El 28 de mayo es reconocido por muchos países, entre ellos México, como el Día Internacional del Juego, desde 1998.
En la infancia el juego es tan serio e importante, como trabajar en la adultez.
A través del juego, niñas y niños aprenden a descubrir y a experimentar, interactúan con las personas y los objetos, es su manera de conocer y aprender.
Lo importante es el propio proceso de jugar, no la finalidad del juego. Da igual acabar el juego, da igual si ha llegado a construir algo, lo importante para es hacerlo, jugar.
El juego tiene un valor terapéutico, pues ayuda a liberar tensiones y a eliminar la energía retenida.
A través del juego niños y niñas pueden expresar sus emociones, lo que ayuda a su buen desarrollo emocional: enojarse con la muñeca, proteger al osito para que no tenga miedo, hacer un túnel para resguardarse de algo, jugar a construir para después destruir, etc.
Antes de los 3 años el juego se disfruta a solas o en compañía de alguien, pero sin compartir, y es preciso que no se “obligue” a hacerlo pues a esa edad aún no se reconoce el juego social.
Es importante que el adulto no dirija ni condicione el juego, y ponga al alcance juguetes que se puedan tocar y manipular sin que representen un riesgo.
Es imprescindible que el niño o la niña aprenda tanto a ganar como a perder en el juego, preparándose para trasladar y aplicar este aprendizaje a la vida cotidiana, y no engañarle haciéndole creer que es capaz y puede ganar siempre.
El Artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas establece que jugar es un derecho.