Lado B
El Salvador: los desaparecidos que no importan
 
Por Lado B @ladobemx
10 de marzo, 2013
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Daniel Valencia Caravantes | Sala Negra, El Faro

De las 1,564 personas reportadas como desaparecidas a la Policía en 2012, más de un centenar aparecieron muertas y más de 600 siguen desaparecidas. Si la prensa o las redes sociales no viralizan un caso, si quien desapareció no es diplomático ni funcionario o se sospecha que pertenece a una pandilla, las autoridades se quedarán de brazos cruzados. Iris, Amílcar e Irma se esfumaron un día y sus familias vieron con amargura cómo, en su angustia, el Estado las dejó solas.

1. Un detective busca el cadáver de su hija

Antes de caer hipnotizado por la calavera, en una mañana de diciembre, Noé Martínez examinó, con mucho detenimiento, el esqueleto dispuesto sobre la mesa de aluminio de la bodega de cadáveres del Instituto de Medicina Legal, en San Salvador. Era un esqueleto joven, a juzgar por su tamaño, con huesos finos, “completamente chelitos”. Pero esos huesos no le decían nada más.

Tomada de salanegra.elfaro.net/

Tomada de salanegra.elfaro.net/

A la calavera la vio de reojo, sobre otra mesa de aluminio a un costado del esqueleto. Él cree que la calavera le habló, y aquel momento se convirtió en un torbellino: dos huecos penetrantes le apuntaron a los ojos, y una mandíbula, con su dentadura saltona, le sonrió y le gritó: «¡Soy yo, papá! ¡Soy yo, Iris!»

Cuando relata ese momento, Noé lo dramatiza: “Luego vi como que me sonrió así», y pela los dientes, hundiendo la mandíbula inferior para adelantar aún más sus dientes superiores.

Sacudido por aquel espejismo, la imaginación de Noé intuyó que algo quería decirle aquella calavera. Así que se acercó a ella, tanto, que hasta olfateó el olor a tierra húmeda impregnado en ella. Luego transformó sus ojos en dos lupas de detective forense y examinó la mandíbula superior. Eso era lo que querían decirle esos huesos: esa dentadura se parecía mucho a la de su hija. Noé vio que tenía los dientes superiores ligeramente pronunciados hacia adelante.

Para confirmar sus sospechas, se le ocurrió que necesitaba comparar la sonrisa de Iris, inmortalizada en una fotografía, con la dentadura de la calavera. De esa comparación, pensó, a lo mejor obtenía un resultado positivo. Eso se le ocurrió a este pobre hombre porque luego de dos meses de desaparecida su hija, él estaba convencido de que era el único que la andaba buscando.

 

Lea el reportaje completo aquí.

 

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