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El Final de los Tiempos de Jaime Panqueva
El final de los tiempos libro de cuentos de Jaime Panqueva (Bogotá, 1973) es una muestra heterogénea que echa mano de distintos trucos y artificios que dan forma a historias que van de lo cotidiano a lo fantástico y de lo cotidiano a lo extravagante. Estructurado en tres partes: “Lux”, “Adumbro” y “Tenebrae”, El final de los tiempos se plantea como un viaje que aborda, además de anécdotas que sirven de centro a los cuentos, distintos estados de ánimo, atmósferas y estilos. Como lo indica la forma de clasificar los cuentos hay vocaciones más lúdicas y otras más oscuras.
Por Lado B @ladobemx
05 de septiembre, 2013
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Alejandro Badillo

El final de los tiempos libro de cuentos de Jaime Panqueva (Bogotá, 1973) es una muestra heterogénea que echa mano de distintos trucos y artificios que dan forma a historias que van de lo cotidiano a lo fantástico y de lo cotidiano a lo extravagante. Estructurado en tres partes: “Lux”, “Adumbro” y “Tenebrae”, El final de los tiempos se plantea como un viaje que aborda, además de anécdotas que sirven de centro a los cuentos, distintos estados de ánimo, atmósferas y estilos. Como lo indica la forma de clasificar los cuentos hay vocaciones más lúdicas y otras más oscuras. En todos los casos hay una prosa que dosifica recursos como la oralidad, el lenguaje antiguo que en ningún momento sacrifican la claridad y la precisión.

 Editorial NortEstación, 1era edición 2012.

Editorial NortEstación, 1era edición 2012.

El primer cuento del volumen establece uno de los referentes de Jaime Panqueva en la construcción de sus cuentos: claves escondidas que lentamente develan un final que lleva el texto en otra dirección. En “Esperanza y el inglés” una mujer en edad casadera sigue los pasos de un extranjero por la ciudad de México. Flechada por el desconocido se hace pasar por una guía de turistas para poder hablar con él. Pronto se hace ilusiones y ya se ve en el altar cuando un giro en la historia deja sus aspiraciones en el terreno imaginario. Esta fórmula, cercana a la estructura clásica del cuento, evidencia una pluma que sabe guardar la sorpresa para las últimas líneas sin defraudar las expectativas del lector.

Otra línea sigue “Hipnosis”, segundo cuento del libro, ya que la sorpresa se revela desde las primeras palabras: un terapeuta anónimo hipnotiza a una mujer y le hace vivir un mundo en que las mujeres adoptan los roles masculinos en la sociedad. Aquí hay otra veta en la narrativa de Panqueva: el humor que linda con la sátira al llevar una situación excéntrica hasta sus últimas consecuencias.

Otro cuento en el que se maneja de forma efectiva una vuelta de tuerca es “Gastronomía de acera”. Aquí, el elemento que vertebra la historia es la mente y las trampas que genera en momentos límite como la muerte: una posibilidad puede desdoblarse y tener vida propia sin importar las fronteras de la realidad. “Gastronomía de acera” muestra el poder de la literatura: palabras que crean un mundo concreto en la mente del lector, un escenario sin fisuras que respira y que trasciende el tiempo de la lectura. Hay cuentos que abrevan de lo cotidiano como “Huachicol”. La anécdota se ciñe al espacio reducido de un automóvil y a la plática de dos hombres mientras un niño, hijo de uno de ellos, hace travesuras en el asiento de atrás. Como la narrativa de Raymond Carver, en “Huachicol” hay algo que promete explotar, una tensión que está diseminada en eventos, en apariencia triviales, pero que crean una atmósfera que lentamente transforma al protagonista.

Hay dos relatos que van por aguas distintas: “La decimosexta ménsula” y “Leche”. En estas historias se aborda la fantasía en distintos niveles: en el primer cuento Jaime Panqueva sigue la misma línea de La rosa de la China, novela con la que ganó el premio Juan Rulfo en 2009 y que muestra una obsesión por la reconstrucción histórica y la aventura. En el caso del cuento el escenario sirve como detonante de una oscura fantasía, como las leyendas que se popularizaron en la época de la Colonia. El autor sabe ubicar al personaje en el contexto, dotarlo de un lenguaje creíble y, también, dejarlo en libertad sin necesidad de ejercer el tono didáctico que abunda en la narrativa histórica. En “Leche” tenemos una fantasía cuyo desarrollo la acerca a lo surrealista: un hombre que ha sufrido la muerte de su esposa sale por leche para sus hijos. La inquietud por dejarlos solos se transforma en un encuentro alucinado con un toro que lleva la historia al nivel de la fábula o, incluso, a interpretaciones más arriesgadas fruto de la incertidumbre que genera el autor.

En todo el volumen no hay temor para tocar temas disímiles. Cada relato es un universo que desarrolla de forma solvente un tono y un lenguaje propios. Esto, aparentemente sencillo, significa un reto: asumir la ficción con el oficio de alguien acostumbrado a construir felices mentiras, embaucar al lector y llevarlo al límite. En los cuentos de El final de los tiempos hay una aproximación a la condición humana que nunca olvida su condición de engaño y sus posibilidades imaginativas.

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