Lado B
Si fueran Paulinos los que se embarazaran…
La historia de Paulina en 1999 es el caso más representativo en el imaginario común de la necesidad de despenalizar el aborto: una chica de 13 años, con grandes desventajas económicas, que sufrió una violación y por ello quedó embarazada. Con una historia así cualquiera puede “tocarse el corazón” y pensar que el aborto “tal vez no es tan malo en algunos casos”. Si abordamos la segunda parte de la historia, la reflexión puede pasar incluso a la indignación: El procurador de justicia, el director del hospital general y los pro-vida pasaron por encima de los derechos humanos de Paulina y la hicieron desistir de abortar mediante engaños, manipulaciones y mentiras.
Por Lado B @ladobemx
27 de septiembre, 2013
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Liz Ruiz

La historia de Paulina en 1999 es el caso más representativo en el imaginario común de la necesidad de despenalizar el aborto: una chica de 13 años, con grandes desventajas económicas, que sufrió una violación y por ello quedó embarazada.  Con una historia así cualquiera puede “tocarse el corazón” y pensar que el aborto “tal vez no es tan malo en algunos casos”. Si abordamos la segunda parte de la historia, la reflexión puede pasar incluso a la indignación: El procurador de justicia, el director del hospital general y los pro-vida pasaron por encima de los derechos humanos de Paulina y la hicieron desistir de abortar mediante engaños, manipulaciones y mentiras.

Así sí es posible que algunas personas piensen en la importancia de hablar del aborto y tal vez de despenalizarlo. El caso más extremo es el representativo.

Sin embargo, hay varias cuestiones también bastante profundas en esta historia, ya antigua, que merecen ser analizadas.

Si bien el caso de Paulina aún sirve como ejemplo al hablar del aborto, lamentablemente no es el único, ni en cantidad ni en magnitud, pues situaciones como esa siguen siendo cotidianas a pesar de los catorce años que nos separan de ese entonces (catorce años que se podrían notar palpablemente en los derechos de las mujeres). Y de este tema tan polémico siempre hay algo que comentar y tod@s nos sentimos con derecho a opinar. Que si yo no entiendo cómo se embarazan si ahora ya hay tanto anticonceptivo (¿Cómo cuáles? ¿Cómo se usan? ¿Cuánto cuestan? ¿Por qué fracasan?). Que si la mujer quiso coger ahora que asuma su responsabilidad (Ese es mi lugar común favorito: ¿Solo ella quiso coger? ¿Y qué, violó a su compañero? ¿Ahora que asuma su responsabilidad? ¿Acaso tomar la decisión de abortar no es responsabilizarse? O de plano… ¿no será que lo que realmente dice esa frase es “el erotismo de la mujer merece ser castigado”?). Que si la criatura es un regalo del cielo, un designio de Dios, que si lo va a amar mucho cuando nazca (perdón, pero Dios no paga la renta).

Todas las personas en este tema nos erigimos como estandartes de la moral, y no solo eso, también de la cordura, la ecuanimidad, de la economía sabia, en fin. Nos brota la genialidad al hablar de esto. Y curiosamente nadie lo discutimos como un dilema ético (que necesariamente apunta a la decisión personal) sino que lo dirigimos hacia el debate teórico sociológico moralista, diciendo lo que las demás mujeres deben hacer. Pero nadie somos esas mujeres. Nadie somos Paulina, ni Concepción, ni las presas por homicidio en grado de parentesco por sufrir un aborto espontáneo. Por lo tanto ¿qué nos da derecho, y con qué autoridad moral damos una orden a las mujeres que están en situaciones diferentes a las nuestras, mujeres que tienen el derecho a pensar y decidir diferente a mí?

Otro punto importante, y no sé si lo han notado (llámenme supersticiosa), pero tengo la impresión de que solo las mujeres se embarazan (ya sé, estoy loca). Así es, solo las mujeres tenemos el potencial del embarazo. Por lo tanto el tema del aborto está totalmente permeado por el género y por ende por el avasallador machismo que impera en nuestra vida a cada momento. Porque condenar el aborto es condenar a la mujer embarazada, sus circunstancias, sus decisiones, sus errores y aciertos. Nadie cuestiona jamás al hombre que la embarazó (la férrea derecha incluso prefiere justificar la violación antes que reconocer el derecho al aborto), nadie le pide al hombre que “asuma la responsabilidad” de su erotismo, nadie le reclama su falta de pericia al elegir entre la “vasta” oferta de anticonceptivos que hay. Y sin embargo son los hombres los que legislan, juzgan y castigan una situación que biológicamente es imposible que puedan experimentar. Sin embargo son ellos los que impiden los abortos, el médico, el  procurador. ¿No es este un asunto de las mujeres? Mejor aún: ¿No es este un asunto de cada mujer?

En este tema tan complejo no solo estamos discutiendo “la vida de un inocente” (el cual aún no existe en realidad, solo potencialmente), estamos discutiendo también el derecho de la mujer a disfrutar y decidir sobre su erotismo, su plan de vida, la (in)existencia del instinto maternal, el patriarcado y la clase social. Porque no solo las mujeres en situación de pobreza abortan, pero sí son solo ellas las que van a la cárcel. Las mujeres ricas abortan en clínicas privadas o en Estados Unidos y por ahí pasan a hacer shopping.

Condenar el aborto es condenar a las mujeres a seguir viviendo al desamparo de la opinión pública, sin empoderamiento, sin derechos, sin ellas. Es condenarlas a la cárcel, como si fuéramos delincuentes, como si fuera lo mismo asaltar que decidir sobre mi maternidad. Las mujeres que cumplan con su obligación de parir ¿Y los hombres? Supongo que a divertirse y beber cerveza, es fácil ser hombre (y sigo con lo mismo).

Y condenar el aborto también es condenar a una criatura a vivir en condiciones que su madre considera no propicias, condenar a una familia a una nueva situación de pobreza y de desequilibrio emocional. Pero lo que más me sorprende de todo: es obligar a alguien a vivir una situación desfavorable que yo no voy a vivir, ni voy a ayudar, ni tendré nada que ver. Qué fácil es nosotr@s hablar y opinar y denostar cuando no somos quien sufre.

Por todas estas razones y muchas más el 28 de septiembre se conmemora el Día Internacional de la Lucha por la Despenalización del Aborto. Porque nuestra sexualidad es del ámbito privado y la obligación del Estado es atender los problemas de salud pública y garantizar la calidad de la misma, no imponer una ideología o incluso una religión entre nosotras. Porque somos nuestras y no de los hombres. Porque exigimos derechos frente a la opresión del patriarcado. Porque hay miles de Paulinas en nuestro país, viviendo las desventajas de una ley injusta. Porque ya me puse muy “roja”. Y porque si fueran Paulinos los que se embarazaran ¿el aborto sería ilegal?

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