Lado B
De los peros, ollas, espadas, macetas y los super eventos institucionales
Por Lado B @ladobemx
17 de octubre, 2023
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Yo, Juana y Dante*

Hace un año que por estas fechas, mi madre Juana, papá Dante y yo, emprendíamos el vuelo. 

Salimos de casa en busca de una linda escuela, un jardín, un espacio donde pudiera hacer más amigos. Los larguísimos años de confinamiento por la enfermedad mundial se me hicieron eternos.

Era hora de abrir camino para el tamaño de mis alas.

Antes debo decirte que mis piernas y brazos, así como mi control de tronco y cabeza aún no son convencionales, es decir, como lo marca la práctica de la medicina por estos lares. Voy a otro ritmo. Como dice mi papá: “No hay parálisis, solo existe un cerebro a una velocidad diferente”. Puedo mejorar, quiero mejorar y voy a mejorar respecto a mí. 

Mi velocidad en este momento no es la del trote del caballo, más bien es la de la tortuga. Sin embargo, el caballo no viaja por el mar. Pero recuerden que los humanos somos menos de lo que es un día en la historia del universo. 

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Nita, Dante y yo no usamos la palabra “normal”. Acá escucho que les gusta mucho clasificar todo. Las palabras son importantes, pero las palabras o son flores o son espadas. Es por ello que mi lenguaje es distinto al tuyo y prefiero las flores y la alegría que la normalidad.

Pero sí, los peros y los sin embargos que cambian el gris en negro y los blancos en amarillo, lo agrietado del mundo  y su neurosis colectiva, iban a dar un tamiz distinto a mi alegría. ¿Dije distinto? Bueno, prosigamos.

Total, que volviendo a uno de los “peros” de mi vuelo, uno de los muchos que me he encontrado en este planeta Puebla, te cuento que tocamos a la puerta de un jardín y salió una señora que entre gruñidos y bostezos nos interpeló por el motivo de acudir a tan hermoso lugar e ipso facto y nos condujo a la dirección. Casi al instante salió a nuestro encuentro otra señora que sin más, nos preguntó a qué íbamos, dio informes y cerró la puerta. Todo en menos de dos minutos. ¡Qué rapidez y eficiencia la de este planeta! Me dije. 

Fue ahí, en esa mañana de octubre, del año pasado, en la Puebla de Zaragoza o de los Ángeles –ya ni sé en qué planeta vivo– donde comenzó nuestro peregrinar como distintos, diferentes, apartados o como dicen ustedes: “de capacidades diferentes”. Aquí las palabras son usadas para cortar, clasificar o segmentar…espadas al fin.

Un año después, en la agonía del verano poblano, Nita y Dante me han traído cargando a un súper evento en una escuela gigantesca. BINE se llama. Ella y yo viajamos cosa de ocho kilómetros entre mi casa y esta escuelota, con todo y nuestra alegría y el sol a cuestas, para poder presenciar un evento donde iban a hablar del boccia. ¡Que increíble! Juana me mostró el cartel donde el Instituto de la Discapacidad de este planeta Puebla, organizaba este súper mitote para deportistas de “capacidades diferentes. ¡Dale con sus capacidades diferentes! Ni que fuéramos ollas.

Boccia, maceta, discapacidad

Tomada de worldboccia.com

Es jueves 28 de agosto del 23, justo en la medianía del día viajamos diez kilómetros para llegar hasta acá. Dos de esos Dante los camina conmigo paso a paso, sudor a sudor, cargando mis alegres 15 kilos. El  BINE es muy grande y el mitote no era en una entrada, ni en la que seguía, ni en la otra, ni tampoco en la siguiente (risas, aplausos diría Polo Polo). 

No había una sola señal en todo nuestro caminar que hablara del súper evento. Y tampoco una sola alma del mentado Instituto o del Benemérito que nos pudiera ayudar. 

Pero en este planeta, siempre hay uno más jodido que otro, y así en espiral.  Resulta que, para sorpresa nuestra, entre que Juana cesaba en el turno de llevar en sus brazos a tan ilustre personaje y en el extravió de nuestra búsqueda, nos topamos de frente con siete chavos, bien fuertotes y avispados. Esos siete tenían súper poderes como yo, pero no el de la vista, o como le llaman normalmente aquí: débiles visuales. Los siete iban caminando como podían, en sentido contrario al nuestro, iban acompañándose uno con otro como un pequeño club de corazones rotos o como una pequeña red humana. Solo alcanzamos a escuchar, entre sonrisas ahogadas y chanza: “…plantados como macetas del IMSS”.   

