Ilustración: Beatrix G. de Velasco
Aranzazú Ayala
¿Qué es eso del libro rojo? Teresa había escuchado que era para invocar espíritus. Para abrir puertas. Cualquier persona tenía en su estante algún libro de tapa roja, no había mayor complicación.
Era miércoles, esa mañana no había pasado nada especial en el pueblo, sólo la calma del calor y el polvo de todos los días. Por la noche, cuando escuchó a su mamá cerrar la puerta de la habitación, ella también se encerró en la suya. Por la ventana se veía el cielo más negro que de costumbre: se había nublado y el aire que antecede a la lluvia apaciguaba el calor que entraba por la ventana. Teresa tomó el libro rojo y con la voz apenas escapando de sus labios hizo la pregunta.
“¿Hay alguien aquí?”, como indicaban las reglas del juego, abrió el libro al azar y colocó su dedo en la línea de alguna página.
“¡Así nos podemos pasar hablando una noche entera de mí!”, leyó en la frase elegida.
Algo incrédula insistió, “¿Hay alguien más en esta habitación?”.
“Sí. ¿Me quiere decir ahora qué desea de mí?”. Teresa se quedó muy quieta. Era un juego. Un simple libro. Siguió surcando las páginas. Había alguien a su lado. Las respuestas daban cada vez más detalles de su presencia. Ya ninguna frase parecía coincidencia. Cerró los ojos. Titubeó al hacer la siguiente pregunta. El dedo temblaba sobre las letras que se amontonaban en la página. Teresa azotó las tapas. Metió el libro al fondo del librero y se metió en la cama.
Soñó con un cielo oscuro.
El día siguiente transcurrió normal, entre el calor y el silencio del pueblo. Teresa se mantuvo lejos de su cuarto. Al caer la noche finalmente entró, evitando mirar hacia el librero caminó directo hacia su cama y ahí estaba. El libro abierto en una página donde sólo había una frase: Te estaba esperando.
