Lado B
El pelotero que un día, ebrio, lanzó un juego sin hit y carrera
Héctor Madrigal: El Zarpas
Por Lado B @ladobemx
26 de abril, 2013
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La historia de Madrigal «El Zarpas», el pelotero que alcanzó la gloria y que después murió electrocutado. Un día, ebrio, lanzó un juego sin hit y carrera.

Kristian Antonio Cerino*

@KristianCerino

Pocos saben que Héctor Madrigal, el pitcher que murió en su natal Jalpa de Méndez, lanzó su primer juego sin hit aún mareado por las cervezas de la última noche.

Defendiendo a los Petroleros de Poza Rica, el lanzador derecho se subió a la loma de los disparos porque así se lo pidió su manager.

—¡Tú vas a tirar! —fue la última palabra de René García.

Y dicho esto, lo vistieron y le pusieron la bola en la derechísima mano de Madrigal.

La tomó lentamente, la escondió en el guante y en el montículo todavía se limpió los ojos. Y levantando el cuerpo, aún tambaleándose, se dirigió al pentágono.

—Strikeeee —gritó el ampáyer casi perdiendo la garganta justo cuando el respetable se puso en pie. Brotaron los primeros aplausos…

De lejos, sus compañeros observaban el dominio de sus lanzamientos y cómo ponchaba a sus adversarios.

Con sus 2 metros de altura y con unos brazos de elástico, El Colmoyote llegó a la fatídica séptima entrada sin recibir un solo hit.

—No le digan nada, no se ha dado cuenta de lo que está haciendo.

Pasó la octava y en los últimos minutos de la novena, un poquito después del out 26, los aficionados se pararon para comerse los últimos pedazos de uñas.

Sobre las escalinatas caían las cutículas y uno que otro aficionado se llevaba las manos al corazón porque presentían ya un infarto.

Y el tiró llegó. Salió a 90 millas por hora y cuando el bateador reaccionó ya había sido ponchado, “con la carabina al hombro” “y mordiendo el polvo”, diría Pepe Cegarra.

De la caseta brincaron jardineros, primeras bases, paradores en cortos y otros pitchers, de su equipo y de los acérrimos rivales, los Charros de Jalisco. Lo rodearon, se le lanzaron uno a uno sobre este gigante y cuando el público le gritó “eres grande”, lo pasearon en hombros por todo el diamante.

Así sucedió en Poza Rica en 1970. Héctor nunca lo olvidó y siempre rió cuando le preguntaban sobre la cruda que fue desapareciendo durante el juego, menos Daniel Izquierdo un cronista deportivo que conoció y que relató y frente al féretro, los pasos del hombre de “los nervios de acero” como lo bautizó alguna vez el locutor tabasqueño Pedro Romero.

***

Foto: Mario Madrigal | aguilaosol.org

Foto: Mario Madrigal | aguilaosol.org

Cuando lo vio gigante y corriendo por el diamante, lo primero que expresó fue: parece un Colmoyote.

Era la primera ocasión que Carmen Arellano veía un lanzador muy alto y con los brazos largos como El Colmoyote, como un mosquito gigantesco.

Allá en el puerto de Frontera empezó a escucharse fuertemente entre las gradas improvisadas que un pitcher apodado El Colmoyote, y de los rumbos de Iquinuapa, Jalpa de Méndez, aparecería de un momento a otro. Y que lanzaba con el mismísimo diablo por dentro, que lo hacía sin piedad.

Llegó con mucha serenidad, pidió la pelota y abrió la entrada. Le chiflaron y le gritaron “pitcher bolero”, pero no perdió la compostura. Ganó y así comenzó su carrera ascendente hasta adjudicarse 113 juegos en la Liga Mexicana de Béisbol y lanzar 2 juegos sin hit y sin carrera.

Carmen Arellano, contó su hijo mayor durante los funerales, “le puso El Colmoyote porque tenía una manotas y así le quedó… ya después por la radio los cronistas le fueron ampliando el nombre:

…De costado El Colmoyotón lanza al plato yyyyyyyy lo ponnnncha. ¡Qué bárbaro el brazo de El Colmoyotón!..

