Los estudiantes de preparatoria conocen muy de cerca dos de los grandes problemas que afectan al país entero: el acoso sexual y la corrupción. La vida cotidiana de muchos de ellos transcurre entre profesores que piden a las alumnas favores sexuales o enviarles fotos a cambio de un buen promedio, policías que les cobran por dejarlos salir del plantel, o maestros que lucran con sus calificaciones.
Este el primero de dos reportajes sobre los problemas que sufren las alumnas y alumnos de entre 15 y 18 años, cuyos nombres reales cambiamos como medida de protección para ellos. Para este trabajo recogimos 66 testimonios –en audio o escritos– de alumnas y alumnos de dos planteles públicos y dos privados en distintos puntos de Ciudad de México: Huayamilpas, Ciudad Universitaria y Lomas de Vista Hermosa, y Atizapán (Edomex).
México tiene una cifra preocupante de acoso: el 20% de las mexicanas que estudiaban la prepa en 2016 fueron víctimas de violencia, particularmente de tipo sexual, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares del INEGI. También ocupa el primer lugar de la región en pago de sobornos y/o entrega de regalos o favores a docentes o funcionarios escolares, de acuerdo con el más reciente estudio (2017) de Transparencia Internacional, Las personas y la corrupción: América Latina y el Caribe.
Era 2015 y Martina estaba en el primer semestre de la preparatoria, tenía 16 años. Casi al final del curso, el profesor de Química le advirtió que, con el promedio que llevaba, iba a reprobar. “Un día me dijo que fuéramos a su coche y lo arreglábamos. Cuando iba hacia su coche, yo obvio ya sabía que iba a ser sexual y no de dinero”, dice esta alumna del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur, en la Ciudad de México.
“Me subí al coche y pensé que estaba dispuesta a cualquier cosa para pasar”, cuenta. “Ahí él me pidió que le enseñara las chichis y lo hice. Después me llevó a Perisur y me dejó en la parada del Metrobús. Me puso un 8”. Martina nunca acudió a ninguna autoridad escolar ni denunció a su maestro. Así pasa en la mayoría de los testimonios recabados.
El hostigamiento sexual por parte de profesores o autoridades es claramente un delito, según el artículo 259 Bis del Código Penal, y la escuela tiene la responsabilidad de actuar, señala Juan Martín Pérez García, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim); y si la institución ignora quejas y denuncias, se puede volver cómplice de encubrimiento al proteger a los agresores.
El principal obstáculo para acabar con estas agresiones es que las alumnas no se atreven a denunciar por miedo a ser juzgadas, a que no les crean sus padres o las autoridades, o a no ser respaldadas, explica el especialista, quien lleva más de dos décadas trabajando con menores de edad.
Por ello es complicado dimensionar el problema en cifras, pero un reporte obtenido por mexico.com a través de Transparencia revela que el acoso es la principal causa de denuncias dentro de los 20 planteles del Colegio de Bachilleres: de un total de 116 quejas por conductas ilegales desde 2007 a la fecha, 51 —el 44%— corresponden a este delito.
La UNAM se negó a proporcionar estadísticas sobre esta problemática en sus planteles de nivel medio superior —los cinco Colegios de Ciencias y Humanidades y las nueve preparatorias— bajo el argumento de que la información tiene carácter “confidencial”. Y aunque las preparatorias privadas no están obligadas a hacer pública su información, las entrevistas que tuvimos con alumnas indican que estos planteles no están exentos de acoso.
De enero a julio de 2018, se denunciaron 214 casos de acoso sexual en CDMX (sin distinción de edades), según datos de la Procuraduría General de Justicia local.
Son las 7 de la mañana y estamos al sur-poniente de la ciudad, frente al Colegio 17 de Bachilleres, en Huayamilpas. Tres policías vigilan la entrada entre las rejas color verde agua características de estos colegios. Dentro de esas rejas, durante las horas de clases y en los descansos, la vida diaria se vuelve mucho más complicada para las mujeres que para los varones.
Renata tiene 16 años, se esconde detrás de sus lentes y el pelo que le cubre la cara. Es tímida. Cuenta que hace un año el profesor de Ciencias Sociales les pidió a ella y sus amigas “botellas y besos” para pasarlas de año. “Las botellas se las dimos, pero los besos no”, aclara. “Yo he sabido de varias amigas que han ido a quejarse con el director de acoso y él siempre dice que no hay pruebas, que si ella no lleva pruebas él no puede hacer nada. Supongo que sería grabarlo para tener una prueba. Por más de que siempre sean las quejas del mismo profesor, dicen que no hay pruebas”.
