Juan Daniel Flores

[dropcap type=»1″]¿Q[/dropcap]ué formas puede adquirir la verga en sus múltiples estadíos sociales, Mastuerzo? Porque es de esperarse que independientemente de que no se lo pregunte, podamos pensar que esa verga-machismo a la que Paco Barrios se refiere puede ser polimorfa, con o sin corbata, posgraduada o no, incluso no necesitar usar pantalones sino falda.

De alguna manera siempre son necesarias y en ocasiones hasta luminosas las miradas que desde afuera nos señalen -un poco, o bastante- por solo estar caminando en círculos concéntricos, mirándonos la espalda, aplaudiéndonos entre nosotros, leyéndonos solo entre cuates.

Y no es que se retorne una y otra vez al viejo debate de si la creación artística (sobre todo la independiente) debe comprometerse con determinadas razones políticas o abanderar causas sociales determinadas o no. Mas bien se trata de sumar voces distintas a los distintos debates sociales, incluso a lo que se puede ufanar de distinto; debates que en ocasiones parecieran estar estacionados en el confort del consenso o, peor aun en la angustia permanente de que ya no hay nada que hacer.

Miradas que nos hagan cuestionar nuestra idea de identidad, que hagan cimbrar nuestras tan seguras ideologías, que nos lleven del debate cafetero a la arena pública. Cuestionarnos en qué medida el bailar o no con el diablo, o con cualquier otra institución pública, nos convierte necesariamente en burócratas y si eso es tan malo como se puede señalar en posturas más radicales.

En tiempos de hambre, de pagar rentas más caras, de carteras vencidas, de “tanto vendes tanto vales”, es conveniente pensar qué tanto vendes tus nalgas y si es poquito o es mucho o de plano nada y, por supuesto, como la necesidad, esto depende de a quién las vendes.

Me parece que sólo siendo autocríticos en todas las formas de relación y de expresión humana y por supuesto de manera individual, podremos entender la labor creativa más bien como un poliedro que como una cueva sectaria o búnker exquisito donde de entrada sólo circulen discursos determinados (por ejemplo de abajo hacia arriba). Sostengo que aunque las formas de trabajo horizontal colectivo son determinantes para romper las múltiples formas culturales que encontramos enajenantes del capitalismo, no están exentas en lo individual, grupal o colectivo de llevar a cabo en su habitus cotidiano formas objetivas y subjetivas de lo “vertical”.

¿De qué lado masca la Iguana en lo que entendemos como horizontalidad, identidad local o en la creación cultural?

La mierda la podemos encontrar en cualquier banqueta, ya sea en un barrio o en una colonia muy de dinero. Quizás el caso es no llevarla todo el día en el zapato. Aprender a identificar de inmediato su olor de inmediato es fundamental.

Francisco Barrios “El Mastuerzo” integrante del grupo de rock Botellita de Jerez visitó la capital poblana el pasado 28 de noviembre. Luego de que se pintara las uñas y se tapara con su gorro de sudadera la cabeza, abordé con él tres cuestiones que a continuación les presento:

Juan Daniel Flores (JDF): Desde tu perspectiva, ¿debería existir en la obra del creador independiente un compromiso social con las causas de resistencia a múltiples formas de poder económico-políticas que han afectado desde siempre al país? Esto más como posibilidad solidaria colectiva que como un “deber ser”.

Francisco Barrios Mastuerzo (FBM): Hace muchos años se discutía si el arte es proletario o el arte burgués o el arte tal o cual. Yo creo que sí hay una tendencia de tu obra a dirigirla a ciertas personas, a ciertos seres humanos concretos. Y si lo vemos en términos un poco más en grande, pues lo diriges hacia una clase social a la que correspondes. Ese es mi ver, ese es mi sentir.

Sé que hay distintas formas, lenguajes y demás dentro del arte, distintas posiciones. De si el arte es político o no es político, si debe de hablarse de la realidad o no, o si es algo que sale de la cabeza genial de los humanos. Yo creo particularmente que tu obra es el resultado de lo que tú eres. Y es la posibilidad de conocerte a ti mismo y desentrañar un montón de cosas, de dudas sobre tu propia existencia y una de tantas es asumirte como parte de una clase social, como un sector de clase o como lo quieras llamar sociológicamente. Pero de manera muy general eres dueño del mundo o eres trabajador del mundo básicamente.

Hay proletarios con corbata que creen que son los dueños del mundo. En realidad ¿Para qué somos? ¿Qué somos? En lo personal a mí la canción y el arte me ha acercado a lo que yo soy: un ser humano que se identifica, que cree profundamente en la insurrección de las masas y del proletariado en su conjunto. Y que a ellos al proletariado dedico mi canción, a ello pongo todas mis pilas.

