Lado B
Una Reina Chula por las calles de Puebla
Ana Francis Mor platicó con Reversible sobre el clóset, el respeto, los clichés, el feminismo y un poco más
Por Lado B @ladobemx
07 de diciembre, 2012
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Tuss Fernández

@ituss79

Pasaron algo así como 48 horas entre que hicimos contacto y logramos ponernos de acuerdo para realizar la entrevista. La comunicación fue tropezada por momentos, escasa, pero siempre con ese toque de familiaridad y calidez que imprime alguien que está acostumbrado a vivir por y para la gente, por sus causas.

Ana Francis Mor es actriz, escritora y periodista; todo un ícono de la comunidad LGBTTTI que la reconoce como una de las Reinas Chulas, compañía de teatro de la que es fundadora, o por el Manual de la Buena Lesbiana: columna catorcenal que se publica en la revista Emeequis  y que se convirtió en libro –del mismo nombre– en enero de 2010.

Dueña de un activismo inteligente y constante a través de las artes, la Reina Chula se dio tiempo para conversar con Reversible en un hotel del Centro Histórico de Puebla, justo a la hora de la comida y minutos antes de presentarse en “El Narco negocia con Dios”, una obra de Sabina Berman que la actriz dirige y ocasionalmente actúa, como sucedió en esta ocasión.

Un poco de ella, de sus relaciones, de su vida fuera del clóset, de su lucha por el respeto a la diversidad y de los clichés típicos de la población –como ella le llama– LGBTTTI, fueron parte de esta charla.

Háblanos un poco de ti, de lo que poco se sabe y se ha publicado…

—Soy la quinta hija de seis; puras mujeres, mexicana chilanga, vengo de una familia muy fuerte de puras mujeres. Como fui muchos años más chica que el resto de mis hermanas tuve cinco mamás, entre mi mamá y mis hermanas, y siempre me mantuve en un universo de mujeres. Yo creo que el feminismo lo aprendí en mi casa, porque había que defenderse de mi papá, que era típico machín.

Foto: @ituss79

Soy más bien tímida, tengo mis buenos espacios de soledad. Creo mucho en las relaciones fuertes y muy profundas con las personas y, como tal, tengo muy pocas amistades pero muy duraderas. Entonces, tampoco es que pueda establecer una relación profunda con alguien.

¿Por qué o cómo decidiste salir del clóset?

—Pues lo decidí un poquito para acabar con la esquizofrenia porque me era muy difícil estar en el clóset. Me resultaba muy ilógico, doloroso y estresante. Como que las dobles vidas siempre son estresantes. No tengo vocación de superheroína y de mantener una doble vida, entonces fue por una búsqueda de bajarle el estrés que empecé saliendo del clóset en todos los espacios, y cuando lo haces adquieres poder. Ahí sí funciona como en esos programas donde por cada inmortal que matas, te haces más poderoso; por cada espacio en el que estás fuera del clóset como que ganas poder y eso me fue gustando y me fue colocando en un lugar, dándome un espacio y ya… la ficción es la ficción, el teatro es el teatro, los personajes viven ahí pero en mi vida yo quería ser yo. También es cierto que estoy en un espacio de privilegios, es decir, mi trabajo y la ciudad en la que vivo me permiten estar fuera del clóset en todos mis espacios.

Poco a poco te vas dando cuenta que si la gente tiene un problema con eso pues es su problema, la homofobia se cura con educación y pues que se eduquen. La gente que te importa la educas y la que no, pues a la goma.

Tú eres muy activista y mucho de la lucha social, ¿esta lucha se puede, realmente, a través del arte?

