Lado B
Un villano de película [o cómo normalizar la homofobia]
Hoy, uno de los muchos días al mes en que decido visitar mi café favorito, tuve la mala fortuna de toparme con un gandalla que por alguna razón que mi mente pseudo-civilizada no entiende, se sintió dueño de una calle.
Por Lado B @ladobemx
16 de mayo, 2013
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Tuss Fernández

@ituss79

De tu ausencia se construyen los muros de esta prisión

– ¡Para eso hay estacionamientos, pinche miserable!

Hoy, uno de los muchos días al mes en que decido visitar mi café favorito, tuve la mala fortuna de toparme con un gandalla que por alguna razón que mi mente pseudo-civilizada no entiende, se sintió dueño de una calle.

El tipo en cuestión, un franelero de mala pinta, decidió que quería apartar justo el lugar en el que yo había decidido estacionarme. Pero llegó tarde, cuando puso su caja de refrescos, yo ya tenía medio carro acomodado y no tuvo más remedio que quitarla. Claro que antes me lanzó, como diría Ana Francis Mor, la mirada número 94. O sea, que me vio bien feo, por si no había quedado claro.

40 minutos después y cumplida mi cita en el café, regresé a mi carro y por supuesto, estaba rayado. Entonces fui yo quien le lanzó la mirada 94C [que es mucho más fea que la 94] al franelero y pedí el apoyo de una patrulla para denunciar el atropello.

Dice la extensión Gatusso de la Ley de Murphy [que suele perseguirme] que ‘nada es tan malo que no pueda empeorar’ y en efecto. Mientras la policía detenía al sujeto, los vecinos de los locales aledaños comenzaban a insultarme.

Que si ojalá me quedara yo si trabajo y no tuviera ni para comer, que ojalá la vida me tratara mal, que no más porque tengo carro discrimino a la gente pobre, que qué prepotente, que qué puto…

También hubo una señora que me dijo ‘ojalá Dios te ayude’ aunque tengo el presentimiento de que no me lo estaba deseando de muy de buena fe.

En fin, en unos minutos me convertí en el villano de la película.

A estas alturas, ya lo que menos me ardía era el rayón de carro y que un chango [con todo respeto para los changos] se apropiara de la vía pública con una caja de plástico y una garrafa, lo que me estaba reventando el hígado era que me acusaran de discriminar y que ese fuera su argumento más poderoso para intentar que yo renunciara a un derecho.

Es esa estúpida lógica, de querer vernos distintos y de poner la moral, por encima de la justicia.

Yo no estaba acusando al señor por su apariencia, ni por tener menos recursos que yo. Mi reclamo era que su transgresión de la legalidad, terminó en un perjuicio para mi y que seguramente lo mismo le habría tocado a cualquiera que como yo, hubiera querido hacer uso de la vía pública.

Tengo la impresión de que el airado reclamo vecinal estaba motivado porque al detener a su franelero, se quedaban sin quien les reservara estacionamiento frente a sus locales. Pero igual y esas son figuraciones mías.

Lo que es un hecho es que eso mismo pasa con los derechos a los que no tiene acceso la población LGBTIQ.

La moral de una mayoría ha sido el único argumento para negarlos a una minoría. Y con eso ha sido suficiente.

A nadie le quita nada. Los heteros pueden seguir gozando de su derecho al matrimonio, a la seguridad social de sus parejas, a la adopción, a heredar sus bienes…

Los únicos afectados somos unos cuántos a quienes se nos excluye por una condición que debería ser tan privada e íntima como nos viniera en gana.

Ese es el doble discurso de los paladines que salen a defender a los pobres por pobres, y que por otro lado son los mismos que nos juzgan y nos marginan a otros por putos, por jotos, por vestidas, por raros..

Podemos normalizar la delincuencia, el abuso, la injustica, la discriminación, la inseguridad, la corrupción y estar tan tranquilos como siempre pero, somos incapaces de permitir que otros tengan el acceso legal a una vida plena.

Creo que la misma lógica del señor que me dijo miserable por no usar estacionamiento para que no me rayen el coche, es la que ha de usar el gobernador Rafael Moreno Valle para no decretar en Puebla el Día Estatal contra la Homofobia [17 de Mayo]. Total, ha de pensar que si queremos seguridad y derechos, bien podemos lanzarnos al DF, o a Francia, o a Brasil [si nos gusta la samba].

El único y pequeñísimo detalle, señor gobernador, es que no queremos mudarnos. Queremos igualdad y justicia, aquí mismo, en Puebla.

Así que con su permiso [y sin él] mientras usted se cuida de no perder simpatías políticas en tiempos electorales, nosotros seguiremos exhibiendo su homofobia.

¿Renunciar a la lucha por nuestros derechos? Ni pensarlo.

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