Lado B
Propulsión humana
Hay más de mil millones de bicicletas en el mundo. Yo sigo viajando en mi Raleigh ochentera
Por Lado B @ladobemx
11 de marzo, 2021
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Javier Caravantes

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Mi moto fue robada por adolescentes que me apuntaron entre las cejas. Ya no tenía el vocho. El miedo al contagio clausuraba la opción de subirme a una combi. En los primeros días del encierro por la pandemia sólo me quedaban dos maneras para recorrer diario los 25 kilómetros, ida y vuelta, que alejaban la casa donde mi hijo era resguardado: ir a pie o de nuevo andar en bicicleta.

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Celerífero: un rudimentario cuerpo de madera en forma de caballo o león, entre sus patas delanteras y traseras giran dos ruedas. Lo diseñó un conde francés que nunca existió, Mede de Sivrac. El personaje fue creado por el periodista también francés, Louis Baudry de Saunier, quien copió la invención del alemán Karl Drais de 1790 para atribuírselo a su imaginario compatriota en su Historia General del velocípedo de 1891. Lo de Da Vinci también fue una broma. Drais fue el primero que la imaginó. 

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Tengo dos bicicletas, a diferencia de la mayoría de personas que viven en San Andrés o San Pedro Cholula a mí no me han robado ninguna. La de montaña es excesivamente lenta, aunque la transmisión de velocidades es amigable con las rodillas, se pedalea demasiado para avanzar poco. Me la compré con mis primeros salarios como redactor en un horrible periódico. La disfruté hace algunos años en que acompañado de mis perros íbamos por la mañana a recorrer cerros. No sirve para atravesar grandes distancias, o al menos no a mí. La otra bicicleta me la regaló mi padre, fue inesperado, aunque él es afecto a los regalos no imaginé que el suyo fuera una bicicleta, lo pensaba como un regalo para niños. Es una Raleigh de los años ochenta. Me sirvió para visitar a mi hijo. No tuve quejas hasta que las lluvias de marzo demostraron la mala calidad de sus componentes. Envidié a los bicimensajeros que seguido me encontraba, no me refiero a los que trabajan para Uber o Rappi, con vehículos tan inapropiados como el mío, sino a otros que identifiqué cubren los pedidos de una exitosa pizzería local. Se distinguían por la velocidad que sus preciosas bicicletas les hacían alcanzar. 

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Foto: Roberto Carmargo

El vehículo del barón alemán Karl Drais, diseñado en 1817, funcionaba impulsando los pies alternativamente sobre el suelo. El mismo método que por estos días proponen las bicicletas de equilibrio, las favoritas de los especialistas pediátricos para desarrollar habilidades motrices. Hay un museo en Karlsruhe que lo honra, apelan a la búsqueda de libertad del invento, el director del museo, disfrazado de Drais, antes de despedir a los visitantes pide cuestionar el uso que le dan a la tecnología, critica los efectos zombies que produce. Pocos años antes de morir Drais renunció públicamente a su título nobiliario.

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Era lo único que podía hacer, era lo mejor que podía hacer. Al principio era tan cansado que sólo sentía hacía eso. Era maravilloso pedalear durante casi una hora para ver a mi hijo. Tocar la puerta: su sonrisota al recibirme. Remedié las averías de la bicicleta cambiándola a un contrapedal que sólo una vez he reemplazado. Aunque acostumbrarme a la transmisión fue doloroso, durante las primeras dos semanas me caí varias veces. Alguna de esas la lluvia inundó tanto la calle que no vi un tope, venía encarrerado, el pedal se atoró con el borde, salí proyectado a un enorme charco. La bicicleta pudo funcionar hasta que dos cuadras antes de llegar a mi casa el cuadro de partió. Al día siguiente logré que soldara mi bici un herrero, no quedó. En un taller de muelles fue donde por cincuenta pesos la dejaron útil. Por sobre cualquier sentimiento andar en bicicleta me hace sentir seguro, que mi destino depende sólo de mí, como si creyera que la habilidad salva. 

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Didier Tronchet: el sentimiento de fragilidad que habita a cada ciclista agudiza su atención al mundo. 

