En promedio, se abrió una carpeta de investigación (CDI) cada hora por el delito de violencia familiar, durante el primer semestre del 2020. Esto es, 26 carpetas al día. En total, en los últimos seis meses se han registrado 4 mil 736 denuncias por este delito, de acuerdo con el Consejo Ciudadano de Seguridad y Justicia en Puebla.
Según datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP,) la violencia familiar ha ido en aumento en el estado desde 2015. Eso aún sin contar la cifra negra (es decir, los delitos que no se denuncian).
Tomando en cuenta que un gran número de feminicidios tienen antecedentes de violencia familiar, LADO B entrevistó a distintas especialistas para hablar de los factores de riesgo sobre este delito y cómo su correcto análisis, puede ayudar a generar estrategias de prevención por parte de instituciones gubernamentales y organizaciones civiles.
“Cualquier tipo de violencia en el seno de la familia es una violencia que no se denuncia en todos los casos, justamente por considerar que esto es un asunto privado, de la familia, que no tiene nada que ver con otras instancias. Esto nos lleva a que haya una menor cantidad de denuncias y una cifra negra muy elevada”.
Así lo explica la especialista Luz Anyela Morales Quintero, consejera del Consejo Ciudadano de Seguridad y Justicia del estado (CCJSP) y académica de la facultad de Criminología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), en entrevista para LADO B.
Morales señala que si se toma en cuenta la cifra negra, que según el INEGI es de 91%, a esos 26 delitos por violencia familiar denunciados diariamente, tendríamos que sumar 284 más, dejando un total de 310 casos diarios.
El porcentaje de los delitos no denunciados, sin embargo, es tan sólo un aproximado, pues es una estimación general y no sobre este tipo de violencia en particular.
“[Así] no logramos tener una identificación clara del problema real en cuanto violencia familiar. Yo creo que éste es el primer asunto, porque no conocemos en realidad cuál es el número en total”.
Sumado a esto, también hay un incremento en las denuncias por feminicidios, una de las consecuencias más graves de la violencia familiar.
De acuerdo con el análisis de los datos del CCSJ, a nivel nacional los feminicidios han aumentado un 9.7% este semestre comparado con el mismo periodo pero de 2019. A nivel estatal ese aumento es de 20.7%.
En el caso de la violencia familiar el aumento en el mismo lapso en el país fue de 1.6% y en la entidad fue de 5.2% (un aumento de más del doble respecto a la cifra nacional), lo que hace que Puebla esté en décimo lugar por violencia familiar a nivel nacional.
La falta de denuncia concuerda con lo encontrado en la última actualización de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH 2016), en la que alrededor de 1.5 millones de mujeres que sufrieron violencia familiar, señalaron no haber acudido a ninguna autoridad o institución.
Este instrumento también revela que las tres principales razones por las cuales no hay denuncia son: porque no le pareció importante (34.1%); por miedo a las consecuencias o amenazas (19.5%); por vergüenza (14.3%).
De acuerdo con el Informe mundial sobre la violencia y la salud, realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), un solo factor de riesgo no explica por qué algunas personas actúan de forma violenta con otras, ni por qué la violencia es más prevalente en cierto tipo de comunidades, debido a que la violencia es el resultado de una compleja interacción de factores individuales, sociales, culturales y ambientales.
Según ese documento, entender cómo estos factores se relacionan con la violencia es relevante para la salud pública, pues así pueden generarse estrategias de prevención.
Respecto al tema de la violencia familiar en México, Morales Quintero explica que probablemente el factor con más peso, es el cultural.
“Hay actitudes que están a favor de la violencia contra la mujer y aquí entraría la variable cultural del machismo, la de ver a la mujer más como una propiedad o como una persona que está bajo dominio”.
Aparte de las actitudes a favor de la violencia, la especialista agregó que otros factores que intervienen son los bajos niveles de empatía de las personas agresoras.
“[Esto] tiene que ver también con las actitudes en las que se ve a la víctima como una persona que no es digna, que debe cumplir con ciertas expectativas del agresor y si no las cumple, [entonces] el agresor supone que tiene derecho de castigar o sancionar”.
