Rosana Renau Aymamí

El arzobispo  Norberto Rivera afirma que la Iglesia puede y debe meterse en  política. Hasta donde recuerdo éste es un estado laico lo cual significa la posibilidad de profesar cualquier religión dentro del mismo. Hay dos niveles en los que me gustaría discutir esta afirmación:

1.-  La diferencia que se ha hecho efectiva en más de una ocasión entre lo público y lo privado ¿alguno recuerda cuando se han expropiado bienes privados por el bien público? En el caso se Puebla, recordemos que había en lugar del Centro de Convenciones del Boulevard.

En este sentido, la religión es un asunto privado y no público (a diferencia de la política); uno elige a quien rezarle, cuando rezarle y como rezarle y, a veces ni siquiera es necesario salir de casa como sabiamente nos enseñan en “cada quien su santo”.

Una gran diferencia entre política y religión es la línea entre el pasado y el futuro, mientras la Iglesia (voy a evitarme los apellidos pero ya sabemos de qué cepa provienen) parte de un pasado “escrito” e inevitable, la política se refiere a un futuro en el que nuestra opinión y parecer rebasa la fe ciega. Al menos así debería ser.

Mientras la religión me pide pasividad, resignación a cambio de (cielos, reencarnaciones, etc.) la política me exige participación, hoy, ahora y pensando en el futuro. La política me pide ser un ciudadano con derechos mientras la religión me pide ser un creyente.

No sé si ven la diferencia pero para mí es clara. La declaración del Monseñor está estrechamente relacionada con dos datos importantísimos en nuestro país: el número de católicos y el poder del PAN.  En otro momento ni siquiera el monseñor se habría atrevido a tal declaración.

2.-  Aún si estuviera dispuesta a asumir a la religión como un asunto público con injerencia en la política me surgen otros problemas. Si es un asunto público, del interés general y que compete a toda la sociedad (como la política) ¿cómo es que esa misma sociedad a la que dice pertenecer y en la cual dice tener derechos no puede juzgar los casos de pederastia y violaciones en los que ha incurrido? ¿ese mismo arzobispo y todo el séquito que le acompaña puede participar en procesos públicos legales pero nosotros no podemos hacer nada respecto a sus actos ilícitos?

Ahí si funciona la separación entre lo público y lo privado. En cualquier otro nivel esta separación puede ser violada sin mayores trámites. Con el pretexto de la guerra a las drogas todos estamos en una situación de vulnerabilidad (excepto los curas y los políticos).

¿Será coincidencia que son los sectores que no padecen la crisis? A mí se me complica cada vez más separar lo público de lo privado cuando en mi salario aparecen impuestos que –en teoría- pagan los servicios a los que tengo derecho pero no recibo pero senadores, diputados, etc. se quejan de sus salarios que –supuestamente- también salen de mis impuestos y de los millones de mexicanos que pagamos por convicción o porque nos los descuentan “a priori”.

Regresando a los poderes y ejercicios de la Iglesia, ¿realmente vamos a permitirles otra vez un regreso de más de un siglo donde ellos tenían el poder –al menos ideológico- del deber ser de nuestra población? ¿Qué nos ofrece esa institución a cambio? ¿Podremos juzgar los actos delictivos de sus comunidades como juzgamos los nuestros? ¿Sentaremos a pederastas y violadores provenientes de la iglesia en el banquillo de los acusados alguna vez?

La línea entre lo público y lo privado es cada vez más frágil y difusa. Creo que debemos poner límites para la sobrevivencia de un cierto margen de dignidad humana, permitir que lo privado (religión) invada lo público (política) implica que lo inverso es también correcto, es decir, estoy permitiendo a los poderes públicos invadir mi vida privada porque las fronteras ya no existen.

Una más para preocuparnos y pensar. Abrazos a todos.

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