Lado B
Crónica en tres días de Estudios Abiertos
Un festival de arte, un espacio para conocer y compartir
Por Lado B @ladobemx
10 de diciembre, 2012
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Ámbar Barrera

@AmbarBrizz

Este fin de semana fue de Estudios Abiertos, un proyecto que abre las puertas del espacio de trabajo de más de 20 artistas y, quizás lo más importante, genera un vínculo directo entre el público y los artistas.

Lado B estuvo pendiente de las actividades y compartimos aquí un poquito de lo que se vivió en algunos de los espacios participantes.

Uno. Viernes y la fiesta en la Mezcalería Coyoacán.

Esto no es una inauguración, es una fiesta. La mezcalería comienza a llenarse de gente que va dejando en la entrada sus pases con el sello de Estudios Abiertos. La pinta de cada persona es singular, algo hipster dicen por ahí: una joven de cabello rojo intenso y mechones amarillos, otras chicas con animal print, una en su saco y otra en los leggins, chicos con gafas enormes y colores brillantes. También están los más sencillos, los que sólo vienen de jeans y playera, y un grupo de mujeres con un estilo un tanto formal.

Foto: @earoche

A las 11:00pm el lugar está lleno. La gente que no alcanzó mesa se instala en donde puede dentro o afuera, en el jardín. Unos vienen y van, otros no descuidan sus lugares. El Dj mueve sus rastas al ritmo de electro cumbia: suena incluso Single ladies de Beyoncé o Another Brick in the Wall, de Pink Floyd.

Lo más pedido en la barra son las chelas y el mezcal, por supuesto. En la pared se proyectan imágenes que parecen hacer mitosis celular para consumirse y regenerarse a sí mismas, escenas urbanas y hasta, de pronto, unas botas tribales. La gente empieza a bailar y un chavo con casco de storm trooper -soldado imperial en la Guerra de las Galaxias- releva al Dj. De algún lugar han sacado un güiro y lo rolan entre quienes bailan.

Parece que todos ya se conocen. O recién lo hicieron y ya platican muy de cerca. Del otro lado de la barra las botellas se vacían, reemplazan algunos jarabes con azúcar y confunden naranja con toronja porque la música está a todo volumen.

Al storm trooper lo reemplaza un par de muchachos que hacen pasos de brake dance y juegan con una pelota que quién sabe de dónde salió.

La noche va acabando pero la promesa apenas inicia, y por delante quedan dos días de Estudios Abiertos.

Dos. Sábado y el recorrido en el Centro Histórico de Puebla.

Jacal Gráfico

En una de las típicas casonas del centro, ubicada en la 11 oriente entre 2 y 4 sur, se encuentra el cartel de Espacios Abiertos destacado con flechas. Al final de unas estrechas escaleras se escucha música suave. El Jacal está en la primera puerta. Ahí están comiendo galletas cuatro artistas: Adriana Escudero, María del Carmen Fernández Ferrer –mejor conocida como Menchú–, Mónica Muñoz Cid y Dulce Pinzón.

Sus trabajos están distribuidos, aunque revueltos, a lo largo de cuatro salas. Mónica me saluda cálidamente, sonríe y ofrece café. Dulce tiene en brazos a su bebé mientras le explica a otro visitante acerca de su trabajo en Nueva York. Menchú platica de manera más personal con un señor de pelo y bigote canosos mientras Adriana va y viene sonriente con una red que contiene unas pequeñas pelotas blancas.

Foto: @earoche

Las mujeres platican de la fiesta en la Mezcalería y cómo hasta se animaron a bailar, mientras Mónica me habla un poco sobre su trabajo en grabado y vamos hasta el balcón, donde me muestra una tela enorme y blanca con impresión en color negro que devela, entre el decorado floral original, siniestros y fantasmales rostros de narcotraficantes.

Después me invitan a sentarme con ellas. Dulce ha regresado a México hace poco, después de vivir en Nueva York por varios años: “Justo de eso hablábamos, de la nostalgia”. Me invitan galletas. Mónica y Dulce coinciden que este proyecto da la oportunidad de tratar directamente con el público, de vender, de platicar con la gente, por eso también hablan de algunos problemas con los que se tropieza el arte en Puebla y el país. “Aunque hubiera muchas escuelas en Puebla de arte, eso no asegura la formación de artistas talentosos”, dice Mónica cuando hablamos de universidades de arte. “Además, la falla está en el sistema desde afuera. ¿Cómo egresar a un montón de chavos que estudian arte y lanzarlos a un campo donde no podrán vivir de las obras que hacen? Proyectos como este justamente lo que buscan es ayudar con eso”, agrega Dulce mientras le da palmaditas suaves a su hijo.