La académica señala que, también hay que tomar en cuenta dentro de los factores individuales, “la hostilidad como una característica de personalidad y la celotipia, es decir, los celos son algo normal pero cuando hay un excesivo control, cuando produce un gran malestar estamos hablando de celotipia, que sería la patología de los celos”.
Además de los factores culturales e individuales, existen factores externos como el estrés, el cual puede ser consecuencia, a la vez, de situaciones como el desempleo, bajos ingresos económicos, o de vivir en una zona donde hay inseguridad, agregó Morales.
A nivel de macrosistema, los factores de riesgo tienen que ver con que no haya consecuencias de tipo social ante estas conductas violentas, es decir, que sea visto como “algo normal”.
“Otro factor puede ser la falta de apoyo social para las víctimas, que incrementa la probabilidad de que los agresores puedan hacer de las suyas, porque la víctima no tiene con quien contar. No hay infraestructura a nivel social que apoye a las víctimas”.
Según Morales Quintero, uno de los aspectos importantes para entender las causas de la violencia familiar, es distinguir los factores de riesgo para las víctimas.
“En este caso son actitudes más de disculpa de la violencia, patrones de pensamiento que justifican la violencia, que no la ven tan grave o que la normalizan, cuando en realidad es un asunto serio que puede ponerles en peligro”.
La violencia familiar es compleja, y uno de los obstáculos que Morales identifica para entender los factores de riesgo es la falta de estudios en la materia, y más aún, aterrizados a los diferentes contextos de Puebla.
“Seguramente habrá unos factores de riesgo más asociados con violencia física, mientras que habrá otros factores de riesgo relacionados con violencia sexual y otros más asociados con violencia psicológica”.
Respecto a este punto, la maestra en género, conflicto y violencia Ana Pandal, explica en entrevista para LADO B que, desde el trabajo de grupo de mujeres que han llevado desde la organización civil GENERA recalca la importancia de no generalizar al hacer estudios.
“No es lo mismo la experiencia de una mujer indígena en Cuetzalan; que la experiencia de una mujer que tiene acceso a una educación privada, es blanca y está en la capital de Puebla. Las experiencias no son las mismas” de ahí la importancia de contextualizar al hacer algún estudio o estrategia de prevención.
De acuerdo con Morales Quintero, hay distintas estrategias de prevención que se pueden aplicar, como la prevención primaria, es decir, la que enfoca sus esfuerzos antes que el ciclo de violencia inicie:
Y otras estrategias tendrían que ser aplicadas (llamada secundaria y terciaria), cuando la violencia familiar ya está presente:
En todos esos casos, la prevención tendría que llevarse a cabo por el trabajo en conjunto -interinstitucional e intersectorial- de las autoridades, instituciones y organismos de la sociedad civil.
“[Hay que] fortalecer los sistemas de protección a víctimas, en los que haya certidumbre de que sí va a recibir la ayuda, porque de otra manera denunciar se convierte en un factor de alto riesgo en lugar de un factor de protección” dice Morales.
En ese aspecto, el trabajo de las organizaciones sociales es indispensable, por ejemplo, en el fortalecimiento de los grupos de apoyo para las víctimas y que así puedan salir de la situación de violencia y puedan mantenerse fuera.
Ana Pandal explica que desde GENERA, en su proyecto de 2019 “Trabajando nuestra historia” se realizaron talleres y charlas con mujeres de San Andrés Cholula, para hablar de feminismo y de los impactos que tiene la violencia en la vida de las mujeres.
La activista cuenta que aunque estas mujeres eran vecinas, no eran muy cercanas e incluso, en algunos casos, sus relaciones seguían patrones de rivalidad. Con este proyecto, el objetivo fue ponerlas frente a frente, y reconocerse en las historias de las otras, para así rehacer la relación entre todas y generar una red de apoyo comunal.
Pandal enfatiza que muchas veces, las políticas públicas parecen generalizan en las estrategias de prevención (es decir, que no toman en cuenta los contextos específicos), y a la larga, no atacan las causas estructurales de los problemas que quieren erradicar, de ahí la importancia del trabajo con grupos y redes de mujeres enfocados en sus respectivos entornos para combatir el aislamiento e identificar las causas de la violencia que están viviendo.
*Foto de portada: Joanne Adela Low | Pexels
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