[dropcap]C[/dropcap]uando dicen que las cosas han cambiado, que es una necedad continuar exigiendo un Día Internacional de las Mujeres para reivindicar nuestros derechos, porque bien que hay igualdad entre hombres y mujeres, “Si ya hasta hay mujeres que trabajan” o peor aún “mujeres que violentan a los hombres”. Cuando insisten en que los hombres “pobrecitos” de verdad que están haciendo su mayor esfuerzo por cambiar la situación, lo que pasa es que no lo reconocemos y al contrario exageramos la situación diciendo que “Todos los hombres son violentos”, e incluso sostienen que es una hipocresía pedir igualdad con leyes que “benefician” sólo a las mujeres y no con leyes que incluyan a los hombres –¡Sor-pre-sa!, las leyes son una construcción patriarcal, o sea de los hombres, por eso sólo giran en torno a sus privilegios-. ¡Bueno! Y nunca falta quien argumenta: si ya hasta hay hombres feministas o el tan clásico y nunca mejor aplicado: entonces si quieren igualdad que nos den un Día del hombre.
¡Paren, paren! Que me van a hacer llorar.
Primero, si bien en esta sociedad confluimos hombres y mujeres en un contexto de violencia estructural, la violencia implica ¡ni más ni menos! el ejercicio de poder y no sólo la posesión “de”; en ese sentido, el poder socialmente aceptado y ejercido (durante hartos años) es el de “los hombres” sobre “las mujeres”, condición que muy a nuestro pesar apenas empieza a sacudirse.
Segundo, ante este tipo de “argumentos” (por no decir sandeces) es inevitable repasar todas las historias de abuso, violencia, violaciones y feminicidios que escuchamos cotidianamente o que incluso conocemos de cerca, para reconocer que en casi todos los casos son los hombres, esos que se supone que ya respetan a las mujeres, quienes continúan atentando contra nuestra dignidad y nuestra vida.
Tercero, quiero destacar que en efecto si ahora tenemos leyes que “intentan” garantizar los derechos de las mujeres y cada vez más reconocimiento social de la violencia y desigualdad que vivimos, no han sido los hombres quienes han impulsado estas transformaciones. Hemos sido las mujeres, que a partir del reconocimiento de problemáticas compartidas con “las otras” y después de años de lucha, articulación y acciones, quienes hemos obligado al estado a generar transformaciones que nos garanticen mejores condiciones. ¡Tampoco crean que nos han hecho el favorzote!
Entonces, mientras sólo algunos hombres están “aprendiendo” a llorar, a desestructurar sus formas de ejercer violencia o mientras están trabajando en ser amorosos, en acompañar a sus parejas, aprendiendo a “ayudar” en las labores domésticas (no haciéndose responsables de), otros hombres nos están asesinando, violando, acosando, hostigando laboralmente y sirviendo de obstáculo para que las mujeres vivan dignamente. Ejemplo claro es que mientras las cifras de feminicidio aumentan, asustan e intimidan; los gobernadores, procuradores de justicia, jueces, presidentes municipales, ombusdman, ministerios públicos, abogados, criminalistas y funcionarios, o sea los hombres del estado y “poder”, continúan minimizando la situación, sosteniendo así un pacto patriarcal que mantiene a los agresores en la impunidad. Como ocurre cuando los hombres en el feminismo siguen creyendo que están en estos espacios para aleccionar a las feministas, para recibir aplausos o para quejarse de cuanto se les excluye y no están afuera, trabajando con otros hombres y construyendo otras formas de desestructurar esta sociedad machista. En resumen, dejen de ponerse en evidencia “Menos pose y más actitud”, y a luchar donde les toca.
De nada.