Lado B
Chaquetas textuales [o cómo ser políticamente in-correcto]
Por Lado B @ladobemx
21 de marzo, 2013
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Tuss Fernández

@ituss79

Si la paciencia te falla, prueba con alcohol.

Que si la homolesbotransfobia.

Que si no nacieron [nacimos] en el cuerpo equivocado.

Que si es el nombre con el que me identifico y no el nombre que me asignaron al nacer.

Que si las mujeres no son gays, que ellas son lesbianas.

Y que las lesbianas son homosexuales femeninos, pero de preferencia lesbianas a secas.

Que si los ínter a veces en femenino, a veces en masculino.

Que si ellas, ellos y elles. Las chicas, los chicos y les chiques.

Que si son guapes o fe[e]s.

Momento… ¡esto es para enloquecer a cualquiera!

Sobre todo si no se es parte del colectivo LGBTIQ y no se tiene ni la más mínima noción del ridículo lenguaje excesivamente incluyente y políticamente correcto.

En serio, hemos ido demasiado lejos con eso de no discriminarnos. Al menos cuando de hablar o escribir se trata porque ya en la práctica, todxs tenemos nuestros grados de elitismo.

¿Quién que no sea lesbiana, homosexual, trans, antropólogo, psicólogo, sociólogo o activista especializado en la materia, va a poder con semejante encargo de dirigirse a las minorías de las minorías sin tropezar en el intento?

¡¡¿Quién?!!

Cuando se supondría que los queer tendrían razón en eso de eliminar las etiquetas y que ahí estaría la solución, me quedo pensando, ¿y cómo se dirige uno a un queer? ¿En masculino o en femenino?

¿O será que tanto les [nos] importa que prefieren no nombrarlo para evitarse el desencanto de pertenecer a uno u otro?

¿Para dónde se hace uno cuando quiere hablar con propiedad y no resultar ofensivo?

No hay manera. Uno siempre se equivoca, por una cosa o la otra.

Hace poco Reversible publicó la nota de un una persona ¿trans? ¿travesti? que se dirigía a sí mismo en masculino cuando hablaba de su vida cotidiana y luego, en femenino si ya estaba instalada en personaje.

Como no definió su identidad, lo consignamos tal cual y no tardaron en acusarnos de heteronormados. ¡Nosotros qué!

Igual sucedió cuando mencionamos que los hombres trans estaban en el cuerpo equivocado.

Por favor, no me salgan con que están en el cuerpo correcto porque entonces no estarían tratando de modificarlo, o adaptarlo, si quieren que suene menos agresivo.

[Este es el momento en el que temo un linchamiento].

Y tampoco me vengan con que las mujeres que aman a otras mujeres [esto suena bien lindo y es políticamente correcto] nomás se tienen que llamar lesbianas [ni gays, ni homosexuales] o están negando su feminismo porque en serio, me pueden provocar un infarto.

Imaginen el discurso incluyente de algún funcionario o académico que quiere portarse a la altura de las demandas del colectivo LGBTIQ:

–Le doy la bienvenida a todas las mujeres que aman a otras mujeres, a las mujeres que aman a hombres y mujeres, a los hombres que aman a otros hombres, a los hombres que aman a otros hombres y mujeres, a las personas que nacieron en el cuerpo correcto pero se encuentran en transición y desde luego, a los hombres y mujeres que aman a cualquiera o a ninguno de los, las y les anteriores.

Ese pues, es el problema de los ridículos [insisto] excesos en los que a veces caemos por querer que todo se incluya bajo la premisa de que ‘lo que no se nombra, no existe’.

Como si de verdad en el lenguaje radicara el mayor de los problemas y como si andar corrigiéndole la plana [vía internet] a otros, fuera más efectivo que salir a la calle a exigir nuestros derechos.

Esas, son chaquetas textuales.

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