Lado B
MSF, por el Congo con una nevera
 
Por Lado B @ladobemx
20 de mayo, 2013
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Imagen: http://es.ird.fr

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Médicos Sin Fronteras

La enfermedad del sueño amenaza a millones de personas en 36 países del África subsahariana. Muchas de las poblaciones afectadas viven en zonas remotas con poco acceso a servicios de salud adecuados, lo que obstaculiza la vigilancia y por lo tanto el diagnóstico y tratamiento de los casos.

Asimismo, el desplazamiento de grupos humanos, las guerras y la pobreza son factores que propician el aumento de la transmisión y esto altera la distribución de la enfermedad como consecuencia de la debilidad o inexistencia de los sistemas de salud.

Viajar a través de una jungla tropical en moto y cruzar ríos crecidos en canoa mientras uno transporta una nevera, un microscopio y un generador no es tarea fácil. Pero esto es lo que Will Turner, coordinador de proyectos de MSF y su equipo estarán haciendo las próximas semanas en una expedición para examinar a 40.000 personas en remotas aldeas de la República Democrática del Congo (DRC) de la enfermedad del sueño (Tripanosomiasis Africana).

El puebo de Bili, en el norte del país, se sitúa en un área boscosa entre el río Uélé y la frontera con la República Centroafricana. El área es una “zona caliente” en enfermedad del sueño, una enfermedad mortal transmitida por la mosca tse-tse, pero la región es tan difícil de acceder que el problema ha permanecido largamente olvidado fuera de ella. 85% de los casos de enfermedad del sueño se encuentran en RDC.

 “Decidimos acudir a este distrito porque es el foco más activo de enfermedad del sueño en el mundo”, explica Will Turner, “pero esta enfermedad mortal no se ha combatido aquí por la inseguridad y lejanía del área”.

En abril de 2013, el equipo móvil de MSF instaló un laboratorio y un centro de tratamiento en el hospital de Bili e inició el examen de la población local. Una vez todos sus habitantes fueron examinados, el equipo amplió su foco a los cincuenta pueblos, situados en el interior de la jungla. Los pacientes que sean diagnosticados con la enfermedad –letal si no se trata- serán referidos al hospital en Bili.

 “El equipo estará itinerando durante las próximas tres o cuatro semanas”, dice Turner. “Utilizarán motos porque los caminos a través de la jungla apenas existen. Dormirán en tiendas de campaña y cada día visitarán un pueblo diferente. Esperamos atender y curar a varios centenares de pacientes”.

Las complicaciones logísticas son enormes. Los abastecimientos pueden tardar un mes en llegar a Bili. Los aeroplanos, de pequeñas dimensiones y que tienen que aterrizar en pistas improvisadas, no pueden llevar grandes cantidades de material de vez. Los camiones deben cruzar ríos en barcazas y en muchas ocasiones sortear caminos bloqueados por vegetación caída. Durante la estación de lluvias, muchas poblaciones son inaccesibles.

Para acabar de complicar la situación, el examen de la enfermedad del sueño es complicado y requiere que determinados componentes mecánicos estén permanentemente fríos, por lo que neveras y generadores son indispensables. Para realizar el diagnóstico, los técnicos de laboratorio, que deben ser especializados, necesitan instrumental como microscopios y centrifugadoras, que son muy frágiles y que deben permanecer intactos durante su viaje por los bosques.

Recientemente el equipo ha permanecido durante nueve meses en Sudán del Sur, otro de las “zonas calientes” de la enfermedad, con un sistema de salud muy frágil, que lucha por superar décadas de guerra civil. El equipo se centró en poblaciones de Ecuatoria Central y Oeste, donde se ceba la enfermedad y consiguió examinar a sesenta mil personas. 38 casos fueron confirmados y tratados, algo que indica que la prevalencia de la enfermedad del sueño puede haberse reducido. Los equipos también colaboraron con el Ministerio de Salud para mejorar el diagnóstico y tratamiento en la zona. Más de doscientos enfermeros y médicos sudaneses recibieron información sobre cómo afrontar la Tripanosomiasis Africana.

Turner y su equipo, en Bili, esperan finalizar lo que MSF inició hace cuatro años cuando se localizaron y trataron 120 pacientes en únicamente tres meses. El proyecto tuvo que interrumpirse por razones de seguridad. Otro equipo de MSF está también situado en las poblaciones de Dingila y Ango.

 “Cuando examinamos a la población de un área tan extensa, salvamos vidas –y eso es lo importante-, pero también reducimos la prevalencia de la enfermedad, porque cada persona tratada es un paso en la buena dirección”.

La dificultad del terreno, lo pesado de la carga y la inseguridad regional no son los únicos retos. “Hasta que no haya instrumentos de diagnóstico más simples y baratos y fondos para los programas nacionales, eliminar la enfermedad será una lucha contínua”, dice Turner.

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