Lado B
Madres, hijas, mujeres todas. Creciendo juntas de la mano
En mi asociación Equilátera estamos iniciando un nuevo proyecto: un curso de 10 sesiones para madres e hijas. Desde que cocinamos la idea me entusiasmé muchísimo, y decidí ocupar este espacio para compartirles un poco de esa relación tan compleja y caótica y a la vez tan amorosa y potente como es el de las mamás con sus hijas.
Por Lado B @ladobemx
05 de febrero, 2016
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Liz Ruiz

“Lo que me gustaría darle a mi hija es libertad. Y esto se logra con el ejemplo, no con la exhortación. La libertad es una rienda floja, un permiso para ser diferente de su madre y ser amada de todos modos.”

Erica Jong

[dropcap]E[/dropcap]n mi asociación Equilátera estamos iniciando un nuevo proyecto: un curso de 10 sesiones para madres e hijas. Desde que cocinamos la idea me entusiasmé muchísimo, y decidí ocupar este espacio para compartirles un poco de esa relación tan compleja y caótica y a la vez tan amorosa y potente como es el de las mamás con sus hijas.

¿Qué tiene de especial esta relación? Me parece que un punto fundamental es que está atravesada por el género (¡Qué perspicaz soy!), y por ser mujeres, también por el machismo y la misoginia. La mayoría de las mujeres nos damos cuenta de que nuestro mundo es menos justo con nosotras, que llevamos cierta desventaja. Algunas, como yo lo hice alguna vez, lo negamos rotundamente. Queremos creer que la sociedad valora igual a los hombres y a las mujeres. Algunas lo aceptan como algo normal o natural de la vida y unas muy pocas luchan contra esa desigualdad, se educan y reivindican al respecto.

Somos un grupo oprimido. Es terrible escribir esto, se me estrujó el corazón al teclearlo. Pero es verdad. No somos un grupo oprimido porque lo merezcamos, o porque sea natural o porque esté exagerando. Somos un grupo oprimido porque tenemos una historia de opresión, porque tenemos menos derechos y los que tenemos reconocidos son violados con mayor facilidad. Somos un grupo oprimido porque la violencia que ejercen contra nosotras se justifica, pero nunca se permite que nosotras usemos algo similar en defensa propia. Nos oprimen las modelos inalcanzables, la triple jornada laboral, las violaciones masivas, los feminicidios, la brecha salarial. Y esta realidad es terriblemente dolorosa y a la vez tan normalizada, que no todas nos disponemos a hacer algo para cambiarla.

Y cuando vienen nuestras hijas y nosotras no hemos hecho consciencia de esta desgarradora situación, las educamos para que sean delicadas y femeninas, para que no se ensucien y jueguen con muñecas. Que se vayan entrenando para cuando sean madres, que es su destino ineludible. Desde el preescolar les hablamos del día de su boda y de su príncipe azul. Cuando son adolescentes les enseñamos a ser coquetas pero discretas, a hacerse del rogar con los chavos, a hacer dietas y a bajarse la falda. Las educamos para que sean buenas niñas decentes, buenas oprimidas, buenas esclavas. No les enseñamos a aceptar su cuerpo, mucho menos a disfrutarlo y a disfrutar su placer. Nunca les enseñamos a poner límites firmes, a que el amor debe ser condicional y finito para que nadie abuse de él. No les enseñamos a ser felices sin pareja y que con pareja también se debe ser feliz. No les enseñamos que pueden ser plenas, exitosas, gordas o lesbianas y que aun así valen como mujeres y merecen y pueden ser felices. Todo esto no podemos transmitírselos porque nosotras no lo sabemos como mujeres, por eso no podemos enseñarles eso como madres.

[pull_quote_right]¿Cuánta sabiduría tenemos como hijas que no compartimos con nuestra madre por vergüenza, porque “no lo entendería” o porque no sabemos cómo hacerlo? ¿Cómo sería nuestra vida si pudiéramos compartir con nuestras mamás lo que hemos aprendido sobre ser mujeres para que ella también pueda vivir una vida mejor a su manera, para que crezcamos mutuamente y nos apoyemos en nuestro desarrollo?[/pull_quote_right]

Marina Castañeda, en su libro “El machismo invisible regresa” nos comparte una idea tan verdadera como lamentable: cada generación de mujeres vuelve a empezar desde cero en su reivindicación. No conocemos la historia de nuestro género, nuestras luchas y nuestras ídolas. Nacemos y crecemos despolitizadas, creyendo que somos las primeras que nos damos cuenta de que los derechos no son iguales para hombres y mujeres. ¿Qué sería de nosotras si cada generación transmitiera la historia, el presente y el futuro de las mujeres? ¿Cómo sería nuestra vida en 100 años si enseñáramos a nuestras hijas a empoderarse y a construir nuevas formas de ser mujeres?

¿Y qué pasa si como hijas encontramos este hilo negro de la desigualdad de género? Con respecto a nuestras madres, este descubrimiento muchas veces viene cargado de rencor, de impotencia, desesperación o traición. Rencor, por sentir que “ella me educó para que yo fuera una mujer oprimida”. Impotencia y desesperación, al ver que a nuestra madre no le interesa reivindicarse, que no entiende nuestra lucha y no se siente parte de ella. Tal vez, incluso, que la desprecia, y que desprecia la “mala mujer” en la que nos hemos convertido. Traición, al ver que muchas veces para empoderarnos tenemos que ser justo como no es ella. Y esto también puede ser terriblemente doloroso.

¿Cuánta sabiduría tenemos como hijas que no compartimos con nuestra madre por vergüenza, porque “no lo entendería” o porque no sabemos cómo hacerlo? ¿Cómo sería nuestra vida si pudiéramos compartir con nuestras mamás lo que hemos aprendido sobre ser mujeres para que ella también pueda vivir una vida mejor a su manera, para que crezcamos mutuamente y nos apoyemos en nuestro desarrollo?

¿Se imaginan el potencial de una relación así? Estoy segura que cambiaría a nuestro pedazo de mundo en pocos años, y cambiaría nuestro mundo individual de un chispazo y para siempre. Hasta dónde llegaría esa solidaridad…

Por eso es que esta relación de mamá e hija siempre es muy interesante. Es la historia de una opresión heredada y de una eterna lucha entre ser las mujeres que el mundo espera y las mujeres que nosotras necesitamos ser. Y necesitamos ser dueñas de nosotras mismas, con el apoyo de las otras de nuestra familia, para crecer como mujeres juntas de la mano.

Si les interesa participar en esta bella experiencia con su mamá o hija, aquí pueden encontrar el evento en Facebook.

Gracias, nos leemos en 15 días.

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