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Aura de Carlos Fuentes
¿Novela corta o cuento largo? se preguntan algunos cada vez que se menciona Aura de Carlos Fuentes. Esta obra publicada en 1962 escrita –según contaba el autor- de un tirón, sigue vigente y, a mi parecer, será una de las obras que más perduren en el tiempo.
Por Lado B @ladobemx
17 de mayo, 2012
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Alejandro Badillo

¿Novela corta o cuento largo? se preguntan algunos cada vez que se menciona Aura de Carlos Fuentes. Esta obra publicada en 1962 escrita –según contaba el autor- de un tirón, sigue vigente y, a mi parecer, será una de las obras que más perduren en el tiempo. En Fuentes hay dos intereses claramente identificables: la novela total, impulsora del boom latinoamericano, desbordante de referencias históricas, con un lenguaje exuberante y experimental encontró su cima más alta en Terra Nostra; el segundo interés se concentra en pintar la realidad mexicana, tratar de interpretarla desde lo social, lo histórico y lo político. Esta última veta, explotada en su último trecho como escritor, dejó obras interesantes como Los años con Laura Díaz o La silla del águila.

Era, 1era edición 2011, Edición conmemorativa con ilustraciones de Vicente Rojo

Como la escuela muralista mexicana Fuentes trató de legarnos un fresco donde convivieran pasado y presente, donde los personajes canónicos de nuestra historia discutieran y marcaran directrices sobre nuestro futuro. Sin embargo, el interés por interpretar México sacrificó la libertad creativa de sus obras emblemáticas escritas, muchas de ellas, en su juventud. En medio de este frenesí creador, de la vitalidad de un escritor que publicaba constantemente, quedan bajo la sombra libros de cuentos ejemplares como Cantar de ciegos o Agua quemada en los que se describe México pero desde la minucia, sin ambiciones desmedidas, utilizando el pulso de la poesía para lograr obras redondas.

En este panorama se inscribe Aura, una historia que aborda uno de los grandes temas, quizás el más importante, de la literatura: el paso del tiempo. Si en la mayor parte de su obra Fuentes se abocó a reconstruir con fidelidad cortes, guerras y coyunturas políticas, en Aura sólo nos da una calle, Donceles, y un número: 815. El lector no necesita hacer un mapa mental del centro histórico de la ciudad de México. Sólo le basta saber que el protagonista, Felipe Montero, entrará a una casa vieja donde el tiempo corre bajo otras reglas y donde el deseo recorre sus habitaciones todas las noches. La utilización de la segunda persona como voz que conduce la historia permite el truco de la intimidad: mirar las escenas con los ojos del protagonista; pero también llevan el ritmo que nunca se interrumpe y que conduce al protagonista a nuevos descubrimientos.

Pensemos en dos novelas cortas del canon latinoamericano: Pedro Páramo de Juan Rulfo y La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares. Ambas obras, señeras en nuestra tradición literaria, juegan con la brevedad y explotan ambientes subjetivos, sin embargo no son cuentos largos porque sus mecanismos apuntan a varias direcciones: hay sub-tramas que, es cierto, abonan al entramado principal, pero que pertenecen a los territorios de la construcción novelística.

Aura, según mi punto de vista, es un cuento largo porque nunca pierde la tensión y porque la maquinaria que echa a andar el escritor no se ramifica, al contrario, se condensa y va in crescendo cuando Felipe Montero comienza a traspasar los límites entre el sueño y la realidad. La atmósfera, nebulosa, permite contemplar las cosas como si estuviéramos perdidos en un resquicio del sueño. Estos elementos, además de ubicar la historia en los parámetros del cuento, le otorgan a Aura una cualidad intemporal que, seguramente, seguirá encandilando a lectores de todas las edades. La lucha imposible contra el paso del tiempo, la pérdida del amor y la seducción del lenguaje hacen que el inicio de Aura: “Lees ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más”, nos hable a nosotros, nos tome de la mano y nos interne en una casa vieja en donde ocurren los milagros de la literatura.

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