Lado B
El infinito mundo de Kinsey [o de pseudobugas y cosas peores…]
Por Lado B @ladobemx
31 de mayo, 2012
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Tuss Fernández

@ituss79

En ‘tiempo corazón’, los relojes llevan distintas sincronías.

Ahora soy un 5 pero antes fui un 4 y antes de eso, un 3. Quizá en la secundaria o por ahí de la prepa me esforcé por ser un 2 y parece ser que medianamente lo logré en la práctica, aunque no en la teoría. [Este es el momento en que ustedes corren a Google a consultar la Escala de Kinsey].

Casi me atrevo a asegurar que la mayoría de quienes integramos las siglas LGBTTTI  hemos tenido, aunque tal vez muy forzadamente, nuestros momentos bugas, cosa que no sería para nada extraña viviendo en un mundo heteronormado. El problema para nosotros viene cuando esos, hasta entonces ‘perfectos’ heterosexuales, deciden cruzar la línea y unirse a nuestras filas haciendo de nuestros corazones un verdadero tormento.

Yo tuve mi peor experiencia en la universidad. Una marcada rivalidad en la clase de literatura se convirtió, en un par de meses, en una extraordinaria amistad y poco después en una operación kamikaze.

— Creo que me enamoré de ti.

Lanzó la frase como dardo envenenado y cinco minutos después (en los que atravesé completo un club de golf) yo estaba en su oficina esperando que, al verme entrar, corriera en cámara lenta hacia mis brazos y el mundo se detuviera al momento de besarnos…

Pero sucede que, cinco minutos después, se había arrepentido por primera vez de tener una relación romántica con alguien de su mismo sexo. Así pasamos seis largos años: entre azul y buenas noches. Tres días andábamos, otros tres me presumía sus relaciones bugas que se empeñaba en tener por montones, un día más nos odiábamos y así. Seis largos años en que yo, poco a poco, decidí alejarme hasta que recibí la noticia de su boda, misma que (por cierto), solicitó que yo impidiera (recontra-ouch).

El problema está en querer ver todo en blanco y negro. O eres gay o eres buga. Y si eres gay, ¡qué horror!, ¡¿qué va a decir la gente, la iglesia, los papás, los amigos, los partidos políticos?!

Si ya de por sí el amor es complicado, qué ganas de sumarle los prejuicios para hacerlo no imposible, sino insoportable. Me niego rotundamente y, es más, propongo que cada uno de nosotros imprimamos una miniatura de la Escala y la andemos cargando por la vida como si de un manual de sobrevivencia se tratara. No faltará el día en que tengamos que sacarla de la cartera para explicársela a un pseudobuga y podamos evitarnos una larga relación de tortura e incertidumbre.

Es más, propongo que la carguemos con el convencimiento propio de que la sexualidad humana no tiene por qué ser estática y que cada quien puede ir eligiendo conforme a sus momentos y sus ganas.  Tal vez alguno de nosotros de pronto quiera dar un brinco (o dos) entre la numeralia.

Yo, por lo pronto, soy un 5, pero quizá en algún momento decida emprender el camino de vuelta y ser un 4 o un 3 porque ‘la vida es una tómbola, tom, tom, tómbola..’

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