Lado B
Los Cuentos Siniestros de Kobo Abe
Los cuentos siniestros –escritos a lo largo de varios años– se componen de siete cuentos: “El perro”, “El pánico”, “El grupo de petición anticanibalista y los tres caballeros”, “El huevo de plomo”, “La casa”, “La muerte ajena” y “Al borde del abismo” relatan, con diferentes aproximaciones, una situación llevada al límite.
Por Lado B @ladobemx
09 de agosto, 2013
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Alejandro Badillo

La soledad, la alienación y una atmósfera que oprime a los personajes, son características de la narrativa del escritor japonés Kobo Abe (1924-1993). Perteneciente a un grupo de escritores que asimiló influencias de otros países como Mishima, Tanizaki o Kawabata, Kobo Abe buscó con el absurdo acercarse a la complejidad del ser humano trascendiendo elementos espacio-temporales que aún podían ser identificados en sus coetáneos e, incluso, en autores posteriores como Haruki Murakami. Como apunta Gregory Zambrano en el prólogo del libro, el lector apenas advierte elementos que vinculen los cuentos de Abe con Japón, su cultura y su idiosincrasia. La mayor parte de las historias se desarrollan en medio de atmósferas de pesadilla que no necesitan mayor referencia que la identificación de un par de personajes y un territorio urbano en continua metamorfosis.

Traducción de Ryukichi Terao. Prólogo de Gregory Zambrano, Editorial Eterna Cadencia. 1era reimpresión marzo del 2012.

Traducción de Ryukichi Terao. Prólogo de Gregory Zambrano, Editorial Eterna Cadencia. 1era reimpresión marzo del 2012.

Los cuentos siniestros –escritos a lo largo de varios años–  se componen de siete cuentos: “El perro”, “El pánico”, “El grupo de petición anticanibalista y los tres caballeros”, “El huevo de plomo”, “La casa”, “La muerte ajena” y “Al borde del abismo” relatan, con diferentes aproximaciones, una situación llevada al límite. Kobo Abe busca trascender la mera etiqueta de los géneros literarios y en sus cuentos mezcla el terror, el surrealismo e, incluso, la ciencia ficción. Uno de los textos más interesantes, “El huevo de plomo”, nos cuenta la historia de un hombre congelado en el tiempo y resucitado en un futuro en el que, supuestamente, los humanos han modificado su cuerpo inyectándose clorofila para vivir como las plantas, sin necesidad de comer y dependiendo sólo de la luz solar. En este escenario futuro la longevidad es vista como un castigo y la muerte es autorizada hasta que cumplen más de 500 años de edad. Paradójicamente el hombre-antiguo prefiere el pasado a ese mundo donde no hay necesidades y que evolucionó gracias a la escasez. El cuento termina con una vuelta de tuerca cuando el viajero en el tiempo está a punto de huir a una zona donde viven “hombres poco evolucionados” que, supuestamente, trabajan para que no les falte nada a los hombres-vegetales. En este cuento se privilegia la extrañeza del personaje que pasa de asombro en asombro. No hay explicaciones prolijas como en la Ciencia Ficción tradicional y la historia mantiene un tono ambiguo que aguijonea el interés del lector.

En “La muerte ajena” y “El perro” Kobo Abe recurre a un truco efectivo: evita cualquier introducción o preámbulo y pone, casi al instante, a su personaje en una situación absurda. En el caso de “La muerte ajena” el inquilino de un edificio encuentra un cadáver. A partir de ese momento el personaje comenzará una lucha contra sus pensamientos que lo llevan a la paranoia cuando bosqueja su futuro tras las rejas y busca coartadas, siempre infructuosas, para escapar de la justicia. La forma en que la mente se convierte en una trampa, las justificaciones y obsesiones que sustituyen la preocupación principal por una secundaria, recuerdan el ejemplar cuento “La fruta en el fondo del tazón” de Ray Bradbury en el que un asesino accidental se concentra en limpiar la escena del crimen sin importar que la policía ya haya llegado.

En “El grupo de petición anticanibalista y los tres caballeros” Kobo Abe echa mano de un artificio que se puede percibir en otros cuentos: un lenguaje libre de florituras, interesado en construir un fraseo corto que funciona como el tic-tac de un reloj, un péndulo que envuelve al protagonista hasta llevarlo a la locura. En este cuento el truco se repite pero concentrado en diálogos absurdos cuyas reminiscencias nos llevan al teatro de Beckett: un personaje argumenta ante tres hombres (los tres caballeros) las razones por las cuales no deben comer a los ciudadanos de las clases inferiores. Los hombres cuestionan una y otra vez la petición del hombre ya que les parece muy extraña. Como los protagonistas de las novelas del Marqués de Sade los que están arriba encuentran lógico y natural abusar de los menos afortunados. Esta aparente desconexión social crea un entorno que abona al desconcierto; como en otros cuentos el lector se ve obligado a seguir el juego e interpretar los símbolos y la ironía que se ocultan tras las palabras de los personajes.

Los cuentos siniestros de Kobo Abe en traducción directa del japonés muestran un autor que trascendió los clichés asociados a la literatura de su país –historias bucólicas de geishas o de samuráis– explorando situaciones inverosímiles y experiencias claustrofóbicas que lo vuelven un autor que habla, sobre todo, del mundo moderno y sus trampas.

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