Lado B
Esas perrunas perversiones [o el manual moralista para la vida animal]
Por Lado B @ladobemx
10 de enero, 2013
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Tuss Fernández

@ituss79

De vez en cuando soy mar para que tus estrellas vivan

en lo más profundo de mis aguas.

Escena 1 – El Perro-Sutra

Fue hace muchos años, cuando Igor [el mejor perro del mundo] se paseaba por cuanto parque público se nos atravesaba, sobre todo si descubríamos que era poco concurrido [el parque, no el perro]. Una de tantas caímos en el inmenso parque de un fraccionamiento en construcción y nos hicimos acompañar por una amiga y su divino cocker. La amiga y yo pasamos de la felicidad, a la sorpresa, a la vergüenza, a  la aceptación, a la costumbre y finalmente al desinterés luego de que Igor y Pippen se aventaron todo el Perro-Sutra frente a nuestros ojos. No faltó la señora curiosa, imprudente y moralista que se acercó primero para preguntar si los dos eran machos y ante la afirmativa, para comentar que se notaba que les hacía falta novia. La ignoramos.

Gays o no, los perros la pasaron maravillosamente y no nos quedó más que conformarnos con que ellos se gozaran mutuamente mientras nosotros disfrutábamos una larga tarde de plática y risas.

Escena 2 – La Perra Virgen

Si Igor se acerca a la perra, ella se siente ‘súper incómoda’. Si la huele aunque sea de lejitos, ¡escándalo!. Si ella se acerca a mi puerta, ¡castigo! Así vive la pobre perra de mis vecinos, una pareja de sesentones hipercatólicos, sin hijos, que no ven noticias porque hay mucha violencia en el mundo y que resuelven las enfermedades de su schnauzer rezando frente al televisor en el canal de MaríaVisión –lo juro–. Total, la perra tiene prohibido acercarse al ala progresista del fraccionamiento en el que por cierto, somos minoría (3 vs. 5). Una pétrea imagen de la Virgen de Guadalupe instalada a mitad del coqueto jardín nos separa de los conservadores y como Igor es el único macho –perro–, somos los mal queridos del lugar, los ‘raros’, los depravados… y eso que no les ha tocado ver a mis acompañantes de cama, ja!

Escena 3 – El Perro Gay [y versátil]

Se perdió durante casi tres horas y cuando lo avistamos a lo lejos, tenía un perro montado encima. Mi ex lo reconoció de inmediato, pero yo lo dudaba. Ya me había tocado el Perro-Sutra con Pippen y el romance con Paco –otro perro salchicha que frecuentaba el mismo parque y con el que también jugaba ‘cebollitas’ –esa historia algún día la contaré– pero entré en negación. La escena no resultaba natural, no podía ser Igor quien tuviera otro perro montado encima, ¡y menos un perro de la calle! Lo natural es que fuera una perra y que los otros cinco cánidos estuvieran esperando turno por una ‘ella’. Por suerte, gracias a su ligue con esa versión perruna de un chacal, pudimos recuperar a Igor y regresamos felizmente a casa sabiendo que además de gay –o bisexual–, Igor es ínter.

Así de horribles somos los humanos. Trasladamos nuestros moralismos –incluso los que no practicamos– a cualquier campo de la vida cotidiana. Todo lo dañamos, todo lo juzgamos, todo lo pervertimos para poder adaptarlo a nuestras cuadradas mentecitas.

Pensándolo fríamente, al menos en el terreno sexual los perros –y supongo que otros animales– son mucho más evolucionados que nosotros. Al menos hasta ahora, a mí no me ha tocado ver que otro can me discrimine a Igor porque lo vea ‘rarito’ y tampoco Igor le hace el feo a los perros que mueven el rabo así un poco ‘afeminado’. Definitivamente, los tontos somos nosotros.

¿Por qué recuerdo todas estas escenas? Porque tristemente veo a 25 perros a punto de ser sacrificados por ser supuestamente los asesinos de cuatro personas. Dejando fuera toda lógica y concediendo que fuera posible ¿no seríamos de todos modos los culpables nosotros los humanos? ¿Cómo rayos hicimos para involucionar tanto a esta especie y convertirlos de nuevo en primitivos lobos?

Eso sí es perversión.

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