Amira George

Recuerdo el momento en el que recuperé la fe en el amor. Era una noche de miércoles, me encontraba en casa de mi mejor amigo, preparándome para salir de fiesta, cuando de pronto desde la sala escuché una melodía que me llamó la atención y una voz peculiar que narraba una situación a la cual no puse atención.

De pronto, me acerqué a la pantalla, para ver qué era ese algo que me llamaba desde la distancia, y me topé con imágenes llenas de color y de vida, un poco jugando con lo que después entendería era el concepto del programa.

Una chica sostenía un ave muerta en sus manos, y la intentaba acercar a un chico parado junto a ella torpemente intentaba no tocar al animal muerto, hasta que accidente lo rozó con la mano y el ave revivió.

“¿Qué es esto?” pensé sentándome en la sala y olvidando la fiesta. De pronto, un minuto después de que el ave reviviera una más murió. “¿qué diablos?” me repetí.

La serie: Pushing Daisies, una de esas maravillas que aparecen de vez en cuando en la televisión, y que por desgracia su paso es efímero, pues las cadenas estadounidenses han descubierto que los reality shows dejan más dinero que las series con contenido, producción y sentimientos.

La historia gira en torno a Ned, un joven que tiene una tienda de pays y un don especial, con un toque puede revivir a cualquier persona/animal/vegetal; sin embargo, su poder tiene dos claves, si deja algo vivo por más de un minuto algo más debe morir, y si vuelve a tocar algo que ya revivió regresa a estar muerto y ya no hay forma de regresarlo.

Por azares de la vida se junta con un investigador privado y aprovechan el don de Ned para “resolver” asesinatos.

Un día las cosas cambian, cuando Ned tiene que revivir a Chuck, la niña que fue su primer amor, para preguntar quién la mató, pero cuando se termina su minuto decide no tocarla y aferrarse a ella, aún cuando nunca puedan estar juntos de verdad. La justificación de él: “simplemente pensé que mi vida sería un poco mejor contigo en ella”.

Por si la historia no fuera suficiente, el diseño de personajes es magistral. Desde el detective privado malhumorado pero con buenos sentimientos. La mesera ex jockey de carreras. Las tías de Chuck con sus secretos y su agorafobia.

Pero creo que lo primero que enamora es la fotografía. Desde el vestuario hasta los focos de la escenografía están cuidados para llenar de colorido cada toma. Imaginen la fotografía de Big Fish en una serie de televisión. Capítulos y capítulos de belleza visual. No hay más.

Sin embargo, como el de Ned, el don que tiene el creador de Pushing Daisies, Bryan Fuller, tiene sus contras: tiene la habilidad de crear personajes bizarros pero a la vez tan humanos, de desarrollar historias que uno no pensaría que fuera posible llevar a la pantalla chica, pero estas no pasan del minuto de vida, que en este caso serían las dos temporadas.

En 2009 ABC decidió cancelar la serie, y desde entonces han corrido rumores de que se continuará la historia en un comic, el cual los fans ansiamos pues el final si bien cerró unos ciclos dejó demasiadas preguntas abiertas; en fechas recientes hasta se ha hablado de un show en Broadway, que si esto es cierto, venderé mi alma al mejor postor para poder ir.