario tal vez explota un poco más.

–Yo creo que la música en general se trata de una manera muy importante del flujo de energía, la energía que generas al estar haciendo música y que fluye entre la gente que está arriba del escenario y el público –dice Jaramar para finalizar–. La música tiene una razón de ser cuando hay alguien a quien se la puedas entregar, y lo que sucede cuando esas personas la reciben, y la energía que te regresan, ese flujo de energía es como la fuerza vital. Yo de alguna manera siento que soy quien soy gracias a la música que he hecho, pero de manera muy importante a mi experiencia escénica, a lo que ha sucedido en los escenarios que he pisado.

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