Es lugar común cuando se asiste a un museo o galería de arte contemporáneo bromear sobre si tal o cual objeto es una obra de arte. Por ejemplo, “dudar” si aquel cilindro rojo que las personas comunes llaman extintor es o no parte de la exposición.
Lugares comunes aparte, hay distintos experimentos que buscan confrontar al público con piezas que, desde ciertas perspectivas, no tuvieron la intención de ser objetos artísticos. Uno de ellos que Internet pone a nuestro alcance es el que la reportera española Fany Estévez realizó en el contexto de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid ARCO. Como se puede constatar, Estévez ofreció un lienzo, pinturas y pinceles a un grupo de niños de dos y tres años de edad, para luego meter de contrabando el resultado a ARCO. Eche un vistazo:
Con su ejercicio, la periodista apoya la postura de que en la actualidad –o en el “moderno sistema del arte” como lo llama Larry Shiner (2004)-, la presencia de cualquier objeto en la mencionada feria es suficiente para que un cuadro hecho por infantes –o por un gorila, para tal caso- sea considerada como arte, “sin cuestionar su calidad”, como la misma Estévez concluye.
En otras palabras, el público que entró en contacto con la pintura y que fue entrevistado parte del hecho de que, para llegar a ARCO, normalmente la obra tuvo que ser validada por una institución del arte como una feria, una galería, una casa de subastas o un museo. Una de las respuestas más elocuentes a este respecto es cuando la reportera pregunta: “¿Creéis que si fueran unos niños pequeños los que hubieran pintado este cuadro estaría aquí?” “Sí: si le gusta a un crítico puede ser”, dice un joven. No hace falta más, pareciera.
Si bien para los asistentes a ARCO el mencionado cuadro definitivamente puede ser considerado como arte, fuera de ese contexto -y sin la intervención de la reportera- es altamente probable que no.
Con la definición de arte sucede algo parecido que con la de cultura (La eterna incomprendida, 1 de octubre de 2013): lo que para mí es arte para ti quizá no lo sea –a menos que el curador nos aseguré que sí… O como dice el prosaico sobre estos temas: “de tu arte a mi arte…”.
El tema entonces da para debatir, y mucho. Como aprendiz constante de estos menesteres, el experimento de Arthur C. Danto me parece interesante y pertinente en este momento.
Este crítico de arte estadounidense proponía considerar cuatro corbatas que han sido cubiertas completamente con pintura azul: la primera por un niño como parte de una travesura, la segunda por Picasso, la tercera por un falsificador que quiso hacer una copia de la de Picasso, y la cuarta por Cézanne. ¿Cuál de todas es arte? Respuesta: solo la de Picasso pues él sería el único con la intención de hacer una declaración sobre el arte; el único con la intención y capacidad de internalizar “suficientemente la historia y la teoría del arte para hacer una declaración […] por medio de una corbata pintada” (Danto, 1981: 35-36).
En el caso del niño su intención no era hacer una declaración artística sino simplemente fastidiar la corbata de papá. El falsificador estaba, precisamente, falsificando, imitando. ¿Y Cézanne?, ¿es que él no conocía bastante sobre arte para hacer una declaración de este tipo? Sí, pero para la época y comunidad de este pintor expresionista su corbata hubiera sido algo simplemente “raro”, una obra incomprendida, pues dice Danto, “no todo puede ser una obra de arte en cualquier época: el mundo del arte debe estar preparado para ella” (1998-1999: pp. 33). Y por “mundo del arte” regresamos entonces a los críticos, a las galerías, a los museos…
La pregunta que viene a continuación es: ¿son estas instituciones del arte todopoderosas?, ¿cualquier cosa que muestren será arte? Creo que es difícil alcanzar el consenso aquí pues el arte y la cultura tienen un piso resbaladizo. En mi opinión, el público es la pieza clave en toda esta ecuación pues el artista y los gestores debemos recordar que son ellos los receptores finales de la obra.
Por ello es fundamental recordarle a ese público que cada pieza obedece a un contexto histórico y social específicos, además de dotarlo de los conocimientos y la sensibilidad necesarios para enfrentarse a “la experiencia estética”. Al final, esto dará como resultado individuos dispuestos a observar con atención, dialogar y debatir con el artista sobre si su mingitorio o su cráneo cubierto por diamantes son obras de arte o estafas muy costosas. La pelota está de su lado, querido lector.
Hasta la próxima quincena. Mientras tanto, lo invito a escuchar todos los martes de 8 a 9 a.m. #AsíLoDijoDuchamp, programa sobre arte y cultura, producido por Capilla del Arte UDLAP para Radio BUAP, 96.9 de la Frecuencia Modulada poblana.
Referencias
Shiner, L. (2004) La invención del arte. Una historia cultural. España: Paidós.
Danto, A.C. “Obras de arte y cosas reales”. Traducido por Magdalena Holguín. Ensayos no 5, (1998-99): 25-40.
Danto, A.C. (1981) The Transfiguration of the Commonplace. Cambridge, Harvard University Press.
EL PEPO