Lado B
"Échele, Maestro": Mozart in the Jungle
Una de las características que, en ocasiones, atrae sobre las series de televisión es cuando éstas se centran a alguna profesión en particular. Por la pantalla chica han desfilado doctores, abogados, detectives, reporteros, modelos, productores de televisión, actores, psicólogos, gangsters, presidentes, espías, cocineros, y un larguísimo etcétera.
Por Lado B @ladobemx
08 de marzo, 2016
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Amira George

[dropcap]U[/dropcap]na de las características que, en ocasiones, atrae sobre las series de televisión es cuando éstas se centran a alguna profesión en particular. Por la pantalla chica han desfilado doctores, abogados, detectives, reporteros, modelos, productores de televisión, actores, psicólogos, gangsters, presidentes, espías, cocineros, y un larguísimo etcétera. Pero son poquísimos los casos en los que la trama se centra en intérpretes de música clásica.

Ese, a mi parecer, es una de las grandes cualidades de Mozart in the Jungle, todo se centra en los músicos, su pasión por la música y no más -claro con las complicaciones que esto pudiera tener-. Y es que, más allá de los actores, el personaje principal es la música, y se presenta de una manera excelente.

Desde conciertos en el auditorio, tocadas improvisadas en la vía pública, los ensayos particulares, hasta una escena en que dos personajes se ponen a escuchar cómo todo el ruido de una ciudad como Manhatan también es música.

La trama en sí se centra en la rutina de la Orquesta Sinfónica de Nueva York y dos de sus nuevos integrantes: la joven oboísta Hailey, una chica que su sueño es formar parte de la orquesta y ser de las mejores intérpretes de su instrumento, ambiciosa pero inocente en un mundo que, de no cuidarse se la podrá comer. En su camino, Hailey es acogida por el nuevo conductor, Rodrigo de Souza, un joven prodigio de la música, excéntrico, irreverente y 100 por ciento latino.

Rodrigo es interpretado por Gael García Bernal, en uno de los papeles que oficialmente lo ha puesto en la mira de Hollywood pues hace tan solo unas semanas recibió el Globo de Oro a Mejor Actor en una Serie de Comedia, y si bien su papel es maravilloso, pasando de la locura a la seriedad a la ansiedad, con su trenza, bicicleta y, en unas escenas, su cacatúa, en mi opinión es Gael siendo Gael, y por eso es excelente.

Vayamos por partes. Debo empezar con mi única queja del personaje de Rodrigo para después entrar en el tema bien. A lo largo de la primera temporada hay muchas ambigüedades sobre la nacionalidad del joven conductor, pero por los constantes “ay wey” y “en la madre” que de pronto se le salen es evidente que es mexicano -esto se confirma en la segunda temporada cuando organiza un concierto en Bellas Artes porque quiere regresar a sus raíces-. Sin embargo, algo brinca para cualquier mexicano, al menos en mi caso: Rodrigo sólo toma maté. No digo que en México no se consuma esta bebida, pero esta es una tradición más sudamericana que genera confusión. Esa es mi única observación.

Fuera de eso, el personaje de Rodrigo pareciera sacado de cualquier película vieja de Gael; a ratos me digo que es como si su personaje de Y Tu Mamá También hubiera sido músico, por eso al joven actor mexicano se le ve tan cómodo, porque es a lo que está acostumbrado. Rodrigo es alegre, disfruta la vida, le gusta que la gente toque “con sangre”, se apasiona con su trabajo, pero le frustra la burocracia que conlleva ser conductor. Entre mujeres, consumo de ciertas sustancias, de vez en cuando algún bailecín muy sabrosón, el personaje resalta, y es evidente por qué recibió el premio. Por mucho de que los gringos hagan comedia, el humor y carisma de un latino siempre gana los corazones.

La química que tiene Gael con Lola Kirke -quien interpreta a Hailey- es otra de las cuestiones que hace que uno se enganche con la serie, es una relación de respeto, un tanto platónica, pero de afecto. Además, si he de ser honesta, es muy divertido ver las escenas en las que él muy serio le habla en tono de jefe, pero tiene que verla hacia arriba porque nuestro compatriota es más chaparro que cualquiera de las actrices de la serie.

Otro de los puntos que llama la atención es que el aire fresco que tiene el programa se debe, en parte, a que el equipo de escritores y creadores es nuevo en esto. Aunque ya han tenido experiencia en actuación e incluso un poco en musicalización de cintas, solo Roman Coppola había dirigido o escrito antes, los otros tres no: Jason Schwartzman -quien también tiene un papel recurrente en la serie como un conductor de un podcast de música clásica-, Blair Tindall -quien ha tocado el oboe en soundtracks de varias películas-, Alex Timbers. Sangre fresca.

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Así pues, más allá de ver la serie por un sentido patriota de “hay que apoyar a nuestro hermano mexicano”, Mozart in the Jungle vale la pena por ser un esfuerzo diferente, por dar un espacio de peso a la música clásica que, como se reflexiona en algunos capítulos, ha sido relegada por las nuevas generaciones; el guión es buenísimo, no hay un personaje que uno sienta que sobre, la producción es excelente, la fotografía en ciertos capítulos le da un tono especial. En sí, es una de las mejores series de comedia que hay en producción en el momento, y no sólo lo digo por su Globo de Oro.

Y si todo esto no fuera suficiente, está Malcom McDowell, quien interpreta a Thomas, el conductor de la orquesta que se retira y es reemplazado por Rodrigo. Si de por sí McDowell es un excelente actor, verlo rodeado de música clásica genera flashbacks a Naranja Mecánica que son imposibles de controlar. Thomas inicia con un rencor total hacia el nuevo “Maestro”, pero al paso de los capítulos la evolución del personaje lo lleva a decirle “Hermano” a ese joven latino que ahora se para enfrente de los músicos. Este bromance es todo lo que uno podría esperar de un inglés recatado y refinado y un latino locochón.

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