Un par de profesores de Educación Física y de Física son dos de los más mencionados, tanto en entrevistas que realizamos a las alumnas en un parque, como en pequeños cuestionarios escritos que accedieron a respondernos. Sin embargo, las menores optaron por no mencionarlos por nombre.
“A una de mis compañeras un maestro de inglés la acosó en tercer semestre», dice Nancy. “En una clase la subió a una mesa, no me acuerdo por qué, y la hizo bailar enfrente de todos. Le dijo ‘baila como tú quieras’. Para mí fue extraño porque eso no hace un maestro, está mal”.
Un compañero de las chicas dice: “Un maestro de Biología le dijo a una compañera que si no le mandaba fotos sexys o atrevidas no la iba a pasar, ella le contó a sus amigos y no lo hizo. Luego cuando salieron las listas ella era la única reprobada. Ese maestro le dijo que si quería arreglar su calificación la veía en su cubículo; ella le contó a su novio y él quería amenazar al maestro, pero al final se quedó reprobada”.
“A mí, en primero, había un prefecto que me acosaba literalmente. Siempre me buscaba, luego se metía a mi salón y me dio miedo y me escondí debajo de la mesa y todos mis amigos me taparon. Un día estaba en las escaleras hablando con una amiga y sentí como alguien me tocó la espalda, como bajando (la mano) y era el prefecto. Lo evito para que no me acose, pero luego si me lo encuentro me agarra de la mano», narra Eréndira.
“El de Educación Física acosa con la mirada. Antes era obligatorio ir en pants, pero luego el profesor dijo que mejor en mallones o shorts. En mi salón había una muchacha muy alta y de buen cuerpo. A ella la ponía a hacer los ejemplos de los ejercicios con él, y sí nos sentíamos incómodas. A ella le ponía 10”, cuenta Dani.
“El maestro de Física acosa a las alumnas”, dice Angélica. Uno de sus compañeros hombres, que está en el grupo de entrevistados, agrega: “Yo vi que dos profesores (uno el de Física) miraban muy pervertidamente a las compañeras (…) El otro caso fue en segundo semestre, que un profesor de Química también las veía pervertidamente, pero también las tocaba (…) Y yo quiero decir esto porque puede que las nuevas alumnas que vengan no sepan qué ha estado pasando en esta escuela. A mí no me gustaría que pasara eso con mi novia”.
Claudia Avilés Hernández fue profesora de ese bachiller durante tres años. En entrevista, dice: “Se sabe mucho de los casos de acoso por parte de profesores. Eso lo cuentan los alumnos, los escuchas en el salón. Por ejemplo, ellos saben perfecto quiénes acosan y pues lo platican en el salón. Nosotros mismos los identificamos, pero la verdad nunca pasa nada”. “Por supuesto no estamos hablando de todos los profesores del plantel”, aclara, “pero el problema sí existe”.
Según la información oficial, en el Bachiller 17 se denunciaron tres casos de acoso en 2017, y ninguno en años anteriores. Francisco Cruz Gómez, coordinador de la Zona Sur de Bachilleres, y Luis Roberto Carrillo Hidalgo, director de ese plantel, aseguran en entrevista que basta que ellos tengan una acusación de esa índole “para que ese asunto lo veamos denunciado en el Ministerio Público”.
El abogado de la institución, José Noel Pablo Tenorio, explica que primero se recoge el testimonio de la alumna con su familiar, “esa acta me la envían, la proceso y la llevo al Ministerio Público; y en lo que a mí toca, proseguimos la investigación interna laboral”.
Esos hechos, aseguran las autoridades escolares, permiten cesar al maestro. Sin embargo, el director dice que nunca han despedido a nadie, sino que los acusados han renunciado. No han habido más consecuencias penales.
“Hemos tenido todo tipo de casos y también es importante preservar el derecho del propio trabajador. Pueden ocurrir un montón de cosas, sin demeritar lo que digan las chicas, (hay) gente que se queja con razón o sin razón”, dice Carrillo Hidalgo.