Claro, sé que tengo que convivir, tengo que sobrevivir en el marasmo de lo que es este capitalismo salvaje y tengo que vender mis nalgas a través de discos, a través de de pronto a parecer en la televisión en un programa de espectáculos y demás. Pero yo creo decididamente que mi trabajo y mi obra, aunque suene muy mamón, de alguna forma la dedico a la prole, al barrio.

Hace un rato cuando me preguntaban alguien: “¿Tú eres un cantor de protesta? ¿Tu haces canciones de protesta?» Yo contestaba que no soy un cantante de protesta, yo soy un cantor del amor. No soy bufón del rey. Yo le canto al pueblo al barrio, a la vida. Y lo que quiero es que la vida me quiera. «Tan tan».

Evidentemente esto es una lucha ideológica, constante, cotidiana, imparable. En la que de pronto sí tengamos que decir «sí, el mundo está así y asá» y tratar de convencer a la banda de que mire hacia otro lado. No decir de una manera muy pueril: «no vean televisión» no, lean lo que quieran, más bien atrapen el mundo pero sean críticos.

Yo sí creo que hay que decirle a la banda «no mames, no hagas canciones que hablen de pendejadas, habla de algo que realmente te signifique en la vida». Yo creo que cada vez más en esa búsqueda de encontrar la verdad, digamos una cierta verdad.

A veces digo que mis canciones dentro de muchos años quizá, si vivimos dentro de un mundo justo, igualitario, en un mundo chingón, mis rolas y la obra de un montón de artistas no van a servir para nada, más que para la memoria. Solo para decir: «el mundo era así y la gente luchaba, había una lucha por convencer a la gente que estaba siendo idiotizada, que decía no por favor no se dejen, lean, etc.» Creo que pertenecemos a ese bloque y es muy complicado.

Yo no creo en el arte por el arte mismo. Tiene un contenido de clase, es decir a lo que corresponde tu mundo. A eso me remito. Yo soy prole.

JDF: En estos casi cuarenta años que tienes de hacer música como artista quiero expresarte lo siguiente, no solo para ti sino para muchos creadores como tú, alternativos e independientes.

Muchas de las posturas de esta otra forma de hacer arte que son contestatarias en ocasiones también son o han sido permeadas por determinados hábitos, formas o costumbres de aquello que se critica o se señala desde lo alternativo hacia el poder. Se cae en lo que podríamos llamar un «esnobismo alternativo», en aquel juego de la pose.

¿Qué opinión tienes cuando vemos que hay determinadas actitudes que se reproducen del poder o de la ideología dominante en estas otras formas o personalidades alternativas?

FBM: Son las contradicciones que vivimos todos. Muchos hemos entrado al Starbucks, cuestionamos al capitalismo y tomamos Coca-Cola y seguimos siendo explotados. Trabajamos con el Estado como intelectuales, ya que en su momento fue el único que nos dio trabajo y ni siquiera nos cuestionamos de donde viene el dinero. Es más, no sabemos ni que es el dinero ¿y qué es el dinero? Pues pongámoslo así: el dinero es la expresión de la sangre y el sudor de los trabajadores.

La culpa o no de obtener dinero del Estado o no, esa discusión también es otra. Si puedes pedir o no una beca del Estado o el Estado te va a dar «chichi». Yo digo: Sí, hay que arrancarle ese dinero al Estado para significarse como artistas. Es decir, los artistas tenemos esa gran contradicción, entender que vivir de lo que amamos y no poder vivir de ello, porque el arte no sirve para nada. Es decir, no hay un rollo utilitario del arte. El arte es arte, satisface al espíritu. Ya cuando sirve como escalera, pues es escalera, no es arte. Mi canción, si es canción, es para que «rompamadres», para que abra cabezas desde el arte, si no, sólo es adorno.

Tratar desde nuestras trincheras artísticas de romper con ese cerco del sistema y con un montón de contradicciones. Nosotros mismos tenemos que resolver como tener para vivir, para comer tranquilamente y no tener que estar pensando en pagar la renta y no poder hacer una canción porque no tienes para pagar la renta. Y es un círculo vicioso que todos los artistas tenemos. Algunos venden más sus nalgas al Estado o no, algunos venden sus culo a cualquier capitalista, a cualquier inversionista, Yo creo que pues cada quién. Es parte de esta lucha ideológica, política que vivimos. Yo intento que mis canciones intenten ser obras de arte. No sé si lo logro. Yo estoy por ese lado, no estoy por el lado de vender.

