Lado B
Se vale o ya no es posible soñar o soñamos con alacranes
Todos sabemos que hace años las utopías habían llegado a su fin, a finales de los años ochenta se empieza a colapsar el estado de bienestar que los tecnócratas habían instalado y que con la entrada en vigor del tratado de libre comercio (1994) había quedado sepulto nuestro crecimiento como país emergente, aun seguimos siendo emergente después de casi treinta años.
Por Lado B @ladobemx
11 de octubre, 2012
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Isis Samaniego, Etcétera Librería

@etclibreria

Todos sabemos que hace años las utopías habían llegado a su fin, a finales de los años ochenta se empieza a colapsar el estado de bienestar que los tecnócratas habían instalado y que con la entrada en vigor del  tratado de libre comercio (1994) había quedado sepulto nuestro crecimiento como país emergente, aun seguimos siendo emergente después de casi treinta años.

El levantamiento zapatista puso el dedo en la llaga ni éramos del primer mundo ni tampoco teníamos independencia alimenticia ni mucho menos económica, y si teníamos muchos males escondidos bajo el petate, el zapatismo viene a decirnos que los sueños, sueños son y que el mero acto de dormir, no representa ninguna fantasía; al contrario, cuando el sueño es fisiológico, no hay proyecto ni tampoco esperanza de que este se realice.

El despertar con alacranes en nuestro país se sucede cotidianamente, Javier Caravantes (Atlixco, Puebla, 1985); crece en la etapa más  derrotera de nuestro México, gente que ha crecido sobre las crisis económicas.  Él sabe de lo que habla, sus personajes son chicos normales que van por la vida, queriendo, ya no labrar; mas bien ,asaltar, agandallar un futuro, con lo que se pueda o se tenga a la mano, una piedra, un espejo, unas nalgas, una biblia o dar el un gran salto al otro lado. No hay posibilidad de ser alguien, porque en este hueco donde esta hundido mi país, ni el dinero te salva de ese hoyo negro que es la apatía, todo  lo magnetiza para engullir lo poco que teníamos y que para nuestra desgracia era muy poco.

Doce cuentos distantes pero unidos por caminos llenos de inmundicia y desazón; tan parecidos. Hay en ellos tanta rabia e impotencia de saberse carne de cañón, de saber que ha pesar de sucesos tan atroces, algunos que si no los mas, somos incapaces de transformar estas afrentas cotidianas del poder sobre nosotros.

Sin embargo tampoco tiremos todo por la borda, hay gente allende el sur donde se construye la utopía, esa que el mal gobierno nos quiere asesinar y que los pueblos originarios rescatan con sus saberes, si; aun quedan sueños de esos que nos iluminan la cara y nos hacen creer que podemos deconstruir este mundo; porque estoy seguro de que otro mundo es posible.

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