Lado B
Fuego amigo. Periodistas violentadas en redacciones y por “colegas”
Por Perimetral @perimetralp
12 de septiembre, 2021
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Samantha Páez

Fue en el 2007, estaba yo embarazada de mi hijo y tenía de jefa a una mujer, pues la verdad es que sentía que se contraía el estómago, pero no sabía que eran las dichosas contracciones (…) Mi jefa me mandaba a cubrir policía; incluso, me mandó a cubrir una gira, ya estaba yo como con cinco meses de embarazo, narra Alondra, una periodista de muchas que viven violencia en el ámbito laboral.

México es uno de los países más mortíferos para el periodismo, de acuerdo con datos de varias organizaciones dedicadas a la defensa de la Libertad de Expresión.

Para las mujeres periodistas los espacios seguros se reducen, ya que son objeto de discriminación, acoso y violencia en sus espacios laborales y por parte del propio gremio.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre el Ejercicio Periodístico de la UNESCO realizada en 2021, el 97% de las y los participantes consideran que las mujeres periodistas sufren acoso laboral y 50%, que son objeto de acoso sexual con mucha frecuencia. 

Estadísticas de Comunicación e Información de la Mujer AC (CIMAC) apuntan que, de 2019 a la fecha, ocurrieron 33 agresiones contra periodistas mujeres en el entorno laboral, principalmente en Ciudad de México, con 9 casos; Guerrero, con 6 casos y Veracruz, con 4.

Casos como el de Alondra salieron a la luz con el movimiento de #MeToo, donde se destaparon las violencias que vivimos las mujeres periodistas en nuestros lugares de trabajo y por nuestros propios colegas.

En 20 días —del 23 de marzo al 10 de abril de 2019— se recibirían 329 denuncias de trabajadoras de los medios a través de la cuenta @PeriodistasPUM.

Aquí presentamos algunos casos más.

Discriminación en las redacciones

Hubo una ocasión en que me empecé a sentir mal, llevaba yo una hemorragia fuerte, la cual me dijeron era porque estaba embarazada. Me diagnosticaron un embarazo de alto riesgo y por eso el doctor me ordenó inmediatamente reposo absoluto. Esto se lo hice saber a mi jefe inmediato y me dijo que sólo me daba una semana para reposar y estar en casa, siempre y cuando le entregara material.

Esta es la historia de Ana, cuyo nombre ha sido modificado para guardar el anonimato, una reportera mexicana que fue despedida por tener un embarazo de alto riesgo.

Los jefes de Ana le dijeron que el motivo de su despido era porque necesitaban una persona “íntegra” para trabajar. Ella se sigue preguntando qué es para ellos la integridad, porque seguía mandando notas y aun así la despidieron.

La mayoría de periodistas que participaron en el estudio de la UNESCO consideraron estar algo en desacuerdo o muy en desacuerdo con la idea de que “existe igualdad de género en los salarios, sueldos y prestaciones laborales de las y los periodistas en los medios”.

Pero la discriminación a periodistas embarazadas no es un caso aislado. Por ejemplo Alondra quien solicitó anonimato, contó que su jefa inmediata la presionó para que renunciara en pleno embarazo; la envió a cubrir la fuente policíaca o giras a zonas rurales.

Nunca me preguntó si me sentía bien de la presión o si estaba mal o como andaba yo de salud, explica.

Alondra discutió varias veces con su jefa quien le advirtió que después del parto iba a ver qué fuente le ponía. Ella ya no regresó: tomó sus días de incapacidad y renunció.

No denunció a su jefa en el #MeToo porque le pareció que se enfocaba solamente al acoso sexual.

Tanto Ana como Alondra saben de más compañeras obligadas a renunciar por estar embarazadas.

Pero no lo denuncian porque al esperar encontrar otro empleo deben “cuidar” pues a los medios de comunicación no les gustan las mujeres “revoltosas”.

Acoso laboral al extremo

Beatriz, quien también pidió que su nombre fuera modificado, llegó a las oficinas de su trabajo alrededor de las cuatro de la tarde para hablar con su jefe sobre su despido. Ella esperaba no sólo la liquidación, sino que también le dieran la responsiva que firmó por el equipo fotográfico que tenía a su resguardo.

El dueño de la revista le exigió el equipo, pero ella pidió su liquidación primero.

Discutieron unos momentos, después el dueño llamó a los guardias de seguridad y les dijo que encerraran a Beatriz. Así lo hicieron. La tuvieron allí varias horas, mientras él le decía que la “refundiría en la cárcel” por haberle robado.

Después de un par de horas los guardias la condujeron a la salida, allí la esperaba una patrulla de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal para llevársela detenida.

No había cargos contra Beatriz, pero el dueño de la revista había sido un funcionario federal y sólo su palabra bastó para que fuera detenida.