José Luis Madrigal, hijo del pelotero, recordó cómo su padre a pesar de sus viajes siempre los cuidó y les dio lo necesario.

—Tengo fotos de él cuando sale en hombros y cuando estaba lanzando. Las veces que lo vi, lo vi ganar y ser aplaudido por muchos. Lloré.

La popularidad de Madrigal, entre los años de 1970 y de 1983, fue creciendo, como lo dictan las crónicas deportivas.

Jugó con los Plataneros de Tabasco. Lo hizo por más tiempo con los Petroleros y con los Rojos de Veracruz.

—¿Qué haces para lanzar con tanta fuerza? —lo cuestionó allá por los 70 Jesús Sibilla Zurita, el conductor del programa radiofónico Telereportaje.

—No hago otra cosa más que barrer con el machete.

En Iquinuapa, una cuna de músicos y beisbolistas, de niño Madrigal se entretuvo –por necesidad- en el campo. Barría a machetazos las cañadas y ayudaba en lo que podía, por su corta edad, a sus padres.

Y barrió tanto con la mano derecha que cuando por curiosidad un día lo subieron al montículo, le salió un madrazo que casi le rompe la mano al cátcher.

—Este sí tiene cañón. Así lo valoró un cazador de talento y se lo llevó a probar suerte en otras plazas.

Ahora que están velando el cuerpo de Madrigal alguien dijo entre las bancas, entre esta casa humilde que dejó el pitcher, que una de sus frases célebres siempre fue: Aquí me voy a fajar. Y como si fuera magia, resolvía los juegos y los salvaba.

A Héctor, “el señor de los bigototes”, no lo venció un ampáyer, menos cuando lanzó una curva y sufrió un desgarre y tuvo que ser operado. Lo venció un pinche cable (de alta tensión) que le descargó el brazo y esa sensación que vive un pitcher cuando la pelota está en las manos del receptor y el mandamás grita: ¡Fueeeera!

***

En sus páginas principales del diario El Correo de Tabasco se lee: Adiós al Colmoyote.

El periodista Dioscórides Zurita, cronista de beisbol, conmemora las grandes glorias de Madrigal y también cuando su carrera comenzó a desvanecerse.

“Sin embargo, en 1982, el popular Colmoyote inició la escala descendente, con marca apenas de un éxito y ocho reveses, por lo cual para el 83 no entró en planes y fue enviado (de Tabasco) a los Rojos del Águila; terminó así una carrera prolífera…”

De acuerdo con su familia, después de que se despidió de la Liga Mexicana, ya no fue el mismo. Madrigal ganó mucho dinero, se rodeó de ciertos placeres y también regaló cada uno de los trofeos que ganó desde la loma de los disparos.

Amador Izquierdo Arellano y César Pecero, recibieron de manos de El Colmoyote algunos de los reconocimientos más importantes que logró durante los 17 años de carrera deportiva.

Madrigal, el pitcher que murió en un mitin político y con poco público, dejó 2 familias, una en Iquinuapa, en donde sus hijos son adultos, y otra en La Piedra, Cunduacán, en donde sus 4 hijas no pasan de la adolescencia.

—De Madrigal sólo podemos hablar del beisbolista, sólo de eso —es el señalamiento de Julián García, un ex beisbolista de la Liga Tabasqueña y quien recientemente cumplió 69 años.

—Nunca me perdí un juego por la radio, estuve hasta la madrugada escuchando las hazañas de Madrigal y una que otras derrotas. Eso sí era deporte, y no ahora que todos andan corriendo detrás de una pelotota.

***

El lanzador murió a las 4.30 la tarde del miércoles 14 de octubre de 2009. Quedó tirado sobre un campo de futbol y muy cerca de otro improvisado para practicar el béisbol

—Todavía respira —dijo Rubén Peregrino.

Lo subieron a una camioneta, le dieron respiración y le dijeron al oído que todo estaría bien.

Cuántas imágenes miró por última vez, cuántas historias recordó en los últimos 60 segundos de vida y cuántas pelotas vio moviéndose a toda prisa con dirección al receptor.

