María tenía 12 años cuando dejó la escuela y se puso a trabajar como lavaplatos en un mercado cerca de su casa. Nunca le gustó la escuela, tampoco le gustaba trabajar, pero al menos el trabajo le dejaba un poco de dinero, cosa que en la escuela no podía tener. Su mamá no le ponía mucha atención, no tenía dinero ni trabajo, no tenía marido ni cuidaba la casa, así que cuando la niña decidió abandonar la escuela no fue algo que le preocupara. La madre tenía entonces 35 años, su pareja, padre de María, la había abandonado cuatro años atrás y desde entonces entró en crisis; tras un breve periodo de depresión la señora encontró en el alcohol una salida rápida para sus tristezas, pero como tras la resaca siempre volvían, en poco tiempo se hizo alcohólica.
Con ocho años de edad, María fue educada por la televisión, la soledad y los niños de la escuela y de la calle; la vagancia la hizo relacionarse con adolescentes y chavos de banda que poco a poco la introdujeron al alcohol, la marihuana, el vagabundeo y el sexo, el cual comenzó a experimentar a los diez años. Para cuando dejó la escuela, María ya había tenido muchas parejas sexuales y ya era alcohólica. Su madre, envuelta todavía en una profunda crisis, la dejó ser. Incluso la señora compartía con su hija las fiestas que hacía en casa con sus amigos y dejaba que María llevara a sus amigos, que se embriagara con ellos y que tuviera relaciones sexuales en su cuarto, todo lo cual era para María una especie de juego en el que encontraba algo muy parecido al placer.
Todo esto era conocido por familiares, amigos y vecinos de la colonia popular en la que madre e hija vivían, de hecho, por su comportamiento libertino eran muy famosas, sobre todo la niña, pues por su corta edad y su poco conocimiento de la vida, además de su alcoholismo y su precariedad afectiva y educativa, hacía todo tipo de actos sexuales en todo tipo de lugares, sin importar si era vista, si era con un tipo adecuado o si era el momento y el lugar idóneo.
Una noche en una reunión en un lote baldío, María estaba embriagándose con una banda de chavitos de la colonia, varios ya habían tenido relaciones sexuales con ella y sabían de su ligereza, así que cuando uno de ellos comenzó a besarla y manosearla, los demás lo siguieron, eran trece muchachos entre 14 y 22 años, uno por uno fueron teniendo sexo con ella, haciendo fila y ayudándose para sostenerla, pero al llegar el número diez María ya no quería seguir, ya le dolía el cuerpo pero no la dejaron renunciar, los tres que faltaban la amarraron, le pegaron y continuaron teniendo sexo con ella por la fuerza, incluso dos o tres repitieron una segunda vez mientras lloraba.
Eran cerca de las diez de la noche, mucha gente se había juntado alrededor para presenciar el inusual espectáculo, una señora horrorizada por el mismo había llamado a la policía, cuando ésta llegó todos salieron corriendo del lugar, lograron capturar a cinco en ese momento y a otros cinco después, María estaba llorando, amarrada y con algunos golpes en la cara, a todos los acusó de haberla violado, pero en la colonia muchos fueron testigos de lo que realmente pasó. De los muchachos que participaron, uno era su primo y otro su tío, ambos mayores de edad, junto con otros cuatro se encuentran purgando una sentencia de diez años por violación tumultuaria, siete de ellos eran menores de edad entre 14 y 17 años y están en una institución aparte.
Su madre no la apoyó, no la acompañó a hacer la denuncia, no asistió a los careos, no estuvo con ella mientras lloraba, nada le importó, sólo juntó sus cosas y se fue a vivir a otro lugar, la abandonó. María ya se ha ido también, al parecer a los Estados Unidos con un par de amigos que le ofrecieron su ayuda, nadie sabe nada de ella, pero su caso sigue siendo comentado en la colonia donde creció e hizo su historia; al día de hoy María ya debe haber cumplido la mayoría de edad.
La sexualidad puede ser un parámetro para evaluar el estado emocional y moral de una sociedad. Sociológicamente no se puede decir mucho del interior humano, de las emociones individuales ni de su biología, sino de la sexualidad social. El sexo está inscrito en la escala de conductas que reglamenta un Estado y una constitución política, la sexualidad también puede ser un parámetro para medir el nivel de control público que ejerce el Estado a través de una clase y una ideología hegemónica.
Existen estándares morales y legales que delimitan lo permisible en el ejercicio de la sexualidad individual, cuando una persona o un grupo de ellas ejerce su sexualidad de manera diferenciada, el castigo público suele ser severo y desatar represión, intolerancia o violencia para mantener sobre los lineamientos preestablecidos la conducta humana y así conservar el control político y público (la etiquetación sobre lesbianas y homosexuales, por ejemplo). La sexualidad es uno de los elementos del control social, por eso es un buen parámetro para medir el estado en que se encuentra una sociedad. El hecho de que los adolescentes ejerzan su sexualidad a más temprana edad y lo hagan tan evidente en su comportamiento en la vida cotidiana, da cuenta de un menor control familiar, social, público y político.
Esto puede ser positivo o negativo, benéfico o perjudicial, pero en cualquier sentido es una evidencia del cambio generacional, de la dinámica social y de la complejidad en las relaciones humanas actuales; la salida de la madre del núcleo familiar tradicional, la obligación de ambos padres por trabajar horas extra, el cansancio, el estrés, el desinterés, la televisión, el consumo, la precariedad económica y educativa, entro otros, son factores que inciden para este poco control, poca vigilancia y poco conocimiento de la sexualidad en los adolescentes de las nuevas generaciones (hablando, por supuesto, desde los estratos más bajos de la escala económica, como María, con sus condicionantes económicas, educativas, emocionales y morales). Toda esta acumulación de desventajas, para estos estratos, es el campo de cultivo de los conflictos sexuales, emocionales, políticos y sociales de la actualidad. En este sentido, el ejercicio de la violencia sexual y de la violación, es también producto de este poco control externo, con una baja percepción de las normas sociales y políticas, como un resultado del poco respeto por la vida de los demás, por una cultura, una comunidad, un país, donde el sexo masculino históricamente no ha encontrado los frenos suficientes para su agresividad sexual.
La violación es la manifestación más radical de todo este proceso: agresividad, cultura, historia y sexualidad son los elementos que la conforman.
En suma, el ejercicio de la vida sexual en los adolescentes (aunque no sólo en ellos), su desconocimiento, irresponsabilidad, libertad, descaro y desenfreno, no es más que la manifestación de una sexualidad social que evidencia el poco control político y social, así como la lucha contemporánea por la supremacía moral y pública que todavía quieren ejercer los grupos de interés preocupados por el control y el poder, llámese clase política, clase económica y clase religiosa, las cuales manejan las estructuras ideológicas y morales que se encargan de expandir el control, un control cada vez más precario.
La conducta sexual de María está inscrita en este proceso, tiene que ver con necesidades biológicas y condicionantes genéticas, pero también con procesos sociales en la construcción de la sexualidad, lo cual se relaciona con la moral y el control como estrategias de poder. Esto no quiere decir que la moral y el control de los impulsos sexuales sea una estrategia desdeñable, de hecho fungen como limitantes ideológicas y físicas de la violencia y la violación, así como del libertinaje; lo que se critica es que este medio, el sexual, se agregue a las estrategias de poder y dominación de una clase.
La conducta libertina e ignorante de María, con independencia de su biología, es parte de la precariedad educativa, económica y social en la que se encuentra la mayor parte de la población nacional, de la acumulación de desventajas de los más desfavorecidos, de la desgracia de los parias de la sociedad.
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