Mira, por el lado de México y en el mundo, los compositores que más venden según son los más chingones en el sentido capitalista. Y yo creo que hay ciertas canciones que no se venden en el sentido estricto de la palabra, pero que cubren la posibilidad de la utilidad, del valor de uso. Hacer canciones para levantarle el animo a la banda en una huelga o servir para que la gente pueda crear, me refiero en un ámbito posible para crear.

Yo cada vez que quiero pensar, trato de sublimar una serie de ideas para crear una canción y trato de poner música o leer cosas chidas que me acerquen a un objeto perseguido o a un objeto artístico. Todo ese ritual generalmente está mediado por las necesidades concretas de sobrevivencia, para empezar, de levantarme y decir «¿quién va a levantar los trastes?». No puedes decir «llámale a la sirvienta o llámale al chofer para que te lleve» No, pues tienes que resolverlo porque es tu rollo. Porque no tienes para pagar a un chofer, ni para pagar a una sirvienta. Sino que tú tienes que resolverlo. Desde ahí uno está planteando su canción.

Mi canción tiene ese cansancio de hacer el quehacer, tratar de resolver el tratar de pagar la renta, etcétera, y después tratar de encontrar un momento de tranquilidad y escribir lo que pienso de este mundo de mierda, una inconmensurable máquina de producir basura donde todo está mediado por la «verga» que es el machismo, y otra por el dinero que es el verdadero dios de esta mierda donde vivimos.

JDF: En el contexto de tantas visitas que has realizado a diferentes partes del país y del extranjero y de las que has hecho aquí mismo a Puebla has mencionado lo que ha cambiado esta ciudad. Este cambio lo has referido sobre todo como efecto de lo que le ha significado la Universidad Autónoma de Puebla para esta ciudad. Pero ¿qué miras detrás de lo evidente de la identidad poblana? Como decía la obra El Principito ¿qué es lo esencial que notas detrás de lo poblano que podría ser invisible a los ojos como entidad individual y colectiva?

FBM: De entrada, sería parcial mi criterio. Porque yo provengo de aquí, yo soy del Estado de Hidalgo, de Tulancingo, pero mi abuela materna era de aquí de la ciudad de Puebla. Entonces yo creo que yo tengo ese ADN, el camote y su mole. Siento yo que mi cercanía con Puebla sería en concreto de una musicalidad. Para lo que he venido aquí es a cantar y la gente que me ha traído aquí es la gente que ama la música.

Particularmente te hablaba de la UAP porque fue a ella donde vine a cantar por primera vez con el grupo «Los Nacos» las primeras veces, después con «Botellita de Jerez», después ya como «El Mastuerzo».

«El que obra mal se le pudre el culo» dice el dicho. Esto anterior se refiere a una canción que precisamente acabamos de editar con «Botellita de Jerez». Es una canción que precisamente leyendo “El Principito” a propósito de estos cien años de su edición descubrimos que el principito siempre era un chiquito y tratamos de imaginar que ese principito pudo haber llegado a hacer un grandote y no sabíamos como hacer la canción y como ponerle el título. Si ponerle «El baobabs», por todo este rollo del antifascismo de Saint-Exupéry o ponerle «El Principito» cuando se hizo grande o simplemente ponerle «El Principitote», entonces le pusimos «El Principitote», cuyo fondo básicamente es lo que dice el libro el original: si amas la flor hay que cuidarla, se ve mejor cuando se mira con el corazón y al que obra mal se le pudre el culo. Ese es el mensaje de esa canción.

Es tratar de encontrar una forma de cómo acercarnos a la banda. Por ejemplo a la banda poblana. La banda poblana siempre ha sido un público extremadamente exigente. Sumamente atento. No sé cuando están pedos qué es lo que pasa por supuesto. Normalmente cuando yo he venido a cantar aquí, lo que yo veo es que la gente es callada, que observa y que generalmente te dice lo que cree, lo que piensa, es lo que yo he vivido en Puebla. Son otros mexicanos, una de tantas formas de mexicanos que hay. Somos un chingo de Méxicos y eso todavía no nos queda claro, a propósito de que a veces no sabemos para quién cantamos.

Te puedo decir que hace algunos años un músico de la ciudad de Oaxaca, al calor de los mezcales, hablábamos de lo mexicano, a propósito de Puebla y de cualquier otro estado. Y él me decía «México es una palabra que me queda muy grande. Oaxaca me sigue quedando grande. Yo soy un músico Mixe».

Yo podría decir: yo soy un músico nieto de una poblana. Tan tan.