Efrén Calleja Macedo / Centro de producción de lecturas, escrituras y memorias [lem]

De acuerdo con la Convención 2003 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el patrimonio cultural inmaterial (PCI) comprende los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas —así como todo lo inherente— que las comunidades, grupos o individuos reconocen como parte de su patrimonio cultural. La transmisión y recreación contextual de este patrimonio, asienta la misma Convención, fortalece el sentido de continuidad identitaria y promueve el respeto de la diversidad cultural. A partir de dicha definición y de los lineamientos internacionales, ha surgido el furor patrimonialista en los gobiernos, las instancias turísticas y un gran número de organizaciones.

Así, cada tanto nos enteramos de que alguna expresión cultural es o será candidata a la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de Humanidad, o de que alguna entidad reconoce una práctica como patrimonio del estado.  

En medio de las ansiedades turísticas y los entusiasmos políticos, conviene preguntarse qué tanto colaboran estas decisiones para llevar a cabo las cuatro tareas enunciadas por la Unesco en pro del patrimonio cultural inmaterial: salvaguardarlo, garantizar su respeto, sensibilizar sobre su importancia y fomentar la cooperación y la asistencia. Más aún, ¿de qué manera benefician estos reconocimientos a los portadores culturales? O, en el mismo sentido, ¿de dónde y con qué finalidad emergen las candidaturas para los galardones locales, estatales e internacionales?, ¿qué compromisos adquieren los gobiernos y los portadores culturales?, ¿cómo se desarrollan y se implementan los planes de salvaguardia?

Foto: Lem México

Con estas preguntas como antecedente, en el Centro de producción de lecturas, escrituras y memorias convocamos a un extraordinario grupo de portadores culturales, investigadores, impulsores de expedientes, gestores culturales y especialistas para desglosar las implicaciones, los logros, las tareas y los pendientes en los ámbitos de la salvaguardia del PCI,

Este cuerpo docente impartirá las 18 sesiones, distribuidas en cuatro módulos, del diplomado Bitácoras del Patrimonio Cultural Inmaterial de México. Hablamos de “bitácoras” porque se trata justo de eso, de consignar las rutas, los tiempos y los desafíos que le han dado sentido a las navegaciones históricas del PCI. Más allá de la visión ensoñada, impersonal e idealizada, estamos convencidos de que es imprescindible provocar acercamientos reflexivos, analíticos, afectivos y diversos.

Para ello, hemos establecido cuatro categorías que se tejen durante el trayecto. Por un lado, el análisis de caso de las diez expresiones del PCI mexicano que se encuentran inscritas en la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad: Las fiestas indígenas dedicadas a los muertos; Lugares de memoria y tradiciones vivas de los otomí-chichimecas de Tolimán: la Peña de Bernal, guardiana de un territorio sagrado; La Ceremonia Ritual de los Voladores; Los Parachicos en la fiesta tradicional de enero de Chiapa de Corzo; La Pirekua, canto tradicional de los p’urhépecha; La cocina tradicional mexicana: una cultura comunitaria, ancestral, popular y vigente; El Mariachi, música de cuerdas, canto y trompeta; La charrería, tradición ecuestre en México; La romería de Zapopan: ciclo ritual de La Llevada de la Virgen, y Procesos artesanales para la elaboración de la Talavera de Puebla y Tlaxcala (México) y de la cerámica de Talavera de la Reina y El Puente del Arzobispo (España).

La segunda línea corresponde a lo que se encuentra en candidatura de inscripción. Se trata, por supuesto, del Bolero: identidad, emoción y poesía hecho canción (expediente México-Cuba, 2022).

El tercer rubro se refiere a la institución inscrita en la Lista Mundial de Buenas Prácticas de Salvaguardia: Xtaxkgakget Makgkaxtlawana: el Centro de las Artes Indígenas y su contribución a la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial del pueblo totonaca de Veracruz, México.

Foto: Lem México

Para completar este acercamiento al PCI, se incluyen tres experiencias que aportan enseñanzas, herramientas y logros: el proyecto Mujeres Milenarias, organización de la zona norte de Nochixtlán, Oaxaca, en pro del rescate y la conservación del maguey pulquero; el trabajo de divulgación y salvaguardia del patrimonio musical de los municipios de Churumuco y La Huacana, en Michoacán, mediante el Archivo Sonoro de la Tierra Caliente “Leandro Corona Bedolla”, y los bordados tenangos de Hidalgo y su marca colectiva.

Este horizonte formativo presenta, por lo tanto, 18 análisis de casos que trazan un recorrido excepcional por las raíces memoriosas, los trayectos coyunturales, las realidades contemporáneas y los futuros posibles del PCI en México.

De esta manera el programa tiene una sesión de apertura, “El horizonte”, que traza las líneas de acercamiento, enfoque y problematización; cuatro módulos de navegación por el devenir de los patrimonios; una sesión para conocer herramientas y metodologías de gestión y producción, y una sesión de cierre, “La enunciación”, destinada a la revisión de herramientas y procesos para desarrollar proyectos editoriales con sentido de salvaguardia.

¿Qué buscamos con esta propuesta? Que cada sesión delimite el tiempo y el espacio para identificar, evaluar y acopiar herramientas reflexivas y operativas que fortalezcan proyectos personales o colectivos vinculados con el patrimonio cultural inmaterial. Estos instrumentos procesuales, metodológicos y formales estarán signados por la visión, la formación, la experiencia, los hallazgos, las iniciativas y las incertidumbres de un cuerpo docente que, desde múltiples ámbitos, ha formado parte de las navegaciones contemporáneas del PCI en México.

Estamos orgullosos de que esta propuesta académica se lleve a cabo de manera presencial en Puebla y, desde esta ciudad, esté disponible en la modalidad virtual para todas las personas con investigaciones, prácticas o intereses en el patrimonio cultural inmaterial.

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