Aquí pueden escucharse (con la voz distorsionada, para protección de los menores) algunos de estos casos de acoso:
Luis Alberto Muñoz, coordinador del área de litigio de Equis, Justicia para las mujeres, nos explica que cualquier acto de violencia sexual sin consentimiento de la víctima es ilegal; y específicamente, en el caso de las estudiantes, se trata de un delito tipificado en el artículo 259 Bis del Código Penal como hostigamiento sexual, ya que se trata de un acoso por parte de una figura de poder, que cuenta con una posición jerárquica sobre la víctima, en este caso docente.
Ante estos casos, se tiene que actuar por doble vía: una administrativa, dentro de la institución escolar, y otra penal para poder llegar a un proceso judicial, y en ambos casos los padres deben estar al tanto de la situación. En cuanto a la sanción administrativa —explica Muñoz— la adolescente debe acudir a las instancias escolares para levantar una denuncia y que se actúe en el interior del plantel. “Si alguna otra autoridad dentro de la escuela, por ejemplo el directivo, tenía conocimiento de un caso de violencia sexual y no dijo nada, estamos hablando de encubrimiento, lo cual también es un delito penal”.
Si la escuela en cuestión es pública, significa que el profesor es un funcionario, “y aquí hay un artículo en el código penal que habla de la solidaridad del Estado mexicano, por lo tanto cuando un funcionario comete un delito, el Estado es responsable”. Y si la institución es privada y los directivos tenían conocimiento del caso, la escuela podría perder el permiso. Pero en ambos escenarios, las sanciones administrativas son independientes a las penales.
Ahora, en cuanto a la sanción penal, existen muchos obstáculos, el primero es que casi nunca “se cree que se vaya a obtener un resultado, por el tema del maltrato de parte de los agentes ministeriales, que a veces es revictimizante, y también por el miedo a no ser creídos; y una vez superada la etapa de la denuncia, y si alguien aguanta la violencia ministerial, tienes un tema de prueba”, sigue el abogado.
Hay que tener “los elementos suficientes” para llevar al agresor a juicio, es decir las pruebas. Aquí el problema es que muchas veces el acoso u hostigamiento, a diferencia de la violación, no deja huella física, aunque sí psicológica, pero es más difícil de probar.
Y todo para que finalmente, en caso de que se compruebe un hostigamiento sexual, se le impondría al agresor una sanción de hasta 800 días de multa (70 mil 688 pesos). Si el hostigador es servidor público, además de la pena señalada, se le destituirá del cargo y se le podrá inhabilitar para ocupar cualquier otro cargo público hasta por un año.
El tema del acoso no distingue entre instituciones públicas y privadas. Distintas voces de estudiantes entre 16 y 17 años recogidas en la preparatoria Unitec de Atizapán no son muy diferentes a las anteriores.
“En el cuatri(mestre) pasado tenía un profe de Taller de Lectura que me tiraba la onda. No solo a mí, también a otra chava, que hasta le pidió su número y constantemente la invitaba a salir. Es muy evidente y no solo conmigo, muy descarado con varias niñas. Te incomoda en cuanto a tu espacio vital, se te acerca de más. A mí no me mandaba mensajes porque nunca le pasé mi número, pero a (una amiga) la invitaba por cafés o le decía que estaba muy guapa”, dice Érika, de 16 años.
Sonia, de la misma edad, agrega: “Hay un profe de Biología que no te pone faltas si le gustas o le llamas la atención. En el salón una vez me pidió mi teléfono y se ha acercado así como para despedirse de mí (con un beso) en la mejilla, casi en la boca un cachito. Me dice que estoy muy guapa y pues sí le di mi teléfono, porque no quiero reprobar”.
Cecilia, de 17 años, habla de un profesor “que realmente era muy abusivo en todo aspecto. A los hombres les pedía dinero para pasarlos cuando no iban bien en la materia y a las niñas las acosaba mucho. De hecho cuando no había prefectos o otros profesores alrededor de los baños, se metía a los baños de las niñas. A las niñas les intentaba sacar nudes o cosas así. Les pedía fotos, les pedía audios y videos».
Consultada al respecto, Unitec indica que nunca se ha tenido queja alguna sobre esto, pero que en todo caso tienen un protocolo en línea para que los alumnos puedan denunciar de manera anónima cualquier problema de ilegalidad o acoso a que se enfrenten y se lleve a cabo una investigación.