Para superhéroes con nuestras características, la ironía hace siempre un buen emparedado con el sarcasmo, pensé. 

Después de encontrarnos con esas macetas ambulantes, al fin dimos con la puerta acertada. El amigable vigía tampoco sabía nada del súper evento, como no lo sabían los de los accesos que recorrimos en los dos kilómetros atrás. Apenas si él dijo: Vayan por ahí, ese camino los lleva al auditorio. Claro, no sin antes detenernos, interpelarnos, pedirnos que nos identificáramos y sacarnos la verdad  “¿A qué vienen?  ¿De qué es el evento?”  

–“Venimos a un evento de la discapacidad y el deporte organizada por el BINE y el INDEP” –dijimos.

Ya dentro de la gloriosa Institución, que forja maestros de excelencia de la nueva escuela mexicana, avanzamos Nita y yo unos 600 metros del último de los 10 kilómetros. Sólo para encontrar nada. 

Eran para ese momento las 12 con 40 de ese jueves, a lo lejos, igual de desconcertada que nosotros, estaba una señora con una niña en silla de ruedas. 

“El evento se suspendió por falta de audiencia…si quiere vaya y ponga su queja en la Dirección de Educación Física”. Eso escuchamos Nita y yo asombrados. Algunos cuerpos convencionales jugaban alegremente básquet en la cancha de ahí mismo. 

Llamamos al número del INDEP, organizador del evento, solo para escuchar, esta vez en voz de la encargada de movilidad: “…no sé qué decirle… es que se suspendió… la Licenciada Mica está en una reunión y no puede atenderlos… pero dígame en qué le puedo ayudar…”  

Este tono tan amable y resilente –me dijo Nita- es tan característico de la antesala del “ya no este molestando”. Y lo confirmamos cuando la misma funcionaria, después de que le hablamos del viaje que hicimos y de qué preguntó dónde vimos anunciado el evento, concluyó diciendo que en el lugar seguía personal del INDEP para apoyarnos, pero cuando se le pidió que nos fueran alcanzar, guardo silencio y nos increpó molesta: “entonces ustedes no llegaron a tiempo… y mejor, con lo que usted me dice, cancelaremos el evento de la Discapacidad y el Deporte de día de mañana 29 y lo pasaremos al 2 de octubre…”    

Mis alas se encogieron más de lo “normal” (esa palabra tan aplaudida por ustedes) y le pedí con mi lenguaje de puñito y amor a Nita, que nos fuéramos de ahí, también como macetas de corredor del IMSS… pensé.

Comprendimos que ni el ardiente sol de mediodía, ni la ausencia de carteles del evento, ni la falta de difusión, ni los polis del BINE, ni los alegres docentes jugando básquet tienen la culpa. La culpable es esa aguja pendular entre el “te lo dije y el ya ni modo”. 

Acalorado y sin otro consuelo que regresar, escuchando a Cri-Crì en la radio del transporte, pensé que la responsabilidad es algo que todos evaden en este planeta. Todos. Pero ¿También se aplica a personas que se encargan de la educación de otros? ¿A los institutos o dependencias del gobierno que se nombran como “de la discapacidad” o “por la discapacidad”? ¿Ellos también  pueden evadir su responsabilidad y dejar a quienes quieren participar como macetas o cambiar fechas como quien cambia un calzón entrenador? ¿Y las personas? ¿Y los débiles visuales? ¿Y los que viajamos kilómetros? ¿Lic. Micaela qué hago ahora con mi deseo de saber del boccia? 

Ni hablar, así las cosas en el Planeta Puebla. Viajamos de balde con todos nuestros huesitos y mis piernitas chulas mi Jua-nita, Dante y yo.

«La Sagrada Familia» de Kelly Latimore

 (Y sí, público ilustrado y medianamente inclusivo, los niños a la edad que sea también sabemos pensar sabrosamente). 

***

*Yo, Juana y Dante es uno mismo, en un cuerpo no fragmentado

que siente su diversidad dinámica.  

Somos los que escriben.

Yo, Juana y Dante es una identidad colectiva.

Somos los muchas veces segregados, los alegremente caminando.

El ritmo es nuestro.

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Autor Lado B
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