“¿Quieres ver lo que yo hago?”, pregunta Adriana con emoción. Nos movemos a otra sala. La gente sigue llegando y de inmediato se inician las conversaciones. Adriana me enseña un catálogo con las cosas que ha hecho. Básicamente hace arte con luz de todo tipo: luz natural, reflexión de espejos, luz neón, tungsteno. En el último cuarto, que está a oscuras, se encuentran algunos de sus trabajos con espejos. Ella dibujaba y pintaba: “Un día quise pintar o dibujar las formas de la luz, hasta que decidí mejor enmarcarla”.

Adriana declara su atracción por los claroscuros. “Grandes personajes tenían cosas muy negativas. No hay que rechazar ni temer eso”. Finalmente me explica que las pelotas blancas también irradian luz y hay una por cada año que ella ha vivido. “Son 54”, me explica mientras las observamos brillar un poco tímidas en la oscuridad.

Foto: @AmbarBrizz

Espacio Rosa

Rosa Borrás tiene su estudio a un lado del Jacal Gráfico. Es pequeño y de puerta rosa. Lo primero que se ve al entrar es una vulva enjaulada. Después de ofrecerme vino con jugo de piña, habla sobre su reciente mudanza a este lugar y cómo el proyecto de Estudios Abiertos es una experiencia que sirve también para hacer comunidad entre los artistas.

Entre dibujos de mujeres con rulos, tejidos con forma de lagartijas de colores y fotografías eróticas de frutas, Rosa admite: “Me llama mucho lo erótico, desde siempre”. Aquella pieza que jala la vista se llama “La vagina enjaulada” y Rosa me cuenta sobre las dificultades que tuvo para idear la manera de encerrarla en algún lugar que, al mismo tiempo, la ornamentara. Esta vulva es tejida, de labios rosas y parece atrapada en una telaraña de otro tejido azul, extendido y sostenido a cuatro extremos de una pequeña jaula blanca, decorada con hojas artificiales. “Pobrecita –dice Rosa sonriendo mientras la mira con los brazos cruzados, reflexiva– tal vez la libere”.

En el patio se escuchan pasos. Vienen llegando unos ciclistas. Rosa y Adriana juegan con un espejo con forma de ojo.

Es tiempo de seguir el recorrido.

Juan Carlos Castillo

Entrando por un enorme zaguán blanco y con la guía de una escultura en el techo de lo que podría ser el torso de un maniquí con la cabeza de venado se llega al estudio de Juan Carlos Carrillo.

Foto: @AmbarBrizz

Hay cuatro personas rodeando a un vendedor de tacos de canasta. Juan Carlos se acerca, saluda con una amplia sonrisa y ofrece una cerveza. “¿No quieres un taco? Aprovecha porque el señor ya se va”.

Al fondo del patio hay una polea de la que cuelga el molde para una escultura de un ciervo, y en el otro extremo de la cuerda hay una inflable de goma llena de agua con tres peces en su interior. “Estoy experimentando para una nueva instalación y este espacio me ayuda mucho”.

Recorremos el lugar. En una primera sala está su estudio con algunas pinturas en las paredes y un gran lienzo con manchas naranja que está iniciando. “Esto podría terminar azul, dejo que la pintura hable”.

En la siguiente sala hay un cuadro y dos fotografías; un rostro y dos venados, uno tendido en una plancha de metal, junto a un árbol, y el otro, en un acercamiento a su cabeza, desollado y rodeado por algunas moscas. El rostro es de una joven con los ojos grandes y muy abiertos en tonos de azul. En el piso hay una maleta vieja y parte de su contenido extendido alrededor.

En la última sala expone una serie de fotografías que tomó en Alemania, kilómetros antes de llegar a uno de los antiguos campos de concentración, y un cuadro del piso al techo. “No tengo muchas cosas aquí porque acabo de mudarme”.

El señor de los tacos ya se ha ido y es ahora una chica quien ofrece una cerveza, pero aún queda un lugar por visitar.

La casa galería de Raúl Lezama

Otro antiguo edificio con departamentos del centro. En el tercer piso una puerta abierta aguarda.