Han pasado tres años desde que Martina fue llevada por su profesor al auto y él le pidió bajarse la blusa para que le mostrara los pechos en el plantel Sur del CCH, que depende de la UNAM.
Hoy Camila, otra estudiante de esa misma escuela, habla sobre su profesor de Historia, a quien califica de machista. “Todo el tiempo hace comentarios como ‘la política no es para viejas’». Un día soltó en clase ‘no puedo creer que haya niñas de 15 o 16 años que con sus faldas se ven bien putas’. Saliendo del salón, los propios compañeros de Camila —quien vestía falda ese día— la agredieron: “tú sí eres bien puta, ¿no?”.
Acudió a la dirección y la ignoraron, pero cuando advirtió que denunciaría el caso ante el Tribunal Universitario (organización que se encarga de la justicia dentro de la UNAM), le dieron cita con el director.
“Tuve que meter presión y amenazar para que algo sucediera”. Al final —según su narración— el director la recibió, pero la única “solución” fue cambiarla de salón. El profesor machista sigue dando clases.
Un hecho de abuso o violencia puede trastocar la vida de cualquier chica, pues uno de los elementos centrales de la construcción de cualquier ser humano cruza por lo sexual, explica Juan Martín Pérez García, de Redim.
“El factor que permite los abusos es el machismo”, añade el experto, “pues hay una formación en los varones —sin importar la clase social— en la que los hombres tienen el ‘privilegio’ de decidir sobre los cuerpos de las mujeres, y en el ámbito escolar, existe una relación asimétrica de poder entre el profesor y sus alumnas”.
Cuando estos casos llegan a sancionarse, la medida no suele ir más allá de una suspensión. “Que lo expulsen es un logro mayor, y que lo procesen penalmente… eso no ocurre. De hecho, yo no conozco ningún caso; y es por eso que es muy importante depositar claramente la responsabilidad en las instituciones”, agrega Pérez García.
En este círculo, quienes son más vulnerables son las adolescentes, y entre ellas, lo son aún más las chicas pobres y con discapacidad, agrega Pérez García.
Yuriria Rodríguez Martínez, doctora en Ciencias Sociales, con una especialidad en estudios de la mujer en el Colegio de México (Colmex) y psicóloga social enfocada en temas de género, indica que el hostigamiento provoca una afectación a la chica en su ámbito psicoemocional, y daña su integridad y dignidad, por lo que es necesario detenerlo a tiempo.
“El hostigamiento sexual empieza a darse poco a poco y si no hay un alto porque el estudiante no sabe cómo denunciarlo, y si lo hace y no hay quien lo apoye, entonces ahí hay una escalada que puede llegar incluso a una violación”, dice Rodríguez. Por ello el primer aspecto y quizá el mas importante es creer en la víctima para que pueda hacerse justicia.
El psicólogo Alfredo Rentería, director de ADIVAC, una asociación de apoyo a víctimas de abuso sexual, coincide: “desde nuestra experiencia, con las personas que atendemos y que han vivido violencia sexual por parte de alguna autoridad escolar, realmente el número de casos de éxito no es muy alto. La escuela no toma responsabilidades y se pone en duda la credibilidad de la víctima”.
«Además, en nuestra dinámica cultural —agrega— se tiende a normalizar la violencia y a culpar a la víctima: la sexualidad en este país es un tema megatabú, no les hablamos de sexualidad a los niños y por lo tanto no es un tema abierto”.
Muchas veces se demerita a la persona cuando denuncia, bajo la idea de que “como no fue tan grave, no lo toman en cuenta, y el no tomarlo en cuenta hace que sigan pasando estas cosas”, agrega.
Muchas de las adolescentes no lo cuentan nisquiera a sus padres por pena o miedo a ser juzgadas y las consecuencias de sufrir acoso son muy variables, añade, desde bajo rendimiento escolar hasta problemas para dormir, pesadillas, insomnio, o muchas ganas de dormir y dificultades para relacionarse con los otros.
Es importante no quedarse callado, enfatiza Rentería. “Es algo que pasa… y que les pasa a muchas personas”.
*** Con información de Saúl Hernández y Carlos Carabaña
*** Diseño: Adán Vega y Daniela Guadarrama. Animación: Francisco López. Fotos: Luis Peagui
El texto original se publicó en México.com y se reproduce con autorización del medio.