El asesinato de Yuliana no fue un crimen perfecto, sino el reflejo de la profunda decadencia del sistema de justicia: bastaron tres testimonios para que el Ministerio Público integrara el expediente.
Se recibió aviso telefónico por parte de cabina central de la policía municipal de San Pedro Cholula, comunicando el deceso de una persona de sexo femenino, quien se encuentra en calidad de desconocida doce, encontrándose en la vía pública, sobre la calle seis norte y treinta y dos oriente, barrio de Jesús Tlatempan, San Pedro Cholula. AP-2040/2015/SACHO.
La madrugada del 28 de junio del 2015 Yuliana yacía frente al colegio Montessori del Sol. Así permaneció unas horas hasta que la agente del ministerio público de San Andrés Cholula, María del Pilar Fierro Cajica, junto con el médico legista José Luis Tovar, policías municipales y ministeriales, levantaron su cadáver.
Una noche antes de su asesinato, Yuliana fue a un baile por la fiesta patronal de Cuautlancingo Puebla, tocaba Polymarchs, la leyenda viva del high energy que se hizo popular en los 80s. No regresó a su casa como le había dicho a su hermana, alguien le pasó un carro por encima.
Diecinueve días atrás fue su cumpleaños número treinta y la siguiente semana tenía una entrevista de trabajo. Una solicitud de empleo se quedó abandonada en la sala de la casa de su mamá. “¿Cuál es su meta de vida?”, la pregunta en un campo. “Tener una familia feliz”, respondió Yuliana Galicia Velázquez, hermana, hija, nieta y madre —una nadie para este sistema de justicia.
El sol apenas salía. En la pared de la última habitación que usó como dormitorio, aún hay un par de apuntes personales que erizan la piel: el amor no lastima, quiérete Yuliana, transfórmate Yuliana. Conseguiría un empleo, se divorciaría de Juan Manuel y tramitaría juicio para recuperar a sus hijos. El avance que mostró en las oficinas del gobierno municipal, donde recibía asesoría jurídica y terapias psicológicas, era significativo.
Hace tres meses que se había separado de su esposo y quería tramitar el divorcio. La última escena en que Yuliana toleró las agresiones de su pareja, de acuerdo con la memoria de Sariah, su hermana, fue: Juan Manuel parado en la entrada del baño, pateando a Yuliana violentamente, mientras uno de sus hijos, el más grande, le pedía que parara. Yuliana no lo denunció ni una sola vez.
La mitad de su vida, convencida de la unión familiar, soportó todo tipo de violencias. A sus quince años, luego de terminar la secundaria, se fue a vivir con Juan Manuel. Ni siquiera había crecido del todo aún. Años después alcanzó su estatura máxima y se dio cuenta de que era más alta que su esposo.
Frente al Montessori del Sol, al filo de la calle 6 Norte, hoy hay una cruz de madera con acabados de acero inoxidable y repujado, la colocó Sariah. “Uña y mugre, uña y mugre”, así les decía su mamá. Sariah fue la última persona que habló con Yuliana, eran las 3.52 horas del día 28 de junio, Yuliana le dijo que estaba con Manuel, que no tardaba, que estaba bien. Sariah lo creyó y le pidió una cerveza para cuando regresara.
Yuliana tenía cabello abundante, nariz recta, cejas semipobladas, iris café claro. Treinta años recién cumplidos, un metro con 75 centímetros de altura. Era simpática y vanidosa. Generala de los huehues del batallón de los Turcos, en el carnaval 2014 de San Pedro Cholula iba hasta adelante, con su traje a medida.
A las ocho de la mañana entró una llamada al celular de Sariah, no era su hermana, la voz era de un hombre, de un agente de ministerio público, para ser precisa:
—¿Está detenida o algo?
—Hubo un accidente.
—¿Qué pasó?
—Es… un atropellamiento. Hay una mujer fallecida.
El agente le pidió a Sariah que se presentara en el anfiteatro del panteón municipal para reconocer el cadáver de la mujer a la que presuntamente le pertenecía el celular que tenía varios registros de llamadas y mensajes hechos desde su número. Ese cadáver podría ser su hermana —ojalá no—pensaba Sariah—. Ojalá sea una equivocación.