Foto: @AmbarBrizz

Esta es la casa de Raúl Lezama, quien recibe a las visitas y las invita a pasar. Su casa es una galería. Las paredes están llenas de cuadros, máscaras y hay esculturas sobre las mesas. En un rincón hay libros apilados y por donde se mire puede encontrarse algún detalle artístico. En su sala, junto al árbol de navidad –que no puede ser intervenido, pues lo pusieron sus hijos– hay una serie de dibujos de narices fracturadas. Del otro lado una calavera de cartón parece flotar sobre el vano de una ventana, por la que un pequeño niño se asoma brincando sobre su cama y saluda a los extraños.

“Me gusta trabajar sobre las dicotomías en mis obras”, dice Raúl. Tiene muchas piezas en su casa, sin embargo no le gusta acumular, así que cuando no las vende, busca regalarlas. “Creo que el arte tiene un tiempo de vida. Yo no busco que mi obra se reconozca después de mi muerte. Digo, sería muy chido, pero yo ya superé la pretensión”.

Para él, el proyecto de Estudios Abiertos es una oportunidad, primero, para borrar esa prohibición del museo para acercarse o tocar, en segunda, para conocer realmente al artista, para saber qué piensa y quién es en la vida real. “Muchas personas dicen que me veo rudo, por los tatuajes, la barba… me conocen principalmente por mi trabajo en Rodará, pero cuando se acercan, cuando conocen lo que pinto, lo que hago, su perspectiva cambia y entonces sí, me conocen de verdad”.

Finalmente me conduce a un cuarto muy pequeño donde hace escultura. Ahí hay una sola pieza terminada, una máscara de aspecto atemorizante colgada en una parte alta de la pared. “¿Y el es el guardián de tu estudio?”, pregunto. “Sí, algo así”, responde riendo.

Tres. Estudios Abiertos en Cholula

Foto: @AmbarBrizz

¿Taller o casa? El espacio de Elvia de la Barquera

El último día de Estudios Abiertos resulta un poco complicado dar con las direcciones en Cholula, pues el mapa tiene algunos errores y pocas referencias. Después de dar algunas vueltas para encontrar la 3 sur llego hasta la puerta de Elvia, quien da la bienvenida.

En cada rincón de su casa hay herramientas de trabajo y piezas que ha realizado. Esculturas en el piso, cuadros que le han regalado en las paredes, una planta enorme que ocupa gran parte de la sala, un estante con más esculturas y moldes, una mesa donde está trabajando con un tallado en madera, lentes protectores, fijadores de muñeca, cinceles, brochas, dos pequeños sillones, una mesa de centro, una silla, un librero y dos mesas, también pequeñas.

El espacio para caminar es reducido. Elvia tiene gripa y menciona que estando así tendrá que rehusarse a las fotografías. Nos conduce a su aula de pintura y sucede lo mismo: a donde sea que se mira hay arte. Incluso nos muestra la cocina donde tiene un tallado en madera y un estante lleno de herramientas. “Pues no tengo estufa pero eso sí, tengo un compresor de aire muy bueno”. Se ríe. Efectivamente no hay estufa. En un pequeñísimo patio trasero también tiene algunos trabajos en piedra y a través de la ventana que da a su cuarto se puede ver al pequeño monstruo, su perro Dominó, de talla mediana y algo regordete.

Amílcar Rivera

En la entrada de esta gran casa de paredes anaranjadas, Amílcar ha colocado algunas de sus pinturas a gran formato. Casi todas son cuerpos y rostros de mujeres. Subiendo unas escaleras y atravesando un pasillo está una pequeña galería que ha adaptado. El espacio es muy limpio, muy blanco y cuidadosamente ordenado. Una cálida luz entra por la ventana.

Foto: @AmbarBrizz

Amílcar vivió durante 8 años fuera del país y lleva apenas un año de regreso a México. “¿Por qué Puebla y no México?”, pregunto. “No me gusta la ciudad. Aquí trabaja mi esposa y yo, a veces bien o a veces mal, vivo de lo que hago, de lo que pinto”. Parte de su obra esta exponiéndose ahora en el museo del Tecnológico de Monterrey, donde da clases y espera muy pronto también exponer en la galería del Complejo Cultural Universitario.

Al salir de su casa la noche ya va cayendo sobre Cholula y, poco después, a través de las redes sociales, los organizadores de Espacios Abiertos agradecen el apoyo recibido y la respuesta del público.

Estos espacios volverán a abrirse el próximo año para seguir tejiendo los lazos y acercando a la comunidad que ya se han formado en estos tres días.

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Autor Lado B
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