Con él, murió un maestro, y otros más que viven para contarla; sólo compartieron la misma descarga eléctrica que finalmente lo quitó, y definitivamente, del montículo de la vida

Sus hijas Ariana, Fátima Shirley y Elizabet, de 13, 12, 7 y 6 años, se abrazaron fuertemente a Madrigal. Colocaron 3 gorras sobre el cristal del féretro y una pelota con la que jugaron todavía hace algunos días.

A ella les conté lo que su padre hizo en el béisbol mexicano y les conmemoré la última plática que sostuve con él:

Madrigal volvió a vivir algunas de sus victorias y confió cuando un manager lo quiso sacar del juego porque había permitido 3 cuadrangulares en una sola entrada.

—Qué te pasa Madrigal —le dijo.

A cambio de que no lo enviara a la banca, Madrigal “El Colmoyote”, le prometió ganar el juego y no permitir un solo hit.

Y así fue, el brazo se calentó otra vez y ninguno más pudo embasarse.

A Héctor Madrigal, ahora, le había dado por sumarse a una campaña electoral con la única esperanza de que los políticos consideraran entre sus prioridades al deporte, y más al béisbol que tanto amó en cada una de las plazas en donde se presentó.

De ahí que criticara que los últimos gobiernos se habían olvidado del béisbol y de la emoción que este deporte provoca.

—¿Y cuándo sentiste que el brazo ya estaba cansado? — le pregunté.

—Cuando los años pasan, ya nada es igual.

Sin perder la compostura y parado como un pitcher, pero a estas altura de la vida con sus lentes, Madrigal señaló que los nervios siempre están en el ser humano y más en el cuerpo de un lanzador y con la afición recordándole el 10 de mayo.

—Parece que el mundo se te viene encima. Y sólo lanzando bien te ganas a la gente a pesar de estar en otro parque.

Este miércoles, a Héctor Madrigal, el ex beisbolista que en las crónicas deportivas lo resumieron a la nada, murió después de recibir una descarga eléctrica en Jalpa de Méndez.

Para muchos la muerte de Madrigal fue como una más, pero para quienes lo conocieron saben que toda una leyenda había cerrado sus ojos, había colgado el guante y había dejado de mirar al plato (home play), en donde comienza el diamante.

—¿Qué fue lo más triste en tu vida?

—Cuando dejé el montículo y supe que era el momento de regresar a casa.

Así, brevemente, Madrigal platicó sobre la pelota, sobre el bate y sobre esos lanzamientos de curvas y rectas que dejó inmóviles a muchos bateadores.

Habíamos pactado, ahora que nos conocíamos, el conversar durante 12 horas de beisbol, pero ya ven, Madrigal se nos adelantó y me dejó hablando y escribiendo solo.

***

Esta vez, Héctor Madrigal no está lanzando como lo hizo jugando para Poza Rica o para Los Plataneros de Tabasco.

Esta vez, Madrigal permanece quieto sobre el montículo, con los ojos cerrados y las manos cruzadas.

Sobre él, o más bien, sobre el cristal, los aficionados al beisbol ven sus últimas gorras, pelotas y recortes periodísticos que recuerdan sus hazañas.

Detrás del cristal, los bigotes del pitcher que lanzó 2 juegos sin hit y sin carreras en la Liga Mexicana, ya no son los mismos. Algo nos dice que a Héctor Madrigal paradójicamente lo ponchó la muerte y que un manager le quitó la pelota por el cansancio de su brazo y porque la suerte por algún momento dejó de acompañarlo.

No está en pie como en la fotografía que reproduce David Cortés Talamante, en su libro Glorias del Beisbol Tabasqueño, sino acostado, viendo y seguramente escuchando lo que dicen de él, de sus victorias y de sus derrotas.

Es probable que ría cuando Daniel Izquierdo, su amigo entrañable y prácticamente su biógrafo, sostiene que a Héctor Madrigal “lo olvidaron” y “lo ignoraron” en vida.

Y también cuando alguien grita a lo lejos que el parque –sin gradas- de beisbol del poblado Iquinuapa, su cuna, se llame ahora y por siempre, “y para siempre”: Héctor Madrigal.

A esta hora en la que el sol se manifiesta con fuerza, Daniel Izquierdo insiste en que lluevan los aplausos para despedir, según sus palabras, al beisbolista “más grande de Tabasco”.