Traumatismo craneoencefálico severo, esguince cervical con sección medular, edema pulmonar agudo, contusión profunda de abdomen.
Trámites, papeles, idas y vueltas a la Casa de Justicia de Cholula, más llamadas y una interminable espera. Cuando al fin Sariah y su mamá, Claudia Angélica Velázquez, pudieron ver el cuerpo sin vida en la camilla, la reconocieron, era Yuliana. No tenía un diente, su cara estaba llena de golpes y heridas, lo mismo que el resto de su cuerpo. Sariah declaró lo que sabía:
—A las 3.52 de la mañana le marqué y me dijo que estaba con su marido, tomándose unas chelas, que se encontraba bien y que llegaba más tarde —en su declaración Sariah señaló a Juan Manuel como responsable del homicidio y dio la dirección de su casa y de su trabajo, era jardinero en el asilo “Vivir de Amor”. Sariah también habló sobre la existencia de un automóvil cavalier color guinda, que vecinos y familiares le habían dicho que era el auto que Juan Manuel había usado esa noche.
[pull_quote_right]Hay que creerle a las víctimas incluso a nosotras que estamos de este lado, a veces el sistema te hace de repente dudar, porque empiezas a caer en prejuicios morales, o si ves que no te hacen caso, que cuando fuiste a pedir un expediente y ves que sigue igual que hace meses y que no hay avance, eso te hace ir retrocediendo; pero hay que creerle a la familia. Ni siquiera pidieron compensación económica, ellas lo único que quieren es conocer la verdad, y quieren justicia[/pull_quote_right]
Contó que pasadas las 4.30 de la mañana Sariah recibió un mensaje de Juan Manuel, ella le preguntó por su hermana, él negó haberla visto y se despidió con evasivas.
La señora Claudia declaró que un día antes se había encontrado con su hija Yuliana, y en ese breve encuentro ella le dijo que Juan Manuel la había invitado a salir y que le daría dinero. Yuliana trabajó toda su vida, en la casa y en el negocio que tenían, sin salario, estaba supeditada a la voluntad de Juan Manuel.
Además del cavalier guinda, Juan Manuel tenía un volkswagen azul, era común pasar por su casa y ver esos dos automóviles estacionados en la calle, al frente. Después de la llamada del ministerio público, Sariah no fue al anfiteatro del panteón porque antes fue a buscar a Juan Manuel para que le explicara lo que había pasado. No lo encontró ni a él ni al carro guinda, de hecho Sariah no volvió a ver a ninguno de los dos. Hasta ese día, Juan Manuel había sido muy cercano a ella.
Juan Manuel se presentó en la Casa de Justicia de Cholula hasta el cuarto citatorio, un año y cinco meses después del asesinato de Yuliana.
—Comparezco ante esta autoridad, en atención a la cita que se me giró para el día de hoy. En relación a los hechos en que perdiera la vida la señora Yuliana Galicia Velazquez, los ignoro por no haberlos presenciado. Manifestando que contraje matrimonio con la señora Yuliana Galicia Velázquez desde hace aproximadamente 14 años y con quien procreé tres hijos.
En su narración, Juan Manuel explicó que decidió separarse de Yuliana por el mal comportamiento que ella tenía, y cómo por esta misma razón era un mal ejemplo para sus hijos. Dijo que sí fue al baile, pero que no con Yuliana, sino que sólo le dio un ride, aunque estando ahí, al no encontrar a sus amigos, Yuliana se sentó con él y “su compadre” en la misma mesa, según su testimonio Yuliana iba y venía, porque seguía buscando a sus amigos.
Juan Manuel explicó que Yuliana se alejó de ellos luego de hacerle una escena de celos porque decidió sacar a bailar a “una señorita que vio sola” y la perdió de vista. Se tomó una cerveza más y se fue a su casa. Al día siguiente salió de Cholula por su trabajo. En su versión Juan Manuel es albañil en la Ciudad de México.
Las otras dos personas que atestiguan en la averiguación 2040/2015/SACHO, son la hermana de Juan Manuel, junto con su esposo, ambos secundan esta versión con ciertas diferencias. Estos personajes rindieron su testimonio dos veces: la primera con la policía ministerial, su investigación se basó única y exclusivamente en este par de entrevistas, y la segunda, en comparecencia, al tercer citatorio de la autoridad.
