Lado B
Cuando el clima expulsa, la gente migra y el Estado humilla
Por Nodo de Derechos Humanos @nodho
08 de septiembre, 2021
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El planeta arde y la humanidad enferma, muere, sobrevive y se mueve. ¿Por qué nos cuesta tanto entender que el movimiento humano que de por si ya era parte de nuestra naturaleza hace cientos de años ahora sea una necesidad apremiante para sobrevivir?

En la medida que el cambio climático produzca más estragos será más necesario migrar. La mirada a la migración tiene que ser otra, no aquella que criminaliza, desprecia o simplemente invisibiliza a quienes han tenido que irse y pasan por “nuestros” territorios o buscan asentarse en ellos.

La imagen del barco que se hunde y en el cual la humanidad va a bordo nuevamente resulta útil para describir las múltiples reacciones que está generando este contexto que se siente como de apocalipsis. Desde las huidas egoístas o proyectos frívolos —por no decir criminales— de Jeff Bezos y de Elon Musk, que en sus fálicas astronaves se van en busca de que sus lujos sobrevivan en la Luna o Marte; hasta La Montaña zapatista que navegó a España y demostró nuevamente que en medio de la tormenta elloas deciden ir a dar la mano y tejer la escucha al planeta entero. Ahí entre una y otra respuesta, entre los que ven la crisis del mundo como una carrera excluyente y los que creen que la forma de enfrentarla es con dignidad y solidaridad, hay infinitas reacciones más.

El informe de Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) advierte una situación límite para el planeta, una en la que los cambios en los ciclos del agua, los niveles de los océanos y la temperatura harán que muchas regiones del mundo se vuelvan menos habitables para los seres humanos por sequías extremas, ondas de calor o inundaciones, por mencionar algunos de los posibles eventos naturales que suelen derivar en desastres cuando ocurren en zonas pobladas por seres humanos. La creciente población mundial entonces hará con mayor intensidad lo que ya hace ante las catástrofes humanas provocadas por la economía y la guerra: migrar.

Como señala Daniel Tanuro en su análisis, el informe del IPCC es políticamente muy tibio y se limita a proponer “cambios de comportamiento” sin abordar la proporcionalidad de responsabilidad y las relaciones de poder que provocan esta crisis, y en lugar de reducir la brecha entre conciencia social y ecológica, la refuerza; sin embargo, presenta un diagnóstico técnicamente riguroso del desastre que nos asecha y que tememos y tenemos que mirar.

El virus SARS-CoV-2 dejó muy clara la interconexión humana y humana con la naturaleza. Si se sigue permitiendo que las grandes multinacionales y gobiernos decidan por las opciones más dañinas para la temperatura del planeta, la nave en la que viaja la humanidad correrá el riesgo de desaparecer. La interconexión supone comprender que el movimiento por sobrevivencia es resultado de las acciones y decisiones que se tomaron, no solo en la región en la que viven quienes tienen que irse para no morir sino en otro rincón del mundo, en alguna antigua o actual metropoli imperial, generalmente en un lugar llamado arriba que para los de abajo supone muerte, destrucción, sufrimiento y atrocidad.

Entender eso va más allá del modo en que se consume, está en el modo en que se vive, en que se come y se siembra, el modo en que se hace política, en el que permitimos o no que unos cuantos decidan. Es un tema que toma otra dimensión, no de teoría política o política económica, sino de sobrevivencia planetaria.

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En un contexto como el que atravesamos en el planeta entero, y en lo que cada vez parece más inminente, la profundización de las crisis económicas provocadas por el necrocapitalismo, la proliferación de catástrofes ambientales generadas por el calentamiento global, el surgimiento de virus como el SARS-CoV-2 que han llegado por las crecientes zoonosis que surgen por la deforestación, y las guerras de Estados y multinacionales contra poblaciones enteras por el saqueo de “recursos naturales” y el control de “recursos humanos”, hacen cada vez más difícil la sobrevivencia. Los gobiernos de derecha, izquierda y “centro”, progresistas y retrógrados, de “transformaciones” o regresiones, han dejado claro que la violencia será su respuesta. El gobierno mexicano está reaccionando con las caravanas migrantes como el criticado gobierno estadounidense con loas mexicanoas, como los gobiernos europeos con africanoas, árabes, como todo aquel gobierno que cree que la asimetría de poder que le beneficia se dio por generación espontánea o designio divino.

La reconfiguración de la geografía habitable del planeta significa la reconfiguración de los elementos necesarios para la supervivencia humana. Estos cambios, esta crisis está agudizando procesos de triage social, de clasificación poblacional en la que quienes están arriba en las relaciones de poder deciden entre las poblaciones forzadas a luchar por cada centímetro de su vida, cuáles merecen recursos de supervivencia, a cuáles se les deben condicionar y cuáles sobran o estorban.

Esto trasciende las geografías Estatales, puede ser dejar en ruinas Puerto Rico; hacer como que Haití no existe; aprovechar el hambre en Cuba en una guerra de desgaste; acumular vacunas para luego tirarlas a la basura como hace el gobierno de Francia; puede ser decidir que la devastación que producen pequeños grupos canadienses, chinos o estadounidesnses sea considerado inversión, y que una caravana de haitianos, hondureños, guatemaltecos y salvadoreños que huyen de la violencia y el hambre sea considerada un delito. La clasificación y control poblacional son la nueva constante en las relaciones de poder, sobre todo del poder Estatal.

Lo que antes ocurría en la frontera entre México y Estados Unidos se replica ahora en el sur de México y los tratos inhumanos se propagan y tienden a normalizarse. Así se explica que, como apunta Ángeles Mariscal, la administración de López Obrador, al estilo de sus antecesores y de los ridículos firmantes de cartas promovidas por xenófobos “iberosféricos (sic)” disfrazados de conquistadores del siglo XVI, haya decidido convertir Tapachula en una ciudad prisión, en una aduana brutal, violenta y humillante de la Patrulla Fronteriza estadounidense en territorio mexicano, en un puesto de control colonial.

Ante la crisis social del clima, los mercados han demostrado su cruel frivolidad y los Estados su incapacidad de ser auténticamente solidarios. No queda más que la urgente solidaridad entre quienes abajo creemos que lo que toca es sobrevivir con dignidad.

*Foto de portada: LADO B

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Autor Lado B
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