“Los olmecas lo ignoraron como coach de picheo, se olvidaron de él, y queremos justicia”. Levanta la voz.

“Don Jesús Sibilla fue el único que lo rescató cuando Los Plataneros y le dio la oportunidad”.

Izquierdo, sujetando con garras el micrófono, evita llorar cuando le pide “al respetable” ovacionar al “ídolo de las grandes multitudes”…

Y resuenan los tambores y se escucha una corneta durante 60 segundos.

—¡Viva Héctor Madrigal! —grita un beisbolista detrás de la primera base.

—¡Vivaaaaaa!

Con gorras, sombrillas y sombreros, cientos de personas despiden a Héctor Madrigal con una misa y un homenaje póstumo.

El sacerdote de la comunidad, Roberto Madrigal, y frente a los feligreses, considera que El Colmoyote fue un hombre de “riesgos”.

Y dirigiéndose a católicos y no católicos, creyentes y no creyentes, señala que a Héctor “Dios le dio la habilidad” de ser un gran pitcher.

Al decir que la vida “es frágil” ruega porque la historia, y sobre todo en Iquinuapa, nazca otro deportista “como el talentoso” de Madrigal.

Podríamos decir que hoy en Iquinuapa todos son Madrigal Castillo, todos son pitchers y todos lanzaron juegos sin hit y sin carreras.

Hoy las diferencias religiosas y políticas quedaron detrás del diamante y los que están rodeando el cadáver del beisbolista que ganó 113 juegos en la Liga Mexicana, son un mismo cuerpo, una comunidad del rey de los deportes.

Mujeres, niños, estudiantes, profesionistas, futbolistas, campesinos, obreros, ganaderos y peloteros, olvidaron que hoy es un día laboral porque no siempre se tiene la oportunidad de despedir a “un grande” o un “altote” como Madrigal.

—Lástima que se nos fue, y lástima que nadie quiere apoyar al beisbol —se le oye decir a un anciano con una gorra de Olmecas de Tabasco.

A las diez de la mañana, se anuncia el juego entre Poza Rica y los Charros de Jalisco.

En un acto de reconocimiento, están por conmemorar la última entrada de aquel juego que ganara Madrigal sin permitir un hit o una carrera.

Dionisio Madrigal, asume la posición de Héctor, y lanza al menos 7 disparos al plato.

Hay jugadores en la caja de bateo, y en las bases, y en los jardines, y el grito de un ampáyer.

Se oyen aplausos a cada strike o ponche, pero la multitud los prolonga cuando se quita de encima al último bateador y este gana, recordando aquel 1970, su primer juego más perfecto.

Héctor Madrigal permanece inmóvil, la única que se mueve es su madre detrás del pentágono.

Llama la atención que aquí cualquiera llora sin haber conocido o haber platicado con el beisbolista:

—Lloro porque era de aquí, de mi pueblo, y todos sabemos lo que hizo —así lo expresa una mujer de tez morena que desde que nació su padre le habló de las hazañas del paisano. Lo dice cuando se levanta el polvo por donde está el parador en corto, y por el jardín izquierdo en donde se han colocado estos niños que ya están levantando una ola por el que se fue.

A Héctor lo abrazan sus amigos que rodean la loma de los disparos, algunos besan el cristal del féretro y otros más pasan sus manos entre las gorras que dejó como herencia.

Después de llorar, lo vuelven a levantar en hombros y le hacen el último recorrido por el diamante, por el terreno de juego, por lo que representó su manera de existir…

Le cantan, le oran, le extrañan y le tocan en los últimos instantes, y más en esos segundos previos a que la tierra finiquite la vida del pitcher.

—Nunca te olvidaremos —dicen.

Pero la tierra lo sepulta por completo y el bigotón empieza a desaparecer de esta vida y es ahí cuando todos comprenden que la luz del parque ha sido apagada y que el último out está cantado

Epílogo

Héctor Madrigal, el 29 de julio de 1970, ganó un juego sin hit ni carrera en el parque de pelota Heriberto Jara Corona, en Poza Rica, Veracruz.  Llamado El Colmoyote y El Zarpa, Madrigal “se cubrió de gloria” -leí en las crónicas deportivas del 70- colgando los 9 ceros para su equipo, los Petroleros de Poza Rica, y venciendo a los Charros de Jalisco.