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Playera de manga larga, bermuda, rompevientos, siempre rompevientos, regularmente calcetas con estampados, zapatillas para pedales de contacto. Roberto sonriente da los últimos tragos al café, molido manual, lo extrae con dripper, le gustaría que diario supiera a frutos rojos. Lava la taza y va a revisar que el kit de herramientas esté dentro de la mochila, carga una cubierta por si pincha, llave 15 Sugino de acero, multiherramientas Alien II de Topeak, parches, pegamento para parches, adaptador de válvula francesa; un trapo para limpiarse las manos, unos metros de paracord naranja que le regalo uno de sus hermanos por si toca amarrar algo, lleva un par de cámaras 700c que son las que más usa para amarrar cosas a la parrilla. La bolsa donde lleva el kit de herramientas la compró en Radioshack, en realidad es una funda para discos duros o una Tablet, es morada, por eso la compró. Una bomba Topeak que aguanta hasta 120 psi, que es la media en la que le gusta inflar las llantas. Dentro de la mochila de más de ochenta litros lleva una batería por si la pila de la lámpara delantera o trasera se quedan en cero o si no las cargó la noche anterior, a veces la usa para cargar el celular. Revisa que su bocina esté en el tirante izquierdo, en el derecho trae una phone pouch donde carga el celular. Roberto va al baño, enseguida regresa con la cubierta de bloqueador solar, como un mimo a medio maquillar. 

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—Tengo una anécdota con el uso del bloqueador, una clienta me decía que cada vez que llegaba le recordaba las vacaciones —de algún lado Roberto saca un paliacate que se enreda en el cuello, cubre bocas, lentes de sol, checa que sus lentes ópticos estén dentro de la funda. Va a la recámara, vuelve con una gorra de ciclista, su favorita, naranja con ilustraciones de pájaros carpinteros, uno de ellos tiene el copete de Elvis. Lo último que se pone Roberto es el casco. Me muestra su candado, un Ulock. Recomienda usar un candado en U para asegurar las bicicletas, el suyo es un Kryptonite Messenger, algunas veces lleva otro candado, ya que dependiendo del tiempo que tarde en subir un edificio o entrar a unas oficinas pone uno o los dos candados. La llave del candado le cuelga de la muñeca en una liga de espiral, como pulsera. La mochila de mensajero es negra con el logo de “Luca couriers” en el frente. Roberto vive desde hace cinco años con su pareja Mariana, ella también es su socia en la empresa de bicimensajería, recién se casaron.

—Mi primera bicicleta fue mi triciclo Apache, fue mi primera bici de piñón fijo, es decir que gira sobre su propio eje y no tiene un freno.    

el uso de la bicicleta permite ampliar la metáfora de Benjamin: “vencer el capitalismo caminando”

Foto: Roberto Camargo

Después de una estancia académica en Oaxaca, Roberto regresó a Puebla, comenzó a asistir a rodadas. Andaba pedaleando acompañado de una amiga cuando tuvieron que entrar a un taller por problemas en la cadena. Así conoció “El caníbal”, se hizo amigo de Andrés. Comenzó a chambear ahí, también les ayudó tomando fotos, fue durante seis meses. Dejó la chamba por otra en una agencia publicitaria, conoció a Mariana, en 2017 comenzaron “Luca Couriers”.

Toca bajar la bicicleta, Roberto se acerca a una repisa de madera diseñada para suspender bicis y apoyar el caso o lo que sea, ubicada en la pared que divide el estudio y el pasillo de salida de la habitación. Ya junto a la puerta.

—La bici ahorra, pero completamente ecológica no, es mentira, hay aceite, hay pintura.

Toma las llaves de un llavero magnético de mármol negro. Abre, revisa que la bocina y el teléfono estén emparejados, elige música, cumbia rebajada. Cruzamos un pequeño patio de concreto donde hay dos autos estacionados. Llegamos a la calle, es de doble sentido. 

—Salimos sin romper ninguna regla de tránsito —se carcajea. 

La bicicleta de Roberto es una Bianchi de montaña a contrapedal de los 90, es de color verde, con texturas que diseño Andrés, Mr Caníbal. En la esquina vuelta a la derecha y vamos en sentido contrario. En la siguiente esquina, sobre Eje 3, nos pasaremos el alto. Roberto Camargo es fotógrafo y dirige una empresa de bicimensajería que comenzó en Puebla, operan desde hace cuatro años en CDMX; transporta lo que sea, no importa lo que pese. Pueden pedalear 100 kilómetros en un día. Por el momento tiene cuatro bicis.