El informe de la investigación policial fue solicitado mediante oficio cuatro veces y no fue sino hasta el 7 de marzo del 2016 que se integró a la averiguación, casi un año después, como si hubiera sido la gran cosa hacer dos entrevistas. La averiguación del homicidio de Yuliana termina con la declaración de Juan Manuel y se integra como homicidio culposo, es decir como un accidente vial.
El médico legista quitó la sábana desechable que cubría a Yuliana y comenzó a contar y medir cada lesión de su cuerpo. Eran treinta, como sus años recién cumplidos.
Treinta lesiones graves y leves, ubicadas en ambos lados del cuerpo, derecho e izquierdo. Por un golpe contundente de 2 por 1 centímetro, Yuliana tenía una herida arriba de la ceja, ésta se unía otra de 9 centímetros por 6, cerca del pómulo izquierdo y la sien, tenía también una herida parecida en el pómulo derecho, de 5 centímetros por 3.5. A causa de un golpe contundente de 1.5 por 0.5 centímetros perdió un diente (el incisivo central izquierdo) y le fracturaron otro. Había señales de golpes por toda la cara y su nariz estaba intacta, como si no fuera la nariz la parte más sobresaliente del rostro humano.
Los cuerpos, aún sin vida, hablan, los moretones por golpes contundentes reproducen los objetos por los que fueron causados: ¿qué causa una herida de 1.5 por 1 centímetro en el labio superior, tumba un diente y fractura otro sin tocar la nariz?
El dictamen médico legal pudo explicarlo, si tan sólo el médico legista hubiera tenido claro el Protocolo para investigar el feminicidio vigente en esa fecha. No lo hizo. El dictamen tampoco especifica si hubo posible forcejeo, defensa o lucha, ni la naturaleza de las lesiones. La averiguación de Yuliana se integró sin el mínimo de periciales señaladas en el protocolo: no hubo criminalística de campo, criminología ni psicología forense. Tampoco se practicó la dactiloscopía, o la genética forense para hallar al responsable.
Por los antecedentes, y especialmente por un amparo interpuesto en el 2013, que atrajo la Suprema Corte de Justicia de la Nación (tesis constitucionales 2009086 y 2009087), todo asesinato a mujeres debería investigarse con perspectiva de género: verificar la presencia de motivos o razones de género que expliquen una muerte violenta, si la víctima estaba inmersa en un contexto violento, buscar signos de defensa y lucha, practicar necropsia psicológica y peritajes psicosociales.
El asilo “Vivir de Amor” tiene un jardín muy grande cubierto por rosales y cactus. El jardinero que está ahora comenzó a trabajar ahí en noviembre del 2015, no sabe a quién suplió pero ya varios de sus compañeros le han contado de un Juan Manuel que hacía unos muy bonitos arreglos de rosas, también le han platicado que tomaba mucho y que de vez en cuando se quedaba dormido por ahí.
—Uno se entera de algunas cosas, pero no sabría contarle más, dice amable mientras frota sus manos.
El trabajador social se une a la conversación, tiene seis meses apenas, no sabe nada del pasado del asilo, pero tiene una compañera que lleva bastantes años trabajando ahí. Es muy alto, a prisa de sus pasos va a preguntar y regresa para contestar la única pregunta que le hice: —Sí, trabajó aquí y dejó de venir a finales de junio del 2015.
La administradora del lugar lo confirma, Juan Manuel trabajó aquí, era el jardinero del asilo. ¿Coincidencia? Yuliana murió el 28 de junio del 2015.
La cruz que colocó Sariah en memoria de Yuliana frente al Montessori del Sol, está justo a una cuadra del asilo. Un día, sólo por curiosidad, la señora Claudia, mamá de Yuliana, pasó a verla, había un arreglo de rosas, muy, muy bonito.
