Un videoclip por el que desfilan tetas (Bombay, de El Guincho), un festival que regala entradas a quien se imagine cubriendo de “leche” a alguien (Monkey Week), músicas que se hacen las fotos de promoción en paños menores (Anni B. Sweet), una lista de lo mejor del año en el blog musical más leído que mezcla comentarios sobre canciones y estilismo (“Hot hot hot chicas 2012”, en Jenesaispop)… parece que elecciones estéticas que en la mayoría de los ámbitos culturales serían descartadas por sexistas tienen cabida en la escena musical independiente.
Cuando hablamos de ‘indie’ nos referimos a la música que suele aparecer en la revista Rockdelux o en Radio3, la que se caricaturiza como ‘gafapasta’ o hipster y que se ha configurado como la norma hegemónica del buen gusto, frente a la música comercial o mainstream. La periodista Patricia Godes comenta que “el machismo en la música es general, debe ser lo único que refleja la realidad social dentro del mundo de fantasía y mentiras que es la música popular”. Y el indie no escapa de esta tendencia.
Al género indie se le suelen atribuir valores tradicionalmente asociados con lo femenino (dulzura, sensibilidad, debilidad) y refleja una masculinidad en apariencia distinta a la que retratan el hip hop, el rock, el reguetón y otros géneros recurrentemente tachados de machistas. Los músicos indies pueden mostrarse inseguros y tiernos. De hecho, las críticas más zafias a este género se ceban con la languidez. Pero esta tolerancia a los sentimientos masculinos no tiene por qué traducirse en relaciones más igualitarias entre hombres y mujeres.
Lea el artículo completo aquí.
EL PEPO