Foto: Joel Merino.
Las familias más pobres de México viven con un ingreso mensual de 250 pesos y el 60 por ciento lo destinan a la alimentación, subrayó Teresa González de Cossío, experta en diseño y evaluación de programas de desnutrición del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) en la Universidad Iberoamericana ciudad de México, al celebrar los primeros 40 años de la Licenciatura en Nutrición y Ciencia de los Alimentos.
Como parte de los eventos para conmemorar las primeras cuatro décadas de esta licenciatura se realizó el Seminario «Inseguridad alimentaria en México: retos, riesgos y políticas” con la exposición de perspectivas distintas, la asistencialista y la de reactivación de la producción del campo local, que buscan sanear este problema de salud pública.
La investigadora Teresa González de Cossío habló de los impactos benéficos pero insuficientes del Programa de Asistencia Alimentaria (PAL) que impulsa la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), para disminuir los índices de desnutrición y sobrepeso en población de muy alta marginación en México, concentrada en las zonas rurales e indígenas que carecen de sistema de salud y escuela.
Indicó que a pesar de la existencia de programas de asistencia social, las personas en pobreza extrema siguen padeciendo la inseguridad alimentaria y prevalecen los índices de desnutrición en niños pobres, casi 10 veces más que en niños ricos, aunado a que no se ha remediado el problema de la deficiencia de hierro.
Reveló que la efectividad más evidente del PAL en sus modalidades de transferencia monetaria y entrega de despensas, con educación nutricional y sin ella, tuvo impacto positivo al aumentar el consumo de vitamina C presente en frutas y verduras.
Sin embargo, hubo diferencias, porque quienes sólo recibieron transferencia monetaria, el dinero fue utilizado más en transporte para salir de la comunidad, en busca de un trabajo mejor remunerado, que en alimentación.
En contraste, los que sólo recibieron apoyo de despensas, los niños y sus madres consumieron más hierro y zinc, pero se detectó que conservaban mayores reservas de energía, lo que propiciaba la incidencia de sobrepeso y obesidad, por lo que se observa que debe incluirse en los programas de entrega de despensas, orientación para la prevención de la obesidad y sus comorbilidades.
González de Cossío destacó que México se encuentra en un periodo de transición nutricional en el que coexiste la desnutrición y rápido incremento de la obesidad que afecta más a las mujeres.
En contraste, Ariel Buendía Nieto, director de capacitación del Programa Estratégico de la Seguridad Alimentaria (PESA) de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) en conjunto con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), dijo que esta estrategia “enseña a los pobres a pescar”.
La estrategia de PESA dinamiza el mercado interno de alimentos, estimula la productividad de la pequeña agricultura, la búsqueda de mercados agroalimentarios más competitivos, eficientes y equitativos y el desarrollo de instrumentos para la gestión de la información y el manejo de riesgos.
Buendía Nieto apuntó que PESA ataca la complejidad del problema de la pobreza y la marginación que consiste en la desconfianza, la dependencia, el conformismo, visión de corto plazo, la falta de espíritu empresarial, la mala educación, entre otros, con trabajo de promoción humana y social para modificar actitudes, fortalecer la capacidad de gestión social e impulsar acciones de coordinación interinstitucional para alcanzar las metas de un desarrollo sustentable.
La seguridad alimentaria abarca a todo el mundo, incluso, aseguró que el fenómeno no exenta a países desarrollados y esto se debe al crecimiento exponencial de la población, al cambio climático, al colapso económico y otros factores.
PESA beneficia a 180 mil comunidades aisladas y dispersas que desarrollan un mercado local, de los cuales 57 por ciento opera, produce y se mantiene y 15 por ciento opera, produce y crece a partir de la creación de los llamados traspatios integrados que producen borregos, conejos, granjas avícolas, carne de pollo y huevo, plantación de frutales y apicultura.
Comentó que en México se experimenta un círculo vicioso propiciado por los empresarios acaparadores que compran la producción campesina a bajo costo y la venden a precio elevado, incluso alertó que existe una emergencia, porque “productores de naranja no encuentran naranja en sus localidades e incluso los productores rurales compran los productos en centros comerciales a precio más caro o de mala calidad”.
EL PEPO