—Una vez en esa esquina vi un vato en bici que se persignaba antes de entrar a la colonia esa culera —me señala.

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Aunque el uso de la bicicleta permite ampliar la metáfora de Benjamin: “vencer el capitalismo caminando”, las primeras se comercializaron a precios exorbitantes. Mujeres de clase alta pudieron romper reglas montando en bicicleta. Se decía que le provocaría esterilidad y trastornos nerviosos. Mi madre iba a trabajar diario en bicicleta de montaña, enfermera, vestida de blanco. Le emocionaba evadir el uso del transporte público. Susan B. Anthony: la bicicleta ha hecho más por la emancipación de las mujeres que cualquier otra cosa en el mundo.

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—Ahora que se acabaron los conciertos tengo esto —Andrés describe un círculo en el aire que representa su taller de bicicletas, El caníbal. Las paredes negras, los muebles apropiados, impecables, las herramientas ordenadas, engrasadas, limpias. 

—Me gustaría poder levantarme, prender la compu y decir voy a producir una rola bien verga ¿Aja y cómo vas a comer? Hay que ensuciarnos. Hace poco hablaba con Fermín IV, el de Control Machete, me preguntó:

—¿A qué te dedicas Caníbal?, ¿comes gente o vives de la música?

—No, afortunadamente tengo un negocio de bicicletas.

—Chingonas las nuevas generaciones que no sólo pretenden vivir de la música, que sabe hacer más trabajos, hay necesidades. 

el uso de la bicicleta permite ampliar la metáfora de Benjamin: “vencer el capitalismo caminando”

Foto: Roberto Camargo

Desde que llego hasta que me marcho de su taller, Andrés o Mr Caníbal, continúa haciendo el servicio de una bicicleta que estuvo detenida mucho tiempo en una cochera hasta que su dueña la tuvo que usar durante la pandemia.

—Si sabes mecánica de bicicletas te puedes ir a cualquier taller a cualquier parte del mundo. Cualquier taller necesita siempre una mano extra. Hay un verguero de tlaxcaltecas en Estados Unidos haciéndolo.

Estudió diseño gráfico, trabajó en el Síntesis, es el dj de Max Chinasky. Cada quince máximo veinticinco minutos algún cliente toca la puerta.

—Taller profesional de barrio.

16 de Septiembre 3314-local B, en la céntrica colonia el Carmen Huexotitla. Es la segunda ubicación, tiene seis años operando. Es de Andrés y de su chica, juntaron una inversión y ella lo animó. A él le gustaba arreglar bicis de sus amigos, pero lo veía como un pasatiempo, se negaba a vivir del oficio. Se acuerda que sus ahorros no alcanzaron para abrir, tuvieron que sacar dinero y dinero y más dinero. Encontraron un casero que no ha subido la renta.

—Pasaron un chingo de años para que yo fuera mi propio jefe. Uno debe lidiar con el cansancio. Nosotros que nacimos sin nada no tenemos derecho a cansarnos.

Poco a poco el negocio se va recuperando, los primeros días de la pandemia casi no caía nada. Van llegando los clientes. 

—Es aguantar, lo que se mide es la perseverancia que tengas para acreditarte. No se vive de likes.

Con la reclusión comenzó a padecer insomnio. Quisiera abrir otro taller en Cholula. Ya solicitó permiso para instalar un taller de construcción de bicicletas, es un trámite que se realiza en Estados Unidos, pagas una cuota, hay capacitación, como es presencial por la pandemia está pospuesta, le obsesiona armar una bicicleta por completo. Piensa que su taller es el ancla de su vida, le da orgullo que diario, sin falta, le da para comer.

Bill Nye: el ciclismo es una importante parte del futuro. Tiene que ser. Hay algo mal con una sociedad que maneja un automóvil para ir a entrenar en un gimnasio. 

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Hay más de mil millones de bicicletas en el mundo. Yo sigo viajando en mi Raleigh ochentera. La pasada navidad santa le trajo a mi hijo su primera bici. Tiene un año y medio, todavía no puede hablar pero ya derrapa.

 

*Foto de portada: Roberto Camargo

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Autor Lado B
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