Beatriz estuvo esposada y sin que se le permitiera ir al baño.En un descuido de los policías municipales logró mandar su ubicación a un compañero.

La liberaron a las diez de la noche por la presión del gremio y sus abogados.

A la fotógrafa quién aún teme al ex-jefe, después de ese episodio, le ha costado mucho encontrar un trabajo estable; sabe que hizo bien al defender sus derechos.

Ya bastante me he generado críticas por haber defendido mi derecho y más por los mismos medios, dice.

Se castiga la valentía reporteril

Estrella Pedroza es periodista en Morelos y ahí sufrió abuso policial el 8 de junio de 2016 cuando en la calle presenció un intento de detención arbitraria y quiso grabar con su teléfono pero un agente se lo tiró al piso y la golpeó.

Los policías se fueron cuando vecinos salieron a defenderla a ella y a los dos jóvenes a quienes pretendían detener.

Los tres decidieron interponer una queja en Asuntos Internos, pero a ella la separaron de los dos jóvenes con los que iba. La tuvieron varias horas esperando, sin decirle nada y pensó que podrían ser víctimas de desaparición.

Finalmente, cuando logró salir de las oficinas de la Secretaría de Seguridad Pública, decidió interponer una queja ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos y luego hacer público su caso.

Ese día todos los medios de comunicación informaron de lo que había ocurrido, todos menos uno.

El único medio que no me apoyó fue el medio en el que yo trabajaba, eso fue una de las cosas más fuertes, cuenta.

A partir de ese momento la relación de Estrella y el periódico donde trabajaba se deterioró. Se hicieron menos soportables los retrasos en los pagos, la disminución en prestaciones y los descuentos a los salarios. Casi todos los días pedía hablar con el director para que le pagaran un poco de lo que le debían.

Dejaron de publicarle notas, la mandaron a descansar sin avisarle y le bloquearon su computadora. Lo último fue que el director le dijo no le pagarían el adeudo que tenían con ella desde 2014 y la despidió.

Violencia sexual, de lo que poco se habla

Había compañeros fotógrafos que me tomaban fotografías sin que yo me diera cuenta. Yo tenía un novio que me visitaba donde yo trabajaba, y ellos me tomaban fotos a la distancia y luego las pegaban en la oficina de prensa del municipio.

Eso le pasó a Raquel —quien platica conmigo bajo confidencialidad—, cuando trabajaba en Veracruz. Luego en la ciudad de México pedía ir a coberturas difíciles, pero siempre acababan mandando a sus compañeros. También recibía un salario inferior al que le correspondía por el puesto que ocupaba. Y en una ocasión le dijeron: “tú aquí no piensas, tú sólo escribes”.

Raquel fue acosada por sus fuentes de información como cuando un político le dijo que no le interesaba hablar con ella, pero si se sentaba en sus piernas él podía verla mientras hablaba.

Ella parece calmada cuando habla, pero sus pies se mueven de vez en cuando como un palpitar, a veces levanta las puntas de los zapatos y da pequeños golpes en el piso.

Son como muchos tipos de violencia cruzadas en la vida de una mujer reportera. Violencia económica, laboral, de acoso. Me acuerdo mucho de una campaña que decía: “no es normal que te peguen los policías en las manifestaciones, no es normal que te quiten tu cámara, no es normal… “. A partir de eso empezamos a hablar de muchas cosas que no eran normales. Yo creo que a partir de ahí me empecé a dar cuenta de eso…

Desde esa campaña Raquel se hizo consciente de que las cosas que le incomodaron, las cosas que le parecían injustas, se trataban de violencia. Por eso que le gusta mucho el movimiento #MeToo aunque no hizo público su caso; piensa que fue un estallido urgente y necesario, después de tantos años de silencio y de violencia.

Era necesaria la rabia, la furia y el dolor, el estruendo con el que el MeToo estalló (…) No había otra forma en la que pudiera salir, no podía salir de otras formas más sutiles, más tersas o más amables. Sobre todo, porque a esa violencia sufrida se la suma la violencia o la revictimización generada por las instituciones, que según tendrían que proteger a las mujeres violentadas, concluye.

Políticos y funcionarios acosan con impunidad

A Karen, otra reportera que platicó conmigo y de quien guardamos su identidad, fue agredida dentro y fuera de su redacción.

Lo primero que cuenta es cuando un funcionario público le dio un beso sin su consentimiento.

Dice que después de la inauguración de una clínica en su entidad, empezaron a entrevistar a un funcionario de Salud, ella hizo una pregunta y él la interrumpió para preguntarle su nombre.

Ella contestó y el funcionario le dio un beso en la mejilla, luego se subió a su camioneta y se fue.

Yo no supe cómo actuar o cómo responder ante eso porque fue cuestión de segundos, fue muy rápido (…) No fue algo que quisiera que se supiera. No sé, me dio miedo que al rato me pasará algo a mí o a mi familia o cosas así, sobre todo como está la situación. Fue uno de los motivos por el que preferí no seguir laborando en eso, describe.