—Yo creo que he sido tocada y favorecida por el arte, porque he tenido la oportunidad de ver y de hacer y eso me ha cambiado la vida. Entonces, lo que me gusta es compartir eso. Creo que el arte transforma, punto. Creo que nada como el arte para hacer una radiografía de las personas, de la humanidad; nada como el arte para conocernos, sorprendernos, comprendernos, enamorarnos, crecer, soñar, para imaginar cosas inimaginables, para volar. Nada como al arte para que te dure toda la vida. Es decir, tú puedes encontrarte una canción, una obra de teatro, una película, un libro que te haya cambiado la vida y que todavía lo recuerdas después de muchísimos años pero, unos tenis… la emoción te dura un mes y después, la neta, ya no. En ese sentido el arte me parece una inversión mucho mejor de mi tiempo y de mi dinero que tirarlo en algo que me dure un mes.

El interés por el arte se educa. Es poco como un músculo. Si lo aprendes a usar te das cuenta que caminas mejor, que respiras mejor. Es como un músculo que hay que entrenarlo.

Es cierto que el arte no es accesible en todos lados, aunque en este país hay muchos lugares muy artísticos. En esta ciudad, por ejemplo, si todos los espacios eclesiásticos fueran usados para el arte, Puebla podría ser la capital cultural de América Latina porque son lugares muy bellos, hay mucho arte por donde te pares y voltees. La cosa es cómo son usados, pero bueno, eso ya es otro asunto que tiene que ver con políticas públicas.

Cuando las personas tienen acceso al arte de manera amable y miran la transformación que puede producir el arte en sus vidas, ya no lo dejan nunca.

Muchos dicen que la comunidad LGBT está enfiestada, se vive más para el relajo que para la cultura…

—Creo que hay de todo un poco. De entrada yo no la describo como comunidad, para mí somos población. Porque comunidad significa que tenemos cosas en común y lo único que tenemos en común es que no somos heterosexuales, fuera de eso, la verdad es que hay muchas comunidades, muchos grupos distintos.

Foto: @ituss79

Sí hay mucha gente a la cual le encanta el desmadre, hay mucha a la cual le gustan otro tipo de cosas: les gusta la cultura, los libros… tiene que ver con dónde te sientes bien, dónde te sientes a gusto y sentirte seguro, dónde puedes ser tú. Los espacios para andar fuera del clóset también tienen que ver con eso, con la seguridad. Y sin duda nos falta todo por construir.

Una de las características de la población gay es que tenemos pocos hijos, y como tenemos pocos hijos, tenemos más tiempo y más dinero, y pues tenemos que buscar qué hacer con ese tiempo y con ese dinero. Una de las opciones es ir al centro comercial, sin duda, pero otra de las opciones es ir al arte, al museo, al cine, otro tipo de cosas. Lo que no sé es qué tanto, por ejemplo, las lesbianas seamos atraídas por el arte, o seamos atraídas también por los espacios públicos. Es decir, las mujeres llevamos prácticamente 100 años apenas ocupando los espacios públicos. Las lesbianas somos mujeres, entonces como el ir a esos espacios implica también romper un poco con el ser mujer. Son espacios de reflexión, de pensamiento, de ensimismamiento, de soledad y de encontrarte contigo misma. De pronto creo que las lesbianas por la educación emocional que tenemos de mujeres, estamos muy en el pedo de hueva del amor y muy poco en el alimento del alma: el arte.

Tienes una postura muy ácida sobre la doble moral y hoy tu obra (que señala mucho esa cuestión) se presenta en un lugar donde hace poco censuraron la obra teatral de un grupo de lesbianas…

—Claro, es un marco distinto. Efectivamente, el teatro tiene otros parámetros de selección. Ahora, esta es una obra de Sabina Berman, diles quién es Sabina Berman, es la mejor dramaturga de este país y ella es justamente la que plantea este asunto de la doble moral.

En los espacios de teatro más o menos todo se vale. El asunto con la censura siempre es un problema, porque además ni siquiera viene de arriba, sino que viene de los mandos medios que dicen “yo creo que mi jefe se va a enojar si ponemos esto”. Y bolas: se censura. Ahí lo que hay que hacer es seguirse presentando a huevo y denunciar eso porque es discriminación y es un delito.

¿Cuáles son los obstáculos con los que te has topado como artista o periodista?