La policía ministerial no se tomó la molestia de ir a preguntar al asilo por Juan Manuel, dio por sentado que se había ido de Cholula a la ciudad de México por su trabajo. Ignoró la declaración de Sariah. Tampoco se hizo al menos una pericial en criminalística considerando las dimensiones del cavalier, dieron por sentado que Juan Manuel había utilizado el otro carro. El carro guinda fue capturado por el street view de google maps, y está estacionado justo frente a la casa de Juan Manuel como archivo visual. Se suma a todo lo anterior que el agente del Ministerio Público jamás se comunicó con la familia de Yuliana para informarles los avances del asunto, ojalá la ley de víctimas fuera algo más que un bellísimo documento.
—Somos ciudadanas de segunda, me explica Fabiola Baleón, activista que da acompañamientos a mujeres víctimas de violencia, y ha seguido el caso de Yuliana puntualmente.
—¿A qué te refieres con eso?, le pregunto
—Ahora hay mujeres diputadas, senadoras, profesionistas y mujeres con doctorado; pero al final, la categoría “mujer”, nos sigue relegando a no ser “importantes”.
—Hay que creerle a las víctimas —me dijo Fabiola— incluso a nosotras que estamos de este lado, a veces el sistema te hace de repente dudar, porque empiezas a caer en prejuicios morales, o si ves que no te hacen caso, que cuando fuiste a pedir un expediente y ves que sigue igual que hace meses y que no hay avance, eso te hace ir retrocediendo; pero hay que creerle a la familia. Ni siquiera pidieron compensación económica, ellas lo único que quieren es conocer la verdad, y quieren justicia.
—Ya no están esas averiguaciones acá, señora, están en Puebla, se llevaron todo a la Fiscalía especializada —tras el escritorio una secretaria trata de desalentar a Claudia Angélica Velázquez. Compartimos unas miradas antes de ir a la siguiente puerta.
La señora trae seis hojas arrugadas en la mano cuando ingresa a la Casa de Justicia de San Andrés Cholula. Son tres oficios y su copia respectiva para que le reciban unas y le sellen y firmen de recibido otras, las que va a conservar. Va a pedir los resultados de la prueba de alcoholemia y toxicológica que nunca anexaron a la averiguación previa de Yuliana; el informe policial que durante meses fue requerido, y también pedirá la inspección del celular de Yuliana que desde el día del asesinato lo tienen en cadena de custodia. No sólo quiere que inspeccionen el registro de llamadas y mensajes, sino que obtengan la sábana de llamadas de ese día. Pero no le reciben ningún oficio porque tiene que hacerle unos cambios a la redacción, tampoco le quieren tomar la solicitud por comparecencia porque: —Ya sabe que aquí todo es mediante citas —le dice una de las secretarias.
Pregunta en tres oficinas por el expediente de su hija, AP-2040/2015/SACHO. “Pues creo que ya se fue a la agencia”, “¿Para qué lo quiere?”, “¿Es usted la mamá, dice?”. Hay cuatro secretarias en la tercera puerta y una al fin lo busca “¡Pero dice culposo!… entonces ese sí lo tenemos”, no oculta su sorpresa de que no se haya ido con los demás expedientes para ser investigado como feminicidio. Enseguida se levanta de su asiento y va a buscar la carpeta. Cuando regresa se la entrega a la señora y se retira, aunque la vigila.
Claudia Angélica tiene tres hijos pequeños que van a la primaria. Los demás ya tienen edad de cuidarse solos, Yuliana era la más grande, su primogénita. Es toda una hazaña darse tiempo de venir a las orillas de Cholula para ver cómo va el asunto de su hija. Aunque el carácter de la señora Claudia es recio, hoy lloró un poco al terminar de leer la declaración de Juan Manuel, dijo que le daba rabia tanta mentira, y que no entendía para qué declararon si no se les tomó en cuenta.
—Pídale usted a Dios que le mande tranquilidad, y pues no porque haga todo esto o que no se integre bien o si se llega a integrar bien, pues, no con todo esto usted va a recuperar a su hija—, intenta consolarla la mujer que le dio el expediente.
Las dos últimas estrofas de Los Nadie —así, en masculino— de Galeano, me recuerdan a nosotras. Parafraseo: las nadie, las hijas de nadie, las dueñas de nada. Las nadies, las ningunas, las ninguneadas… No somos, aunque seamos… No tenemos nombre, sino número y no figuramos en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Me pregunto si el montón de carpetas que tenemos enfrente no son sólo un monumento a la impunidad.
EL PEPO