A Puebla la trazaron los ángeles, al menos eso cuenta la leyenda. Pero fueron manos indígenas las que edificaron la catedral y los edificios que albergarían a las familias que llegaron allende el océano Atlántico. Tlaxcaltecas que hicieron de la periferia poniente y norponiente de la naciente ciudad su hábitat también levantaron sus propios templos, dedicados a santos tan variados como el lusitano San Antonio de Padua o Santa Anita, a quien se le venera como la abuela de Cristo.
Algunos siglos más tarde, esos barrios y algunos otros aledaños como el del Refugio luchan contra el olvido, el abandono y el estigma de ser áreas urbanas en donde la delincuencia es un mal endógeno, pues algunas de sus calles albergaron durante el siglo pasado zonas de tolerancia y vieron nacer pandillas históricas como la de Los Pitufos.
En otro de estos barrios la lucha para detener el deterioro inmobiliario y la pérdida de los espacios públicos es contra empresas fabriles que se han asentado en sus calles, como sucede en Santa Anita con la compañía productora de pasta fundada por la familia Cernicchiaro: La Italiana.
–Son barrios con mucha riqueza cultural y que han estado olvidados desde hace muchos años por las diferentes administraciones municipales -explica en entrevista la doctora en arquitectura Adriana Hernández-, a lo mejor porque son zonas que no son tan rentables como otros espacios o como el primer cuadro de la ciudad.
La investigadora de la facultad de Arquitectura llegó en 2012 a esos barrios con una línea de trabajo a sus espaldas llamada: “Espacio público, participación ciudadana y Centro Histórico”.
–La idea es hacer proyectos de espacio público en zonas deterioradas con participación ciudadana, se trata de involucrar a los vecinos en todo el proceso, desde definir cuales son las prioridades y después potenciarlos para que obtengan y gestionen los recursos para llevarlos a cabo.
Un proceso que no ha sido fácil, fueron vistos con desconfianza, como uno de tantos grupos académicos que periódicamente se acercan a hacer alguna clase de estudio y concluido el trabajo no regresan. Pero ella y su estudiantes, reclutados como parte de programas que incentivan a los alumnos a involucrarse en la investigación en sus diferentes áreas, no se fueron por el contrario comenzaron a trabajar en uno de estos barrios históricos y después se extendieron a otros dos más, levantado en conjunto con los vecinos bibliotecas, espacios de convivencia a través de talleres y ciclos de cine “en tu barrio”, intervenciones graffiteras, reforestación y recuperación de parques y espacios públicos.
Y la experiencia, sostiene la académica, para los alumnos involucrados ha resultado lo suficientemente atractiva para que a pesar de que ya concluyeron con el tiempo estipulado en los programas universitarios sigan enrolados con el trabajo en los barrios, y los ha llevado a ganar reconocimientos como el que recién otorgó el ayuntamiento de Puebla al otorgarles el Premio Municipal de la Juventud 2013.
Los grupos de trabajo se dividieron en tres, uno de ellos le tocó trabajar directamente en “la bolsa del diablo”, el callejón de la 22 poniente, uno de los epicentros de los Pitufos, y otro más en la regeneración del parque Ángela Peralta.
–Ahora que estuvimos ahí si hemos encontrado problemática social, pero también mucho abandono, y la gente se ha ido expulsando de la zona por ese mismo abandono, por ello creemos que es importante que se rehabite la zona de otro modo irá muriendo –apunta la egresada de la Universidad de Barcelona.
–¿Es una zonas atractivas para hacerlas espacios habitacionales? –se le pregunta.
–El problema es que son zonas muy deterioradas, la vivienda está en pésimas condiciones por lo que las rentas son muy bajas, esto ha provocado la llegada de grupos poblaciones de otros estados, en este caso por ejemplo los oaxaqueños se están albergando en el barrio de San Antonio, las rentas son muy bajas y se vuelven atractivas pero no se le da mantenimiento. En el caso de El Refugio hay muchas zonas deterioradas que ya no son habitables, no hay inversión o resulta que los propietarios fallecieron y dejaron los inmuebles intestados y las viviendas abandonadas.
Santa Anita por su parte enfrenta un problema social de invasión de su espacio habitacional por parte de la empresa que produce la marca de sopa Italpasta.
La molestia en contra de la compañía lleva al menos cuatro trienios en las que los vecinos de la zona han sido testigos de una lenta pero continua apropiación del espacio.
Margarita Carrasco Porras, presidenta del Comité pro Defensa y Dignificación del Barrio de Santa Anita y Colonias Adyacentes, AC, declaró a finales de junio pasado al periódico Milenio que desde 1999 han enviado escritos, informes, solicitudes de apoyo y cartas abiertas a las autoridades municipales en turno para gestionar recursos y se dignifique el barrio.
“Mediante adquisición y demolición de al menos 20 vecindades, la fabriquita empezó a crecer y abarcar más espacio con autorización de las autoridades complacientes de cambio de uso de suelo, cuando la zona no es para una empresa de este tipo por eso pedimos que emigre”.
De hecho fue en el trienio de Mario Marín cuando se le autorizó a la empresa el cambio de uso de suelo de 3 mil metros cuadrados en la manzana ubicada entre 11 y 13 Norte y entre 28 y 30 Poniente. Diez años después en el trienio de Blanca Alcalá se aprobó un segundo cambio de suelo en la misma manzana por 480 metros cuadrados, a pesar de la petición de los vecinos de que no se autorizará.
Los vecinos también han denunciado que los vehículos pesados que transportan el producto de la empresa obstruyen el paso pues usan como estacionamiento y a veces hasta patio de maniobras las calles del barrio, pero también han contribuido al deterioro del templo –dedicado al Señor de la Salud— golpeado por sismos y hundimientos.
–Se trata –explica la investigadora universitaria— de un espacio que no está hecho para albergar industria, por política pública no deberían estar ahí pues el barrio todavía entra dentro del perímetro de la zona de monumentos. Hay un movimiento social en el barrio pero no han podido con la empresa. Inclusive las estrategias que plantearon los chicos este verano, más bien era dialogar con ellos y a través de un proyecto gráfico concientizar a la población de que deben aprender a convivir, pero la invasión de los trailers y el ruido de las maquinas vuelve muy complicada la relación.
“Habrá que buscar que la empresa asuma su papel de regeneradora de la zona, pero eso lo hablamos ante el ayuntamiento y dijeron que podría ser una idea viable para que sea la encargada del mantenimiento del parque”, concluye la investigadora.
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EL PEPO