—Uno de los principales obstáculos para mí es que lo que hago tiene que ver con muchas cosas. Por un lado soy muy activista, y por otro hago muchas cosas que tienen que ver con lo LGBTTTI y sobre todo que tiene que ver con el género. El problema es que esas cosas las tienes que hacer de manera muy eficiente para que no se convierta en tu mayor enemigo, es decir, para que no te digan que no puedes poner una obra de teatro que hable de feminismo porque es de hueva hablar de feminismo, porque de eso ya se hablo en los 70’s. Entonces, lo que tienes que hacer es plantear una obra de forma eficiente para que sea entretenida y divertida. Claro que uno de los temas subyacentes para mí es el género, siempre.

Yo he tenido que ganarme un doble punto, el piso de artista y el piso de activista, entonces, eso se complica pero al final es una doble ganancia.

¿La homofobia es muy marcada en ese contexto?

—La homofobia no es muy marcada pero la misoginia, sí. El patriarcado es enorme y está en todos lados. Yo vengo insistiendo desde hace un buen rato en la Ciudad de México que hagamos un análisis profundo de las políticas culturales con equidad de género porque no existen. Pero me dicen que, ¿qué es eso?, que nadie le está quitando el trabajo a nadie, que a una mujer no se le dice que no… pues no, claro que no, este es un problema bastante más profundo. Si tú miras la cartelera, seguramente te encontraras que el 75 por ciento de los dramaturgos es hombre y entonces, ¿qué historias estamos contando?, ¿qué narrativas estamos reproduciendo?

Seguramente te encontrarás que los puestos de poder están ocupados por hombres. De ahí, lo que te imagines y eso es lo que hay que discutir, pero a la gente de cultura les vale un cacahuate y a los propios artistas también. No lo ven, sigue siendo invisibilizado.

En tu última columna hablaste que asististe al Encuentro Lesbi-trans-feminista. ¿Cómo fue la experiencia?

—Fue muy bueno, muy placentero y renovador. Fue un feminismo con humor y eso es otro pedo.

En algunas organizaciones las lesbianas activistas no quieres incluir a las mujeres trans, ¿qué opinas de eso?

Foto: @ituss79

—Pues hay varias cuestiones a considerar. Me parece que sumar siempre es más inteligente que restar. Por otro lado son experiencias distintas. Es decir, si decimos que la discriminación de género está basada en la mentira de que ser hombre o ser mujer es distinto, y por lo tanto es menos ser mujer y es mayor ser hombre, entonces se nos cae al traste la idea de que ser mujer es nacer mujer. Ser mujer es hacerse mujer y las trans se hacen mujeres, entonces ¿son mujeres o no son mujeres? Esa es una discusión. Por otro lado es cierto, al haber crecido como hombres han sido socializadas como hombres, por lo tanto ocupan más espacio de poder, especialmente a la hora de los chingadazos.

A mí me parece una oportunidad de que las chicas trans aporten todo lo que tienen que aportar, que es muchísimo. Aportar sobre todo acerca de la discusión de la identidad de género, de la transexualidad y la intersexualidad al movimiento de mujeres que le hace buena falta, y también es una oportunidad para que las mujeres lesbianas tradicionalmente feministas aporten justamente desde su lugar como lesbianas feministas. Es decir, no creo que tengamos que partir desde la exclusión, creo que tiene que haber espacios diversos. A mí me resulta muy importante un encuentro feminista de mujeres, y me parece importante que no vengan hombres. Entonces tendríamos que hacer también un encuentro feminista de hombres y mujeres porque hay muchos hombres que quieren entrarle al feminismo y a otras maneras de la masculinidad.

Es importante conservar esto, tiene que haber un espacio de lesbianas feministas y espacios de lesbianas y trans feministas. No me parece que esté peleada una cosa con la otra. Lo importante es darse cuenta que es más importante sumar que restar.

Hablemos de estereotipos y etiquetas…

—Los estereotipos no los uso. Las etiquetas cuando me funcionan las uso y cuando no, pues no. A veces soy lesbiana, a veces soy intersexual, a veces no soy mujer… conforme me sirva.

 

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