Otra situación que hizo que Karen dejara por un tiempo el periodismo fue el hostigamiento sexual por parte del director de su medio y el acoso laboral de su jefe inmediato.

Me contó que el director tenía muchas actitudes que no le gustaban a ella, ni a sus compañeras. A ella la invitaba constantemente a salir. Incluso, llegó borracho a su fiesta de cumpleaños sin invitación.

Como no le hizo caso en ese momento, ni en muchos otros, el director le aumentó la carga de trabajo y constantemente la regañaba.

Aunque Karen quería cumplir el año en el medio de comunicación donde trabajaba, la despidieron poco antes de lograrlo. Ella no denunció porque piensa que si bien lo que vivió fue molesto, no fue una falta muy grave.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016, nueve de cada diez mujeres violentadas no solicitaron apoyo, ni presentaron alguna queja o denuncia.

Las razones: se trató de algo sin importancia que no le afectó; miedo a las consecuencias o vergüenza; no sabía cómo o dónde denunciar; pensó que no le iban a creer o que le iban a decir que era su culpa.

Las Redacciones son un lugar inseguro

Los datos de la encuesta de la Colectiva Periodistas Unidas Mexicanas (PUM), demuestra que los casos de acoso y hostigamiento sexual son muy comunes.

Siete de cada diez periodistas fueron objeto de este tipo de violencia sexual, principalmente por compañeros de la misma empresa y superiores jerárquicos.

Las agresiones ocurrieron en los sitios de trabajo, los agresores fueron 99% hombres; sobre todo, compañeros de la misma empresa y después algún superior.

La encuesta de la PUM fue respondida por 271 mujeres en su mayoría de ciudad de México y el resto de Baja California, Chiapas, Chihuahua, Coahuila, Estado de México, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Morelos, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas o Veracruz.

De acuerdo con el informe “El Poder del Cacicazgo: Violencia contra Mujeres Periodistas 2014-2015”, de Comunicación e Información de la Mujer AC, (CIMAC)., el hostigamiento y el acoso son tipos de violencia sexual que enfrentó 2% de las reporteras entre 2014 y 2015.

Esa clase de violencia ocurrió tanto dentro como fuera de las Redacciones, pero ninguna denunció los hechos por temor al despido.

Para el informe “Herencia de un sexenio: simulación y desplazamiento. Violencia contra Mujeres Periodistas 2012-2018”, CIMAC sostuvo que 7.11% de los casos de agresión contra periodistas tienen un tinte sexual.

El gremio aísla a las víctimas

«A las mujeres nos insultan públicamente, nos degradan, nos tratan de avergonzar metiéndose en nuestra vida privada, inventando cosas para que desistamos de seguir en nuestra labor, para que nos dé vergüenza y pues somos pocas las que nos mantenemos firmes».

Gloria Ruiz es periodista de Coahuila y está acogida al Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas desde 2016.

Ha sufrido amenazas, intimidaciones en redes sociales y avisos de que la privarían de su libertad.

Aunque no ha sido la única periodista mujer agredida en Acuña, las agresiones que ella vivió la han llevado al aislamiento, puesto que la mayor parte de medios de comunicación en su zona tienen compromisos políticos con sus probables agresores.

Hubo muchos meses que a mí se me quitaron las ganas de salir, porque no quería que los mismos periodistas me vieran con los escoltas. Me sentía muy incómoda. De hecho, estoy muy aislada, porque aquí donde vivo soy la única periodista que tiene este problema de agresiones, porque soy la única que publica libremente. Somos una comunidad relativamente pequeña y todos los medios de comunicación que hay aquí, todos los periodistas, tienen compromisos, cuenta.

Gloria comentó en la charla que tuvimos en 2019, que las mujeres periodistas pasamos por situaciones muy complicadas.

Quizá por eso creee que el movimiento #MeToo es algo bueno, aunque dice que ella no denunciaría hasta tener certeza de las consecuencias.

— Creo que el movimiento ayuda a contener o a parar este tipo de agresiones, porque los agresores saben que pueden ser exhibidos en cualquier momento (…) Sirve para eso este movimiento, más que para otra cosa, que se atrevan a denunciar como lo están haciendo. Bueno, pues qué valor.

Sí hay cómo frenar agresiones contra las periodistas

Además de trabajar con la niñez, las entrevistadas proponen que las mujeres y los hombres del gremio imaginen cómo construir espacios más sanos y que los hombres reconozcan cómo sus acciones lastimaron.

También, sería importante que los medios de comunicación cuenten con protocolos para atener casos de violencia de género, como lo ha hecho la Red de Periodistas de a Pie.

Un primer paso para disminuir la violencia contra los periodistas en el país sería erradicar la violencia dentro los medios y el gremio, sobre todo, en contra de las mujeres.

 

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