En una crónica que escribí en 2009 a propósito de su muerte, en la que esbocé que Madrigal lanzó ebrio aquel memorable juego, olvidé agregar algunos datos que aquí comparto con los lectores: el 28 de julio, y días anteriores, Madrigal bebió con gran intensidad acompañado de su amigo serpentinero Crescencio Lagunas. Bebieron sin medida que el 29 de julio amanecieron “mareados” entre las puertas del estadio y las gradas. Cuenta su hijo que ya el aficionado entraba al estadio cuando ambos despertaron de la borrachera.

La idea era que el manager quería darle una lección al Zarpas dándole la bola, pero lo lanzó a la hazaña.

—Vas a tirar tú, cabrón, que te acaben —recordó su José Luis Madrigal al precisar que su padre se bañó en el dugout. Para él, El Colmoyote “fue caballo”, que aprendió a lanzar las bolas “barriendo al machete” y “comiendo frijol”, como le respondió alguna vez a Jesús Sibilla Zurita, fundador del programa radial Telereportaje.

—Era un pitcher efectivo —me dijo Manuel Fernández Pérez, un petrolero jubilado que viviendo en Poza Rica vio jugar a Madrigal:

—Daba zarpazos.

Madrigal lanzó las 9 entradas. Colgó los ceros, y su equipo le ayudó para que el juego se ganara por 2 carreras, con anotaciones en las cuarta y quinta entrada.

Los petroleros, es decir, los obreros de PEMEX estaban casi obligados a presenciar los juegos porque el sindicato les pagaba con bonos parte de sus salarios.

Erasmo Marín era un adolescente cuando vio jugar a Madrigal. Con otros chavos de Poza Rica –en algunas ocasiones- brincaron una barda de 4 metros para evadir el pago del boleto. Lo hacía emocionado porque el béisbol en el estadio Heriberto Jara era de buen nivel.

—A Poza Rica llegaron grandes peloteros  y uno de ellos fue Madrigal—me dijo Marín que para la juventud ya había emigrado de esta ciudad veracruzana.

“La tarde en Poza Rica era de sol pero nadie se imaginaba que en el parque de béisbol, iba a escribirse una gran historia” escribió el periodista Mario Noriega el 30 de julio de 1970.

Con el patrocinio de ferretera Poza Rica, un día después de la hazaña, aparecieron las fotos del último lanzamiento de Madrigal. Enfrentó a Clemente Rosas, de Charros de Jalisco; éste bateó una rola al short stop, Carlos Osuna, y con un lanzamiento a primera se acabó el juego. Concepción Rodríguez, el ampáyer, también fue testigo de lo sucedido.

En una foto más, los jugadores se abalanzan sobre Madrigal para apretarlo, abrazarlo, besarlo si fuese posible.

Recientemente se cumplieron 42 años de aquella hazaña del beisbolista tabasqueño que vivió en Jalpa de Méndez. Lo recordamos el día en que Mario Payo Madrigal (29 de julio de 2012) convocó a varios jalpanecos (entre músicos y beisbolistas) para festejar su cumpleaños, y de paso, rendirle un homenaje a Héctor Madrigal a 42 años de su gran pitcheo.

Algunos nuevos datos que oí en el festejo, los agregaré a un libro de crónicas que ya se está cocinando, en donde habré de incluir la historia de José Oscar Madrigal Rodríguez, alias Michel, nombre que se le dio –hace años- al campo de béisbol infantil de Jalpa de Méndez. De Michel se cuentan muchas cosas, y los testimonios se han registrado, que fue un pelotero y promotor del béisbol en este municipio: que dio un señor cuadrangular en Huapacal, una comunidad en los linderos de Iquinuapa.Lado B. Periodismo 3.0

*Kristian Antonio Cerino es periodista y profesor de periodismo en Tabasco. Forma parte del grupo fundador de Aguila o Sol. Este texto fue publicado originalmente en dicho portal y se reproduce con su autorización.

AguilaoSol

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