[dropcap]L[/dropcap]as redes sociales, sobre todo Twitter y Facebook, se han convertido en una herramienta de trabajo para los periodistas, quienes suelen presentarse como tal en sus respectivas cuentas y hacen público los nombres de las empresas mediáticas en las que han trabajado o laboran; la presentación en redes se ha convertido –para muchos usuarios– en un currículum vitae a la vista de todos.
Si bien las cuentas que alguien pueda tener como persona física son personales, hay algo peculiar en el modo en el que se presentan algunos sujetos involucradas con el Periodismo, pues suelen hacer la acotación: “comentarios a título personal” o “tuits a título personal”, quizás ello no pase con trabajadores de otros rubros, pues se asume que las cuentas y las opiniones ahí expuestas son de ellos y no de las empresas donde laboran.
No obstante, la aclaración que hacen los periodistas en sus redes sociales obedece a la tiranía de las redes sociales, a veces paradójicamente alimentada por los mismos periodistas, sobre todo cuando enjuician moralmente a alguien sin el mayor empacho. A veces la suma de algunos periodistas a esa tiranía no podría entenderse sin la viralización de los hashtag de las ladies o lords, que generalmente es la réplica de fotos o comentarios de los usuarios de las redes sociales, cuyos comentarios virtuales se convierten en materia de información mediática, poco importa si es de interés público, basta con que las declaraciones sean escandalosas para que algunas empresas mediáticas decidan hacerlo nota informativa.
Claro que los periodistas también son víctimas de esa tiranía, en parte se entiende el pleonasmo acerca de que lo que escriben en sus cuentas personales es “a título personal”, pero se olvidan que los usuarios de las redes sociales, en conjunto con voces de autoridad o líderes (entre ellos las de las empresas mediáticas) poco les importaría esa acotación “personalísima”; vaya, que cuando se trata de hacer presión, las consecuencias pueden ser desastrosas, por ejemplo: la gente comparte información descontextualizada o también puede tergiversarla, de tal suerte que la presión mediática es tan incisiva que terminan despidiendo a alguien por algo que compartió en sus redes sociales. El escrutinio de desconocidos en las redes a veces no en relación a la investigación o contextualización de casos particulares sino con base en la descalificación o lecturas moralinas sobre las opiniones de otros.
¿Puede un profesionista compartir lo que quiera en sus redes sociales? ¡Claro! ¿Quién lo limita? ¡Nadie!, tendría que ser él mismo, su ética, su razón y su prudencia acerca de lo que comparte, al margen de cómo se presente y cómo sea el coctel de personalidades que tiene como contactos. Por otro lado, si las cuentas o los mensajes que se comparten son públicos, difícilmente se está exento de la vigilancia de conocidos y desconocidos.
[quote_right]¿Puede un profesionista compartir lo que quiera en sus redes sociales? ¡Claro! ¿Quién lo limita? ¡Nadie!, tendría que ser él mismo, su ética, su razón y su prudencia acerca de lo que comparte [/quote_right]
Sin embargo, ¿sería argumento suficiente la presión mediática para que una empresa despida a un trabajador? Creo que es una exageración y un abuso. A un periodista, editor o colaborador lo podrían despedir sin problemas de un medio, siempre y cuando incurra en una falta en el servicio profesional por el cual le están pagando; no obstante, los empresarios y las instituciones siempre quieren ser moralmente correctos cuando hay una crisis de imagen institucional a causa de las opiniones o las fotografías que pueda compartir un empleado en sus redes sociales “a título personal”, y el arma más letal es la intimidación o el despido.
¿Qué se puede hacer para evitar una posible presión mediática de descalificación en las redes sociales por algo que un profesionista comparte?
-Si usted es de los que pone su currículum vitae (o parte de él) en sus redes sociales, lo más sensato es que todos los días lo tenga presente y sea mesurado con el contenido que comparte, así sea estrictamente personal, sobre todo si lo hace en modo “público”.
– Si un día usted comparte algo que irrite a la empresa o institución donde labora, lo más seguro es que intenten despedirlo; pero si usted no se presenta con ninguna credencial institucional y lo que comparte no es público, entonces puede apelar a su derecho de privacidad, aunque le digan lo contrario.
-No es necesario que ponga “a título personal”, sus sabios seguidores sabrán que así es; además recuerde que entre sus seguidores “mala leche”, con todo y su especificación, le podrían hacer una trastada o podrían ser los primeros en enjuiciarlo y señalarlo de manera pública.
En conclusión, en tiempos donde las empresas y las instituciones a veces resuelven sus crisis institucionales a partir de los despidos, es necesario ser mesurado con lo que se comparte en redes sociales, sobre todo cuando en las presentaciones digitales alguien se cobija en los nombres de instituciones o empresas por las que ha desfilado.
Lo ideal sería no tener cuentas en las redes sociales, pero para los periodistas sería absurdo y poco viable, tanto como no presentarse con parte de su currículum vitae, pues también deben hacer relaciones públicas, contactos, estar enterados de qué dicen sus fuentes de información y, a veces de paso, aumentar el ego.