Lado B
Ha comenzado La invasión de los niños come libros
Un proyecto que busca reforzar los lazos familiares y comunitarios a través de la lectura
Por Lado B @ladobemx
09 de febrero, 2012
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Foto: Joel Merino.

Samantha Páez

La invasión de los niños come libros inició en el 2009, pero fui testigo de su efecto hasta hace unos días. Sucedió en pleno centro de la ciudad, en el barrio de La Luz. Ahí estaban apoderándose descaradamente de más adeptos, leyendo, comentando las lecturas, montando un espectáculo circense  y jugando ajedrez monumental…

Joaquín Cruz García y Alma García Fernández son cómplices de este proyecto que busca reforzar los lazos familiares y comunitarios a través de la lectura, una actividad que para el 51.9 por ciento de los poblanos no es cotidiana en casa.

Me encontré con estos promotores de la lectura y las artes en el zócalo, donde comenzaron a darme detalles de La invasión mientras caminábamos hacia el barrio de El Alto, donde uno de sus compañeros ya había iniciado actividades.

“Es nuestro segundo año como becarios –dice Joaquín, administrador de profesión- en esta etapa buscamos consolidar el proyecto y tal vez ampliarlo. Por el momento trabajamos en once vecindades en los barrios de La Luz, Analco y El Alto”.

La locación para la lectura del día es una vecindad con puertas de metal negro, grafiteadas; las paredes no tienen un color preciso, en algunas partes la pintura ya se ha caído y en otras de plano se asoman los tabiques. Apenas entrando se encuentra un altar de la virgen de Guadalupe adornado con flores de plástico y papeles verdes, blancos y rojos.

Joaquín y Alma llegan al patio donde, entre tendederos repletos de ropa recién lavada, varias macetas viejas, toneles de agua y cables, está Fernando Cruz Carrillo, lingüista promotor de lectura, con al menos ocho niños haciendo sellos, sentados en el piso, la mayoría todavía con uniformes escolares a pesar de que ya eran las cinco de la tarde.

Fer indica a los menores que pueden hacer un sello de la figura de cuento que quisieran. “Puede ser cualquiera de los personajes, puede ser lo que quieran”.

Foto: Joel Merino.

Joaquín me explica que buscan reforzar las actividades de lectura que efectúan de martes a sábado con otras actividades plásticas y lúdicas.

Una señora pasa con un niño, Joaquín se adelanta para saludarla e invitar a su hijo.

-Hola, buenas tardes. ¿No querrá el niño venir a hacer sellos con nosotros?

-Aaaah, sí, ahorita sale –promete la madre.

Los vecinos pasan constantemente por el lugar. “Uno de nuestros objetivos –agrega entonces Manuel Gutiérrez Jiménez, otro lingüista que participa en el proyecto- es facilitar la convivencia entre los niños y adultos de la comunidad, porque muchas veces existen conflictos entre las familias, que pasan de generación a generación”.

Los instructores trabajan con la creatividad de los menores de entre cuatro y 12 años. “A ver, denme una idea para hacer mi sello, ¿qué puedo hacer?”, pregunta Alma. Los niños responden con una lluvia de ideas.

-Una flor.

-Un corazón

-Tu nombre.

Alma se decide por un corazón.

Las madres vigilan a sus hijos desde los balcones, mientras tienden la ropa.

Ha pasado media hora y un pequeño de escasos tres años se suma al grupo. “Nosotros queremos que los chicos expresen de esta manera sus sentimientos. También que desarrollen la habilidad de la comunicación. Que esto sea una válvula de escape, una nueva alternativa, para los niños”, me cuenta Joaquín.

“Trajimos el otro día una proyección de cine a esta vecindad. Había como 70 personas, los papás sacaron las palomitas y el agua de horchata. En eso llegó un niño, estaba muy drogado, había estado consumiendo activo. Esa es una de las cosas que queremos evitar”.

Al poco rato, todos los niños tenían varios sellos listos y Alma les había enseñado a hacer sobres para plasmar sus sellos.

-Es hora de recoger la basura y poner las cosas en su lugar, si no sus padres nos van a regañar –advierte Joaquín.

-No, nos van a pegar –dice uno de los niños más grandes y sale corriendo hacia su casa, en el segundo piso.

Foto: Joel Merino.

Los demás se quedan en el patio.

-Vengan, vamos a jugar –invitan.

-Nosotros ya nos tenemos que ir –contesta Alma.

Antes de que sus caras se entristezcan les dice Fer: “Pero yo me voy a quedar”.

De regreso al zócalo, los integrantes de La invasión siguen contándome de su proyecto. Acaban de inaugurar su segunda etapa como becarios del Instituto Municipal para la Cultura y las Artes de Puebla (Imacp), en la primera etapa eran diez promotores, ahora son siete más 15 voluntarios.

“Buscamos que la lectura sea un nodo que condense la participación de las personas en la comunidad, de allí viene el nombre de libro-club. Queremos, además, que los libros se vuelvan algo cotidiano en las familias”, sostiene Manuel.

En la ciudad de Puebla, sólo el 26.5% de sus habitantes tiene en casa de 1 a 25 libros, de acuerdo con la Encuesta sobre Hábitos de Lectura realizada por BUAP en el 2010.

“El proyecto está bien elaborado y cabe destacar que es una iniciativa ciudadana”, interviene Joaquín. “Cuando ganamos la beca de Creación latente por parte del Imacp, nos dieron 350 mil pesos, el 80% lo gastamos en libros, adquirimos unos mil 100 ejemplares. El resto lo gastamos en capacitar a los promotores, lazamos la convocatoria a estudiantes principalmente de letras”.

“Sin embargo –interrumpe Alma- no todos somos de esa formación. Yo soy abogada y estoy metida en esto. Creo que es deber de todos involucrarse. Otra cosa importante es que escogemos puros libros de calidad, que no traten temas comunes, que se ajusten a las necesidades de las vecindades”.

“Es como si fuéramos curadores culturales –retoma Joaquín- porque también llevamos a las vecindades otras expresiones estéticas, como el cine, y ahora queremos apoyo económico del gobierno para montar espectáculos circenses”.

Finalmente explican a detalle su método de trabajo: primero establecen los horarios de lectura sistemática, luego convocan a los niños y después planean las lecturas, cada promotor presenta su programa para las tres vecindades que maneja, aunque intentan ser muy flexibles.

Foto: Joel Merino.

“También buscamos que los libro-clubes sean centros comunitarios autosustentables, es decir, que este sea un programa piloto donde se les enseñe a los miembros de la comunidad cómo manejar sus libro-clubes para que después ellos mismos inviertan en ellos y se hagan cargo de los mismos”, concluye Joaquín con la seguridad de que en Puebla cada vez hay más niños come libros.

Para saber más sobre La invasión de los niños come libros:

libros.para.merendar@hotmail.com

facebook.com/ninoscomelibros

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